“Niebla”
Sólo un poco más. Un poco más y la descomunal serpiente frente a ella caería rendida al suelo. Pero sería junto a ella, porque ya casi no le quedan fuerzas para tenerse en pie. Su ropa rasgada le estorba a la hora de buscar sus armas y su borrosa vista no le ayuda para nada. Tanteando a ciegas logra encontrar el último shuriken bañado en veneno. Con eso sería suficiente. Se prepara para lanzarlo, pero no logra enfocar bien los ojos en el objetivo. Muy tarde, la serpiente ya se ha recuperado del anterior golpe y se lanza segura a destrozar su cuerpo. Es el final…
Pero al cerrar los ojos, no llega nunca el final que esperaba. Los abre sólo para encontrar la espalda de ese chico frente a ella. Sus cabellos negros están un poco manchados de rojo por la sangre de la serpiente que acaba de derrotar. Otra vez la ha salvado. “Sasuke-kun…”
Sin decirle nada, le presta su hombro para que se apoye al caminar. Deben alejarse de ahí lo más rápido posible y tratar sus heridas. Si permanecen ahí, lo más probable es que lleguen más serpientes al sentir el olor de su compañera muerta. Al caminar, la chica de cabellos rosados puede sentir el débil latir del corazón del otro tan cerca de sus oídos. “No se… altera para nada…” Aprieta los puños sin pensar.
Llevan toda la noche caminando y cuando los rayos del sol comienzan a aparecer en el cielo nublado, el de cabellos negros decide que ya están a salvo. Ese lugar rodeado de niebla los escondería bien por un tiempo. Se sientan en el suelo lleno de charcas del agua de lluvia a descansar. Él procede de inmediato a tratar con eficacia sus heridas. Sin embargo, sus ojos no la ven. Hay algo más en su mente. Algo distante, algo que no es ella. Muerde su labio inferior sin pensar, sacándose sangre.
Ya han pasado tres meses desde que esto comenzó. Él había elegido irse con el hombre que controla a las serpientes y ella había decidido seguirlo, aun cuando no tenía nada que ver en el asunto y sólo pondría su vida en riesgo. Lo había decidido. Dejó todo atrás con tal de seguirlo a él. Algo que el tonto rubio no había logrado. Eso era su orgullo y lo que supuestamente la tenía un nivel más arriba en el corazón de su amado de cabellos negros.
Y sin embargo ahí estaban, sin que él reaccionase de ninguna manera con su presencia. Tres meses y aun nada. Él la protegía siempre, porque en el fondo la estimaba. Pero no era nada más que eso. ¿Por qué? Primero pensó que era por su deseo de venganza, que le consumía el corazón. ¿Por qué? Ahora sabe la verdadera razón. ¿Por qué? Porque sus ojos siempre trataban de ver por entre la niebla, buscando a ese tonto chico rubio. Su mano se posa sobre su kunai…
¿Acaso lo que había hecho no significa nada para él? Sus ojos y su corazón sólo responden a ese otro. “¿…Por qué…?” Ese cabello rosado, que había dejado crecer nuevamente para agradarlo a él, le estorba en los ojos. Pero hay algo más que no la deja ver. “¡No quiero! ¡No quiero que mires a la nada! ¡Mírame! ¡Estoy frente a ti!” Es lo que le gustaría gritarle. Pero aunque lo hiciera, no la escucharía. Está atrapado en su propia niebla…
En un momento lo rodea con sus brazos y apega su cuerpo contra el de él. Oye el latir de su corazón una vez más, ahora cercano a su pecho. Aun nada. Él le susurra que si le duelen mucho las heridas, y le pide perdón…
- Me duele… Sí, me duele… - esconde su rostro en el hombro de su compañero.
- Lo siento. - le dice simplemente, aun cuando su voz no suena culpable en lo absoluto.
“No me pidas perdón si no lo sientes. No son las heridas lo que me duele… Pero sí es tu culpa…”
La niebla que los rodea se apodera de su corazón y se refleja en sus ojos vacíos. En un movimiento rápido, casi imperceptible, su kunai se desliza por ese blanco cuello que tanto le gusta. La roja sangre mancha su rostro ensombrecido. Con una sonrisa y un tono infantil susurra su nombre…
- Sasuke-kun…
.
Sólo un poco más. Un poco más y la descomunal serpiente frente a ella caería rendida al suelo. Pero sería junto a ella, porque ya casi no le quedan fuerzas para tenerse en pie. Su ropa rasgada le estorba a la hora de buscar sus armas y su borrosa vista no le ayuda para nada. Tanteando a ciegas logra encontrar el último shuriken bañado en veneno. Con eso sería suficiente. Se prepara para lanzarlo, pero no logra enfocar bien los ojos en el objetivo. Muy tarde, la serpiente ya se ha recuperado del anterior golpe y se lanza segura a destrozar su cuerpo. Es el final…
Pero al cerrar los ojos, no llega nunca el final que esperaba. Los abre sólo para encontrar la espalda de ese chico frente a ella. Sus cabellos negros están un poco manchados de rojo por la sangre de la serpiente que acaba de derrotar. Otra vez la ha salvado. “Sasuke-kun…”
Sin decirle nada, le presta su hombro para que se apoye al caminar. Deben alejarse de ahí lo más rápido posible y tratar sus heridas. Si permanecen ahí, lo más probable es que lleguen más serpientes al sentir el olor de su compañera muerta. Al caminar, la chica de cabellos rosados puede sentir el débil latir del corazón del otro tan cerca de sus oídos. “No se… altera para nada…” Aprieta los puños sin pensar.
Llevan toda la noche caminando y cuando los rayos del sol comienzan a aparecer en el cielo nublado, el de cabellos negros decide que ya están a salvo. Ese lugar rodeado de niebla los escondería bien por un tiempo. Se sientan en el suelo lleno de charcas del agua de lluvia a descansar. Él procede de inmediato a tratar con eficacia sus heridas. Sin embargo, sus ojos no la ven. Hay algo más en su mente. Algo distante, algo que no es ella. Muerde su labio inferior sin pensar, sacándose sangre.
Ya han pasado tres meses desde que esto comenzó. Él había elegido irse con el hombre que controla a las serpientes y ella había decidido seguirlo, aun cuando no tenía nada que ver en el asunto y sólo pondría su vida en riesgo. Lo había decidido. Dejó todo atrás con tal de seguirlo a él. Algo que el tonto rubio no había logrado. Eso era su orgullo y lo que supuestamente la tenía un nivel más arriba en el corazón de su amado de cabellos negros.
Y sin embargo ahí estaban, sin que él reaccionase de ninguna manera con su presencia. Tres meses y aun nada. Él la protegía siempre, porque en el fondo la estimaba. Pero no era nada más que eso. ¿Por qué? Primero pensó que era por su deseo de venganza, que le consumía el corazón. ¿Por qué? Ahora sabe la verdadera razón. ¿Por qué? Porque sus ojos siempre trataban de ver por entre la niebla, buscando a ese tonto chico rubio. Su mano se posa sobre su kunai…
¿Acaso lo que había hecho no significa nada para él? Sus ojos y su corazón sólo responden a ese otro. “¿…Por qué…?” Ese cabello rosado, que había dejado crecer nuevamente para agradarlo a él, le estorba en los ojos. Pero hay algo más que no la deja ver. “¡No quiero! ¡No quiero que mires a la nada! ¡Mírame! ¡Estoy frente a ti!” Es lo que le gustaría gritarle. Pero aunque lo hiciera, no la escucharía. Está atrapado en su propia niebla…
En un momento lo rodea con sus brazos y apega su cuerpo contra el de él. Oye el latir de su corazón una vez más, ahora cercano a su pecho. Aun nada. Él le susurra que si le duelen mucho las heridas, y le pide perdón…
- Me duele… Sí, me duele… - esconde su rostro en el hombro de su compañero.
- Lo siento. - le dice simplemente, aun cuando su voz no suena culpable en lo absoluto.
“No me pidas perdón si no lo sientes. No son las heridas lo que me duele… Pero sí es tu culpa…”
La niebla que los rodea se apodera de su corazón y se refleja en sus ojos vacíos. En un movimiento rápido, casi imperceptible, su kunai se desliza por ese blanco cuello que tanto le gusta. La roja sangre mancha su rostro ensombrecido. Con una sonrisa y un tono infantil susurra su nombre…
- Sasuke-kun…
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