"Travesura realizada"
por Himutako Mizumi
Personajes: Elliot x Leo
Es en días como estos, en los que no hay nada que hacer y además no se puede salir al exterior debido a las fuertes lluvias, en los que me posiciono al lado de la ventana y me pongo a pensar. Bueno, más bien, a recordar. Mi sirviente, Vincent, se encuentra a mi lado, un poco más lejos, seguramente sumido en la nostalgia como yo. Ya no hay vuelta atrás, y ambos lo sabemos. Aun así, perderse en los recuerdos hace bien a veces. Remembrar tiempos más felices, tiempos pasados, en ocasiones da fuerza para seguir adelante. Y como no recordar cuando hay una tormenta de estas proporciones frente a mí...
- Elliot, deja de dar vueltas. Me estás mareando.
Era un día de tormenta, justo como hoy. Esta vez, nos encontrábamos Elliot y yo en la Academia Latowidge, en nuestros días de estudiantes. Puntualmente, estábamos en nuestra habitación compartida. Igual que ahora, no había nada que hacer y no se podía salir al exterior o un rayo podría partirnos en dos o más pedazos. Elliot no quería seguir leyendo y se había dispuesto a dar vueltas interminables por la no tan espaciosa habitación.
- De repente vas a botar algo. No es como que seas muy hábil, ya sabes.
Le dije de nuevo, sabiendo que estaba irritado y eso sólo lo iba a irritar más. Yo también me estaba exasperando por su comportamiento y por esta situación. También estaba aburrido, él no era el único, así que al menos podría no molestarme, pensaba yo.
- Muy fácil decirlo. Tu libro no te aburre al parecer.
La verdad es que había dejado de leer hace mucho. Ambos habíamos leído ya todos los libros de la habitación, y sentíamos demasiada pereza como para ir a buscar otros nuevos a la biblioteca. Así que sólo me quedaba leer un libro que ya había leído, y eso no me hacía mucha gracia. A Elliot tampoco. Si tan sólo hubiera algo entretenido que hacer...
Y entonces se me ocurrió una idea. ¿Qué era lo que siempre hacía para pasar el rato o simplemente divertirme de forma espontánea? La respuesta estaba frente a mis ojos: molestar a Elliot. ¿Por qué no hacerlo ahora? Como estaba la situación, seguramente él también se divertiría, aunque no lo admitiera. Así que comencé.
- Elliot... ¿has besado a alguien?
- ¿Haa? - su mirada decía "ya está éste con sus preguntas raras y repentinas". Esa expresión me entretuvo lo suficiente como para seguir.
- Lo habrás hecho, ¿verdad? Sería muy patético si no fuera así. - entonces sus mejillas se encendieron bochornosamente. Es tan fácil de leer. La respuesta era "no", claramente.
- ¿¡Y-y tú lo has hecho, acaso!?
- Claro que sí. - entonces su rostro palideció súbitamente. Dios, ¿tanto le molestaba que yo fuera un paso adelante de él?
- ¿Cómo fue? ¿Con quién fue? - su voz y su mirada se notaban fríos. Sí que estaba furioso.
- No te diré quiénes, pero me han intentado besar varias veces a la fuerza en los baños. Algunas veces lo consiguieron, porque venían de sorpresa.
- ¿¡Hombres!?
- Sí, al parecer soy más popular con los hombres que con las mujeres, ja ja.
Él se mordió el labio y miró hacia otro lado. ¿Qué estaría pensando?, me preguntaba yo. Pensé que se burlaría de mí porque me perseguían los hombres y no las mujeres, pero no fue así. Elliot, siempre tan noble.
- Si no lo correspondes, no es un beso de verdad...
- ¿Eh? - lo había entendido claramente, pero como mi objetivo era molestar, pues...
- ¡Qué si no lo correspondes, no cuenta como beso! De esa forma no puedes saber como besas, después de todo...
- Oh... Igual tengo más experiencia que tú. - sé que eso le dolió, ja ja. - Hasta podría enseñarte.
"Ok, no debería haber dicho eso", pensé yo, en ese entonces. Bueno, ya no podía retractarme o quedaría mal. Lo "malo" fue que Elliot se lo tomó en serio.
- Ah, ¿y el maestro en besos me va a enseñar?
- ¿Por qué no? - seguí yo, incapaz de echarme para atrás. - De todas formas, no tendrás pronto otra oportunidad de practicar, seguramente, y no puedo dejar que mi amo haga el ridículo cuando tenga una prometida.
Claro, algún día iba a tener una prometida a la que iba a besar en serio, no por juego como sería ahora, y con la que haría quizás que otras cosas más. El sólo pensarlo me hacía hervir la sangre.
- ¡Oye, fíjate en como le hablas a tu amo! Igual... - y entonces sus mejillas volvieron a encenderse. - ...como no te creo nada, deberé verificar si tienes esa experiencia que dices tener.
- Excusas.
- ¡Leo!
Entonces ambos nos quedamos en silencio, y él se acercó a mí. "¡Oh, Dios, en verdad lo va a hacer!" pensé en ese momento. Sólo quería molestarlo un poco y había ganado mucho más de lo que esperaba. Sólo me quedaba disfrutar del momento. Como nunca iba a estar con él, como nunca se iba a fijar en mí, debía aprovechar lo que sí podía obtener.
Sus labios tomaron los míos con algo de impaciencia, y sus manos se deshicieron de mis lentes. No me hacía mucha gracia que viese mi rostro directamente (aunque ya lo había visto antes, claramente), pero en ese instante estaba demasiado preocupado de esconder los fuertes y acelerados latidos de mi corazón como para reclamarle por los lentes.
Era un beso torpe, superficial. Sí que no sabía que hacer. Pero sólo eso era suficiente para enloquecerme. Quería más, pero no podía parecer obvio. Tendría que seguir molestándolo.
- ¿Eso es todo? Te pondré un 4,0 por el esfuerzo. - le dije, tratando de mantener el tono de siempre. Inmediatamente frunció el ceño.
- ¡Sólo estaba comenzando!
Nuevamente su boca se apoderó de la mía, y sentí su lengua insistiendo para que separara los labios y la dejara entrar. No creía lo que estaba pasando. Dejé que insistiera un poco y luego hice lo que estaba pidiendo. Fue majestuoso. Sentir la lengua de Elliot explorar mi boca con ansias era algo que siempre había imaginado, pero la realidad era mucho mejor. Traté de corresponderle como pude, pero la efusividad de Elliot me lo impedía un poco. Tenía que dejarme dominar, lo cual tampoco estaba mal...
Lo que sí estaba un poco mal era que él ya no sólo estaba besando mis labios. Los suyos se habían trasladado a mi cuello. Sus manos abrían mi camisa y acariciaban mis pezones. No pude evitar soltar unos gemidos bastante vergonzosos. Se suponía que yo estaba dominando esa situación, a pesar de que le dejé tomar el mando en el beso. Y ahora él estaba haciendo lo que quería. "Espera, ¿qué quiere él conmigo?" pensaba yo. La situación era extraña. O estaba muy frustrado sexualmente o simplemente quería hacerlo. Conmigo.
- Elliot... - intenté hablar yo, pero era difícil. Tomé aire y me esforcé aún más por sonar normal. - ¿Qué... haces? ¿Tan frustrado estás...?
- ¿Eh? - él no me estaba poniendo mucha atención. Se estaba acercando peligrosamente a mis pantalones.
- Sexualmente, digo yo. - esas palabras sí le llamaron la atención. Se quedó en silencio unos segundos, mirándome directamente.
- ¡Claro que no!
- En una mujer lo creería, pero los hombres vírgenes suelen estar siempre frustrados sexualmente. No me sorprendería que tú también lo estuvieras.
- ¡Imbécil, claro que no! ¡Además hablas como si tú no fueras virgen! No me digas...
- No, idiota, no llegaron a hacerme nada más que simples besos sorpresa. Una patada en la entrepierna le quita la calentura a cualquiera.
- Entonces sí tenían esas intenciones.
- La verdad no sé. Puede que sí, puede que no. Sólo sé que no quería que continuaran besándome.
- ¿Y a mí no quieres patearme en la entrepierna?
Era la primera vez que yo me sonrojaba en ese día. No suelo sonrojarme muy a menudo, no como Elliot, que cualquier cosa lo abochornaba. No sabía que responderle. Cualquier cosa podía ser demasiado reveladora. Es verdad que no quería alejarlo, pero tampoco quería confesarle que deseaba que continuara. Que me provocaba justo lo contrario al asco que esos otros adolescentes con las hormonas nublándoles el juicio me causaban.
- No puedo rechazar a mi amo. - opté por decir, simplemente. Afortunadamente, mi cabello escondería mi rubor, de seguro.
- Ay por favor, si te molesta algo de mí siempre me golpeas o lo dices simplemente. No me vengas con eso ahora.
- ...Pero mi virginal amo debería saber como besar a una chica, o hará el ridículo cuando tenga una prometida. Eso no sería bueno para los Nightray, menos con hermanos tan famosos por ser buenos en la cama.
- ¡Deja de decir tanto "virgen", "virgen"! Y eso de ser buenos en la cama... ¿Te refieres a Ernst y las mucamas?
Probablemente no quería pensar en lo que haría Vanessa-sama en su vida privada, y además yo no contaba con esa información. Sí, me refería al Ernst-sama, pero también a otras personas más.
- Además de ese y los rumores de su padre, también hay otros rumores, como los que expandió el Vincent-sama de las maestrías del Gilbert-sama en la cama.
- No quiero saber como sabe eso él. - susurra Elliot, un poco sonrojado y molesto.
- Y hablando del Vincent-sama, también hay muchos rumores sobre él. De él si que se dice que es un maestro del sexo, tanto con hombres y como mujeres.
- Maestro del sexo... - claramente lo estaba imaginando. Esa cara de un rojo brillante lo decía todo. - ¿¿¡¡Ehhh!!?? ¿¡Mujeres y hombres también!?
- Con todo lo que dice de Gilbert, ¿te sorprende que esté con hombres, a estas alturas?
- Tienes razón, pero...
- No querías imaginar a tu bello hermano acostándose con hombres, ¿no?
- Es que es... extraño... más pensar que quiere estar con su verdadero hermano también...
- Si es que no lo han hecho ya.
- ¡No me digas eso...!
- Deja de gritar, Elliot.
Le puse un dedo en los labios. Sí que no sabía controlar sus impulsos. Y entonces vi otro impulso resurgir de su interior. Estaba mirando mi pecho, mis pezones enrojecidos por lo brusco de sus caricias aceleradas. Mis mejillas volvieron a enrojecerse un poco, pude sentirlo, pero intenté actuar "cool" como siempre. Se acomodó sobre mí y me miró directamente a los ojos.
- No sé porqué usas esos lentes enormes. Tienes unos ojos preciosos. Rara vez se ve un color tan lindo como ese.
- Pues a mí no me gusta que me miren tanto. Gracias por los halagos, eso sí.
- Bueno, puede que sea mejor así. Estoy seguro que son tus ojos lo que provoca a esos hombres en los baños. No creo que sea casualidad que siempre que sucede sea en los baños. Así que mejor que conserves los lentes.
- ¿Me estás protegiendo o estás celoso?
No respondió. Estaba tratando de controlar sus impulsos para que no siguiera tratándolo como a un niño, seguramente. Así que se limitó a darme un corto beso en los labios.
- No quiero pensar en eso ahora.
- Me imagino en que quieres pensar, teniendo en cuenta como estás tratando de separar mis piernas.
- ¿Tú no quieres?
¿Y preguntaba? Dios, ya tengo las piernas entreabiertas. Obviamente quiero. Por eso no dejé que preguntara de nuevo y fui yo el que lo besó en ese instante. Pareció sorprendido, pero supongo que no le importaron mucho lo raro de la situación ni los motivos tras ella. Simplemente se posicionó entre mis piernas para estar en mayor contacto conmigo. Yo ya no me reprimía tampoco. Mis manos también se colaron entre sus ropas, acariciando su espalda. Los besos se hacían más apresurados, más profundos. Estaba perdiendo el aliento.
- ¡Leo...! Ya no lo aguanto más, Leo... Necesito estar dentro tuyo...
- ¿Quieres... penetrarme? ¿Tan pronto?
- ¡No lo digas así!
Aunque él muriera de vergüenza, esa era la forma de decirlo, ¿no? "Espera, eso no es lo importante" traté de recordarme. ¿Elliot quería hacerlo conmigo? Ok, él también era un adolescente con las hormonas al extremo y, por qué no decirlo, yo también. ¿Pero esto? No me lo esperaba para nada. Y mientras que pensaba en todo esto, Elliot estaba en lo suyo también.
- ¡Hey! ¿¡Qué crees que haces!?
- Na-nada... ya te dije lo que quería... - susurró él, con el rostro sonrojado, mientras intentaba separar mis piernas a la fuerza.
- ¡No hagas eso...! M-me da vergüenza... - pero él no me estaba haciendo mucho caso. Se dedicaba a sacarme la ropa de la cintura hacia abajo. - ¡Oye!
- ¿Tú tienes vergüenza? Eso es nuevo. - atrapó uno de mis pezones entre sus labios, succionando con fuerza. Se me escapó un gemido sonoro. - Lo siento, Leo, no puedo aguantar...
- Parece que voy a tener que dejar que mi amo practique, después de todo.
- ¿¡Sólo por es-...!?
No pudo terminar de hablar, porque le planté un beso en los labios. Un beso dulce y apasionado, tomándome mi tiempo para memorizar su sabor. Un beso que suponía que le transmitiría mis sentimientos sin que tuviese que decir una palabra. "Te amo, Elliot".
Porque, sí, no diría nunca una palabra de amor. Y él tampoco. Aún después de esto, y del tiempo que pasamos juntos hasta que nos separamos, nunca dijimos una palabra de amor o compromiso. Simplemente no se podía. Él era un Nightray, y yo era su sirviente. Éramos dos hombres. Si tan sólo esos hubieran sido nuestros únicos y más graves problemas...
- Esto me vuelve loco... - su boca recorría mi cuerpo hasta llegar a mis piernas. Entre mis piernas más bien.
- ¡N-no mires! ¿¡Qué estás haciendo!?
- Shhh... no hagas escándalo, que ese es mi rol normalmente... Según sé, tengo que prepararte un poco antes de... tú sabes...
- ¿Penetrarme?
- ¡No lo digas! - no pude evitar reírme. Era tan divertido ver su reacción cuando escuchaba esa palabra.
- Si vas a hacerlo de todos modos, ¿qué importa escuchar la palabra?
- ¡...! Cierto, pero...
- Ya, ponte a trabajar mejor.
- ¡No me presiones! ¿Acaso estás ansioso?
- ¿Qué crees?
Rodeé su espalda con mis piernas, dándole a entender que estaba tan ansioso por aquello como él. Era vergonzoso, pero era el momento de hacerlo. Ya tenía su rostro entre mis piernas, observando mi entrada que se estaba lubricando sola debido a (precum). Qué más daba, ya estaba al fondo del pozo de la vergüenza.
- Leo, no dejes que nadie más te vea así...
Antes de que pudiera responder a su susurro cargado de enojo, él comienzó a lamer mi entrada, dejándome sin palabras más que unos sonidos bastante indecorosos. Estaba haciendo aquello que dijo que haría: prepararme. De pronto sentí uno de sus dedos, humedecido por su propia saliva, entrando dentro de mí.
- Es incómodo, Elliot... Se siente raro...
- Tranquilo, ya va a pasar... Sólo déjamelo a mí...
- Él, el experto. ¿Te recuerdo que es la primera vez?
- ¡No me pongas más nervioso!
Esto era una mala idea, y no era para nada sensual, ni romántico, ni nada de lo que uno hubiera imaginado alguna vez. Pero ahí estábamos: dos adolescentes aburridos, con las hormonas trabajando al extremo, y uno de nosotros, yo, con unos sentimientos guardados por mucho tiempo ya. Por todo eso, a pesar de la incomodidad, necesitaba que se apresurara. Sentirlo dentro por más que doliera.
- Elliot... rápido...
- No me tientes más, por favor. Ya me cuesta bastante controlar mis ganas de arremeter contra ti.
Eso me hizo sonrojar inevitablemente. Ahora se le ocurría ser sincero. Bueno, siempre era sincero, aunque eso le avergonzara la mayor parte del tiempo.
- ¡¡Ahh...!! - de repente mi cuerpo fue azotado por una ola de placer incontenible. Eso debe haber sido mi próstata, según sé.
- Ahí... ahí, ¿no? - continuó presionando allí, ahora con dos de sus dedos.
- ¡No... d-deja de hacer eso, m-...!
- ¡Eh! Cuidado con tus palabras, pequeño Leo.
Fruncí el ceño. Era su culpa que estuviera gimiendo a todo volumen, y muriera de vergüenza por ello. Y él sólo se limitaba a disfrutar verme retorcer de placer descontrolado, mientras presionaba sin piedad ese punto en mi interior.
- E-Elliot... ¡me voy a...!
Y se detuvo. El maldito se detuvo sin previo aviso, dejándome a punto de correrme. Trato de enfocar mi vista nublada por el deseo, y trato de parecer molesto y desconcertado a pesar de que estoy luchando por recuperar el aliento.
- No quiero que te corras aún. - dijo simplemente, sin importar mi opinión. - Quiero que la primera vez que te corras por obra de alguien más, sea por tenerme dentro.
Y luego se sonrojó escandalosamente por decir aquello. No pude decir nada ante eso, porque yo también lo deseaba. Así que me quedé quieto, con las piernas entreabiertas, invitando a que Elliot perdiera el poco control que le quedaba. Al notar como me observaba tragando saliva, rodeé sus caderas con mis piernas firmemente, y le concedí un húmedo beso en los labios.
- Adelante. - susurré, tratando de mantener la calma.
Nuevamente tragó saliva, asintiendo, más nervioso que yo. Estaba dispuesto a aceptar cualquier tipo de dolor si luego podíamos sentir placer juntos, pero Elliot definitivamente no tenía la misma resolución de hacerme pasar por ese dolor. Aun así, tal parece que su lujuria le ganó, porque pronto sentí la punta de su pene rozar mi entrada.
- Dime de inmediato si te hago daño.
Tonto, obviamente me haría daño, pero yo no se lo diría para que luego se asustara y se detuviera. No cuando ambos estamos que explotamos de deseo. Así que simplemente me mordí el labio inferior con fuerza cuando sentí un dolor agudo. Un pedazo grande de carne palpitante se introdujo en mi interior.
Elliot me estaba follando... Está bien, hasta los besos podría haberlos predicho tal vez, pero esto era de otro mundo. Ni siquiera preguntó antes de comenzar a moverse, con claro descontrol. Dolía, sí, pero se sentía extraño, muy extraño... Elliot me estaba penetrando. Era Elliot quien estaba dentro de mí. Esa cosa gorda y dura dentro de mí era Elliot. Era Elliot poseyendo lo más profundo de mí. Apropiándose de todo mi ser...
- Eres mío, Leo. Eres mi sirviente, eres mío... No dejes que nadie más te toque, o mataré al desgraciado...
No tenía que decírmelo. Claro que yo era suyo. Si alguien más intentaba tocarme, sería yo quien acabaría con el bastardo, antes de que pasara nada, antes de que Elliot se enterara. Sería suyo para siempre.
Le agradezco a la tormenta, con sus ruidosos truenos, que disimularon mis gemidos y los suyos, ya que ninguno de los dos puso cuidado en mantener el mayor silencio posible. Simplemente queríamos disfrutar. Olvidar. Estar juntos. Ser uno sólo, aunque sea por unos minutos.
Luego de eso, ninguno de los dos habló del asunto. Elliot se fue a duchar y yo hice lo mismo, en otro de los baños. Dejó que saliera y me dirigiera a nuestra habitación primero, como todo un caballero. Me metí en mi cama y fingí que dormía, esperando a que él llegara. Poco después entró en la habitación, sin hacer un solo ruido, y se acostó en su cama.
Minutos después, cuando intentaba dormir, aún conmocionado por lo que había sucedido, sentí como se escabulló entre mis sábanas y como sus brazos me rodeaban suavemente. Sonreí, y algunas lágrimas cayeron por mi rostro cubierto por mi desordenado cabello. No necesitábamos palabras, la verdad.
- Y aún ahora... sigo siendo tuyo, Elliot... Quedaste para siempre en mi cuerpo, en mis labios, en mi cabeza, en todo mi ser... Y no pareces querer marcharte... No fueron necesarias palabras de amor... Ambos lo sabíamos. Elliot...
Si cambio al pasado, ¿podré estar contigo de nuevo...?
-FIN-