No podía creerlo. Esta vez la había
visto. Unos metros más allá caminaba ella, de espaldas. Reconoció enseguida su
larga cabellera negra. Gritó su nombre emocionado, sintiendo que el corazón se
le salía por la boca. Pero eso fue todo. Ni siquiera alcanzó a verla voltear,
cuando un vortex temporal lo absorbió de nuevo. Cuantas veces habrá sentido esa
intensa sensación de nauseas causada por el forzado viaje entre tiempos.
Creía que ya se había acostumbrado a esa
molestia. No es así. Nunca había dolido tanto como ahora. La única vez que
podía comparársele fue la primera vez. Cuando se separó de ella. Siempre esperó
que no fuese definitiva. Ya no lo cree tan posible ahora. ¿Y si jamás la volvía
a ver? “Megumi…” Grita ese nombre repetidas veces, mientras su cuerpo se
retuerce dentro del vortex.
Abre los ojos luego de que el mundo dejara
de darle vueltas. Algo grande se inclina sobre él. Al tener la vista borrosa,
trata de agudizar su oído, aunque le es imposible aplacar el zumbido molesto
causado por la caída. Sólo alcanza a notar una voz profunda, masculina,
conocida…
Cierra los ojos para volver a abrirlos. Reconoce
al hombre inclinado sobre él al instante en que su vista se aclara. “Así que volví
a esta época, ¿eh?”
- Oi. - no le responde de
inmediato, lo que fue una mala idea. Pronto siente un fuerte golpe en la nuca.
- ¿Ya te moriste?
- ¡Danna! ¡Eso fue muy
cruel!
Esa respuesta animada, tan común en él,
dicha sin sinceridad alguna. Porque quiere ocultar eso que duele en su
interior. Y sabe que este hombre nunca le compra esa escusa barata. Por esto,
como esperaba, recibe otro golpe en la cabeza, más fuerte que el anterior.
Por el repentino movimiento, siente como
su estómago se revuelve y como ese líquido asqueroso sube por su garganta,
teniendo que expulsarlo por medio de su boca. Todo lo que sale es agua, pura
agua. “Ya no tengo nada más que botar. Ya son tantos los viajes seguidos por el
tiempo, que boté todo lo que tenía en el estómago.” Con los dedos rodea una de
sus muñecas. “Con razón estoy tan flaco.”
- Párate y sal de aquí. - le
ordena el Gear prototipo, tomándolo del cabello y obligándolo a pararse.
Es sólo entonces cuando se da cuenta del
lugar en el que se encuentra. Es la oficina de Ky-chan, en la Policía
Internacional. “Ah, por eso es que quería que saliera de aquí tan rápido.”
- ¿Esperas a Ky-chan, Danna?
- gracias a su imprudencia recibe otro golpe.
“Seguro es eso.” Piensa, riendo por lo
bajo. Algún día Danna lo mataría por sus estupideces. Pero aun así no puede
evitar curiosear a su alrededor. El Gear Prototipo le advierte que no lo haga,
pero parece tener demasiada pereza como para detenerlo.
En el escritorio encuentra una carpeta con
una hoja sobre ella. En dicha hoja hay sólo una frase escrita, claramente por
la mano delicada de Ky-chan. Su letra delgada y ordenada es inconfundible.
“Los casos siguen sucediéndose. Humanos, sólo humanos,
cortados en pedazos por acción de un arma cortante de gran tamaño. Parece ser
una hoz… Esto me da un mal presentimiento.”
“¿Una hoz? ¿No será…?” Se da cuenta de que
al final de la hoja hay otro dato escrito, con la misma letra delicada, pero
con notable urgencia, como si lo hubiera escrito justo antes de salir.
“Se encontraron cabellos azules mezclados con negros. Así
que sí es lo que creía. Prefería creer que era una idea tonta surgida del
cansancio. Con razón ella no ha vuelto por aquí. ¿Qué tendrá que ver ella en
todo esto? Últimamente puede controlar mucho mejor sus poderes, así que no creo
que ella este involucrada directamente en esto. ¿Entonces por qué él…?”
Y ahí termina el escrito. No hay nada más.
Axl cierra la carpeta, disimulando su creciente preocupación con una sonrisa
amplia, como siempre. No alcanza a notar como Sol levanta una ceja frente a su
actitud.
Al lado de la carpeta hay otros archivos
clasificados. Los hojea uno por uno, sólo para distraerse un poco, hasta llegar
a un título que le llama la atención:
“Guerra de los
Gear: la desintegración y extinción de Japón”
“Esto fue después de mi tiempo original.
El mío y el de Megumi. Justo luego del término del Proyecto Gear, donde conocí
a Danna. Por ese tiempo, Megumi seguramente ya estaría muerta…” Una alerta en
su cabeza le indica que no deje ir ese pensamiento que acaba de surgir. Si lo
hace, siente que va a perder una oportunidad única. Voltea a ver al Gear
prototipo. Le pregunta por los archivos de defunciones. La reacción que tuvo
Sol no la puede interpretar.
- ¿Estás seguro de que
quieres ver eso?
Seguramente adivina sus intenciones. “¿Por
qué dirá eso? ¿Será que sabe algo sobre la muerte de Megumi? Aun así no creo
que sea nada tan grave. Seguramente se casó con otro, fue feliz y luego murió
producto de la vejez. Seguro fue eso. Duele un poco que se haya olvidado de mí,
pero hubiera sido peor para ella que no lo hiciera… Espera, ¿qué estoy
diciendo? Ella murió conmigo, porque yo voy a lograr volver con ella. Sí, así
es.”
- ¡Oi! ¿Me escuchaste? - esa
voz violenta lo trae de vuelta a la realidad.
- ¿Qué pasa, Danna?
Preocuparte por los demás no es algo que haces a menudo.
No debería haberse burlado de él de esa
forma. Lo siguiente que recibe, como respuesta a su risa, es un fuerte golpe en
la cabeza con un portafolio. Al reaccionar del dolor, se da cuenta de lo que
eso es.
- Es lo que querías, ¿no?
Entonces busca luego lo que quieres buscar y piérdete. - “Siempre tan amable,
este Danna.” - Yo tengo que salir.
- ¿A buscar a Ky-chan?
Sólo recibe una mirada asesina que lo hace
callar. Por Dios, no debería hacer enojar así al Gear prototipo. Algún día
terminaría muerto. Pero eso no es lo importante ahora.
“Registro de
Defunciones en la Guerra
de los Gear”
Ansioso, comienza a pasar las hojas. Una
tras otra, se suceden rostros de soldados y civiles, muertes naturales y
asesinatos, batallas que dejaron elevados números de víctimas. Incluso están
citados, con foto y perfil, los Gear derrotados y masacrados. Pero el nombre de
que busca no aparece. Millones y millones de hojas y en ninguna de ellas está
su nombre. El bello nombre de su Megumi.
De repente se topa con la falta de una
hoja. Aun están los rastros de que fue cortada del registro. Otra corazonada le
dice que esa es la que está buscando. Desesperado, revuelve los cajones del
escritorio y los papeles dentro de ellos, pero no hay señal de esa hoja por
ninguna parte. “¿Por qué busco una simple hoja, que probablemente se ha
extraviado para siempre, teniendo más de tres cuartos del registro que revisar
aun? No lo sé. Tan sólo hago lo que siento que quiero hacer. Así ha sido
siempre. Sólo soy el alegre y despreocupado británico, a quien sólo una mujer
logró mantener en su lugar.” Sólo a ella la obedecía, sólo a ella le era fiel.
Y es a esa mujer a quien no ha vuelto a ver a causa de su mísera suerte. Ese es
él.
Cuando ya empieza a perder la esperanza de
encontrarla (la cual no era mucha, considerando que es una hoja entre millones
de papeles en esa oficina, sin contar con la probable opción de un robo de
información o un simple viaje al cesto de la basura, por alguna razón), en ese
momento, halla una hoja doblado que por el reverso pareciera encajar en el
registro, por el tipo de papel y el tamaño. Al desdoblarla lo comprueba.
- Megumi…
En la foto del perfil reconoce
perfectamente a la mujer que amó y con quien anhela regresar. El nombre también
coincide. “Ky-chan debe haberla escondido para no preocuparme. Es tan amable,
ese Ky-chan. Contrasta completamente con Danna.” Se ve muy joven en la fotografía.
Sólo con unos años más de los que él recordaba cuando se separó de ella. Pero
hay algo extraño en su rostro, algo que él nunca había visto. Ciertamente
estaba viva cuando le tomaron esa fotografía, pero hay algo que no encaja. Con
esa inexistente expresión en sus facciones, parece una muerta en vida. “Tal vez
estaba enferma cuando la tomaron. Sí, eso debe ser. ¿Cómo es que no mandaron
una mejor?”
Eso quiere creer. Realmente quiere
creerlo. Pero una fuera desconocida golpea su corazón cuando lee el motivo de
defunción, junto con la edad en que ocurrió:
- ¿Suicidio…? - después de
unos segundos de observar esa palabra detenidamente, se recupera un poco del
shock y logra pronunciar alguna frase, con la voz cortada. - No, no puede ser…
¿Suicidio? Esto tiene que estar mal. Yo tengo que haber vuelto a su lado en
algún momento y, si fuera así, ella jamás se hubiera quitado la vida. Además es
una mujer fuerte; aunque yo no volviera, ella encontraría a otra persona.
Porque atractivo no le falta, y simpatía tampoco. ¿Por qué…?
De entre las hojas cae un sobre muy
antiguo. Nota que fue abierto anteriormente, con mucho cuidado. “¿Ky-chan
también guardó esto aquí?” Axl se apresura a abrirlo cuando reconoce en el
remitente el nombre de quien ahora debería ser su suegra.
Dentro halla una vieja carta. El papel se
había tintado de amarillo por el paso de los años, pero aun así se puede leer
claramente lo que en ella se comunica.
- No puede ser… No puede ser
verdad…
Al leer eso, sentía que jamás podría
volver a fingir su usual sonrisa. Una parte de su ser se está perdiendo…
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Continua repitiéndose a si mismo que es imposible,
a medida que se aleja de la Orden, huyendo de esa carta. Cada frase le había
dolido leerla; a cada palabra, con más intensidad. Mientras avanzaba su
lectura, sentía que se iba destruyendo poco a poco.
“Megumi siempre lo esperó. Esperó y esperó todos los días.
Primero siendo realista, creyendo que se había atrasado al salir con alguna
otra chica. Luego pasaron los días y se comenzó a preocupar de verdad. Creyó
desde que había sufrido un accidente y estaba en algún hospital, hasta que lo
habían secuestrado debido a sus contactos con el científico del Proyecto Gear.
Hasta que llegó el día de la boda, el día que ambos habían
fijado en Junio. Mi Megumi quería ser una June Bride. Ese era su sueño desde
que empezó a salir con Axl. Pero este joven nunca apareció en la iglesia. Desde
entonces, Megumi parecía sin vida. No se quitaba el vestido de novia por nada,
argumentando que tenía que estar lista para casarse, pues su novio volvería muy
pronto.
Ese “muy pronto” no llegó ni en meses ni en años, que transcurrieron
monótonos para ella. Lo único que hacía era sentarse frente a la ventana de esa
casa de campo, donde prometieron pasar su luna de miel. Yo tenía que obligarla
a comer un poco, porque casi no se alimentaba. Estaba pálida y en los huesos.
Pero para ella todo estaba bien. Axl volvería muy pronto por ella.
Y ese “muy pronto” se tradujo en un “jamás”. Y un día ese
hechizó se rompió. De repente toda esa locura, esa soledad, esa esperanza
infundada se convirtió en dolor, en traición, en un odio profundo capaz de
destruir todo frente a ella. Se dio cuenta por fin de que su amor la había
abandonado, la había traicionado y olvidado. Se puso de pie y salió al patio,
con una mirada llena de dolor. Yo la seguí mientras ella caminaba. La vi cortar
sus vestidos, liberándose de las partes más molestas de él. Me sentía feliz,
pues ahora que había decidido enfrentar la realidad podía empezar a superar ese
trauma. Jamás pensé que iba a lanzarse, sin siquiera detenerse a pensarlo dos
veces, adentro de ese profundo y viejo pozo de la casa de campo (…)”
- ¡No es así! ¡Yo no la
abandoné, yo quería estar con ella…!
Maldice su suerte. Maldice al tiempo y a
su odio por él. Ese tiempo que lo separó de su Megumi.
- Ella perdió la cordura por
mi culpa… Ella perdió las ganas de vivir por mi culpa…
La verdad es que nunca volvería con ella.
Que todos sus intentos, pasados y futuros, de volver con ella serán en vano.
Porque ella ya se ha suicidado. Y lo hecho, hecho está. Nadie puede cambiarlo.
Cuando siente que va a estallar de dolor
en cualquier momento, aparece un joven frente a él. Parece estar sufriendo
también. Ah, es el chico esquizofrénico y múltiple personalidad. Ahora no
quiere estar con nadie, menos con alguien tan complejo e intratable. Sólo
quiere correr, huir de todo, de esa carta, del pasado, del tiempo, de saber de
todo el daño que le hizo a la mujer que ama.
Es entonces cuando oye una voz muy
conocida, un poco distorsionada. Viene del interior del joven que sufre
violentos espasmos.
- ¡Urameshii…! ¡Te odiaré
por siempre…! ¡Jamás te perdonaré…!
- No puede ser… No puede
ser…
Esa voz aguda, de ultratumba, le está
escupiendo palabras de odio desde adentro del cuerpo de ese joven australiano.
Esas palabras… Es imposible que ese chico, por muy esquizofrénico que sea,
conociese esa información…
“Lo último que la oí decir:
Te
odiaré hasta el fin del tiempo… Hasta que mi alma deje de existir, jamás te
perdonaré…”
- ¿…Megumi…? - se atreve a
pronunciar. De inmediato puede observar una leve reacción en el flexible cuerpo
contrario.
-Traidor, traidor, traidor…
A cada palabra, la cabeza del pobre hombre
da una vuelta sobre sí misma. Axl retrocede unos pasos, aterrado. Con esos ojos
perdidos, con las pupilas hacia el interior e inyectados en sangre, parece
querer romperlo en pedazos. Ahora que observa mejor, puede distinguir una
sombra sobre ese extraño cuerpo. Una sombra oscura de una mujer.
- Me duele… ¿por qué me
hiciste esto? ¿Por qué simplemente me olvidaste y te fuiste?
El rubio abre los ojos en shock. En la
sombra reconoce las trazas de lo que alguna vez fue su novia. El cabello largo
y negro, ese que tanto le gustaba acariciar. Ese cuerpo delgado y esas caderas
anchas que tanto le atraían. Y sobre ese cuerpo, ese vestido que con tanta
ilusión quería usar ese Junio del siglo XXI. Ahora roto en la parte inferior y
en las mangas, como su madre había descrito, deteriorado por los años,
desteñido y sucio. Mas no puede no reconocerlo. No puede olvidar la emoción en
los ojos de su novia el día en que lo vio en aquella vitrina por primera vez.
No puede soportar ver esa sombra, ahora
tan clara. “¿Ese es un espíritu, verdad…? Esa es… Megumi…” Por eso huye una vez
más, de la misma manera en que escapó de la carta que le reveló la verdad.
“No sólo enloqueció, sufrió y luego se
quitó la vida mientras me odiaba profundamente…” Mientras corre, lleva una mano
a su pecho, para ver si puede calmar un poco el dolor que lo está destrozando.
“Sino que ella, luego de morir, no pudo dejar de sufrir, no pudo dejar de
odiarme… El dolor era tan intenso que… acompañó a su alma después de la muerte…
Su espíritu no pudo descansar en paz. Se quedó en la tierra vagando, sufriendo,
odiando…”
- Como una encarnación del
rencor…
Ella era japonesa. Había oído de casos en
que, debido a sus emociones, distintos poderes nacen en las personas de esta
nacionalidad. Es más, es por eso que casi fueron llevados a la extinción en
esta época, luego de la Guerra
de los Gear. Los de ella despertaron de la peor manera posible. La
transformaron en un espíritu asesino, sujeto para siempre a su dolor. Sin
descanso, sin posibilidad de volver a ser feliz…
- Megumi…
Ha llegado a una colina, con un solo árbol
solitario. Sus grandes y gruesas ramas alcanzan ese cielo de color gris. Una
ligera neblina lo rodea. Parece querer engañarlo, borrar la imagen del vacío
luego del borde de ese monte. Invitándolo a hacer lo mismo que hizo su mujer…
- Megumi… ¿Qué te hice…? ¿En
qué te convertí? ¿Sufrirás para siempre… por mi culpa?
El dolor lo hace caer de rodillas sobre el
pasto seco. Después de mucho tiempo, no puede contener las lágrimas. Jamás
podrá volver a sonreír como antes. Es más, no se siente capaz de seguir
respirando. La entrada de aire le quema los pulmones. El fluir de su sangre le
corta las venas y presiona su corazón que la bombea, queriendo hacerlo
explotar.
-
Megumi… Megumi… Me duele… ¿Es esto lo que te hice sentir...? ¿Yo, que te prometí
hacerte más feliz que todos en el este mundo?
Entierra su puño en esa tierra infértil,
donde sólo puede crecer ese sombrío árbol, cuya presencia le da escalofríos. Lo
ve alzarse sobre él, mover sus ramas debido al viento helado que parece querer
lanzarlo por el borde de ese barranco. Y al pie de él, esa mujer de un blanco
sucio, con el rostro cubierto por los enredados cabellos negros.
- Detente… - trata de
retroceder, asustado de lo que ve, de esa entidad incorpórea que lo acecha. -
Yamero… ¡Yamero, yamero…!
Esa potente mirada sobre él, clavándose
esos agudos ojos azules, desorbitados, llenos de odio. Se calan en su ser y
congelan su alma.
- ¡Yo no quería hacerte
esto! ¡Yo no quería dejarte! ¡Eres la única mujer a la que he amado de verdad!
¡Quería estar contigo para siempre…!
Al notar que esa mirada no cambia ni un
ápice, comienza a ponerse más y más nervioso. A su cuerpo lo azotan temblores
furiosos. No son causados sólo por el terror; es el sufrimiento que esa figura
le produce al observar su peor error contra su amada Megumi. Un error que lo
atormentaría mientras esté con vida.
Dicen que una de las cosas que más duelen
en esta vida es el dolor de un ser amado. Que puede ser peor que ser el
causante mismo de esa aflicción. Y que ésta sea eterna, agonizante, que la
condene a vagar para siempre en los confines de esta tierra, llorando, gritando
de rabia y desesperación.
- ¡Jamás me hubiera alejado
de ti! ¡Por favor, deja de sufrir!
Pero esa mirada no cambia. Siente esa
pesada aura acercarse cada vez más. Toma su cabeza con sus manos, tratando de
apagar la punzante molestia en ella. Luego esa misma sensación se traslada a su
pecho, a esos tejidos que se comprimen sobre ese órgano vital.
- ¡Quiero que todo se termine! ¡Ya no quiero…
no quiero sufrir más! Por favor… - baja el rostro, rehusándose a seguir mirando
al frente. Alcanza a susurrar con voz débil: - Que alguien termine con este
dolor…
- ¡¡¡YAMEROOOO...!!!
Después de ese potente grito desde el
fondo de su garganta, no se oye nada más que un silencio de cementerio, sólo
interrumpido por el viento que sigue su trabajo, inmutable. Hasta el cuervo,
que por el ruido hizo un escándalo, permanece callado. Como si estuviera
asustado de esa ferocidad en su voz.
- Que asombrosa exclamación.
Una suave voz masculina detrás de él. Le
parece reconocerla, pero aun así voltea, alerta. Y tenía razón en levantar más
la guardia. Ahí está ese hombre misterioso, tapado, como siempre, de pies a
cabeza. El objetivo de cuanta persona conoce, incluido Danna. Se pregunta qué
estaría haciendo en ese lugar, sin ninguna compañía. Extraño como es, ya que
siempre está acompañado de alguno de sus seguidores, como unos centinelas que
lo protegen de los numerosos enemigos que se ha ganado.
- Este es un buen lugar para
estar solo, ¿no crees?
Sí, es extraño. Pero más extraño aun es el
hecho de que haya ganado esa gran cantidad de adversarios. Siendo tan sereno y
compasivo como es. Hasta le pareciera que esa aura de tranquilidad que irradia
su cubierto ser apaga un poco su angustia. Parece brillar entre esa niebla y
sin embargo esta parece hacerse más densa aun. Una niebla blanca…
- Lamento interrumpir tu
soledad, Axl Low.
Lo ve acercarse a él tranquilamente, a
paso pausado. Hay una sonrisa serena en sus labios. Retrocede un poco por
instinto. Algo tenía que hacerlo tan peligroso como para poder defenderse de
gente como Danna. No tiene que dejarse llevar por ese aire indefenso.
Sin embargo, ese misterioso hombre sigue
avanzando con cautela, hasta llegar a su lado. Se agacha en el suelo,
arreglando sus molestas y largas ropas para poder doblar las piernas. Axl no
quiere mirarlo a la cara. Prefiere observar la tierra agrietada. No sabe
porqué, pero se siente terriblemente culpable. Como si no tuviera que estar al
lado de ese hombre luego de saber la verdad sobre su Megumi…
- Megumi, ¿no? Ese era el
nombre de tu novia, ¿cierto?
Ante esto, Axl levanta la mirada,
sorprendido. Fue como si hubiese leído sus pensamientos. Sólo ve la misma
sonrisa tranquila.
- ¿Cómo…?
- Yo sé todo sobre ti, Axl
Low. Te duele muchísimo, ¿verdad? Tanto que sientes que tu corazón va a
estallar.
Se siente rodeado por ese cuerpo envuelto
en telas. La sensación es increíble. Tan frío y tan cálido a la vez. Además
esas ropas blancas lo hacen ver como un santo, como un ángel. Frío,
inalcanzable, eterno. Y sin embargo pareciera que quisiera bajar a confortar a
un mortal como él. Transmitir el calor que hay dentro de él.
- Yo sé lo que es eso… - lo
escucha susurrar, mientras se sorprende a si mismo humedeciendo esas ropas con
lágrimas. - A mí también me sucedió… hace tiempo…
“¿Qué será de lo que está hablando?
¿Tendrá que ver con Danna?” A pesar de que sigue sonriendo y de que no puede
ver sus ojos para notar bien la expresión de su rostro, sí puede notar ligeros
temblores azotándolo, casi imperceptibles. De repente le han entrado ganas de
protegerlo. “Algo muy grave debe haberle pasado…”
- ¿También traicionaste sin
querer a una persona muy importante para ti?
- ¿Eh? - lo siente
sobresaltarse. - Ah, no pienses en eso. Aun no puedo contarte nada, Axl Low.
- ¿Aun…?
Se produce otro silencio. Sólo se oye el
viento moviendo las ramas secas de ese colosal árbol. Vuelve a sentir ese
espíritu oscuro, acechándolo. “¡Megumi…!” Sin embargo, ahora pareciera que hay
una barrera invisible que le impide acercase como quisiera. Al percibir esa
frustración contenida, lo vuelve a envolver el miedo y el dolor.
Pero es la presencia de ese hombre la que
la aparta de él. Mantiene un corte entre la niebla oscura, gris, y la niebla
que surge desde atrás de ese hombre, misteriosa, de un color blanco brillante.
Por eso mismo no quiere alejarse de esa persona. Siente que caerá en ese abismo
profundo sin esa cuerda de salvación.
- ¿Quieres olvidarlo?
¿Quieres dejar de sentir?
- Siento que voy a perder la
cabeza… No puedo dejar de pensar en todo lo que le hice pasar… ¡Es como si su
dolor estuviera consumiéndome…! - no puede evitar derramar lágrimas, aunque se
había prometido no hacerlo más. - Duele… ¡Duele…!
- “Tanto que quieres dejar
de sentir”, ¿no es así?
Levanta el rostro asombrado. Lo oye
suspirar. A su parecer, se nota un poco triste.
- Pero para dejar de sentir
tendrías que dejar de ser humano, ¿no? No… - se corrige de inmediato. - No, ni
siquiera bastaría con no ser humano. Cuando tu novia murió, dejó de ser humana,
y pasó a ser un espíritu vengativo. Seguirás sintiendo aunque mueras y te
transformes en un fantasma.
- ¡Ya, ¿entonces…?!
Trata de apresurarlo, esperando una
solución que ese hombre parece conocer. Ese “espíritu vengativo” se acerca más
y más. Ya no es su Megumi, ya no quiere tenerla cerca. La presión se le hace
insoportable…
- No te impacientes. Dije
que tendrías que dejar de ser humano. Pero no todo lo que no es humano es
insensible. Los llamados Gear son una prueba de ello.
- Es verdad…
“Este hombre es el creador de esas
criaturas nacidas de la magia, los Gear.”
- Sé muy bien que ellos
sienten igual que nosotros. Recuerdo a esa pequeñita de cabello azul, tan
linda, siempre sufriendo por no poder controlar su propio poder…
- Dizzy… Tal vez algún día a
ella le suceda lo mismo que a ti.
Algo en él duele al oír esa sentencia. No
tiene ningún deseo de que esa chica tan tierna pase por esto. Ahora entiende por
qué ese hombre sonríe con tanta tristeza al verlo así. Si le ocurrió algo
parecido…
- Pero no sucederá. Para eso
ella tiene a ese poderoso caballero a su lado.
- ¿El Gear violento de
cabello negro?
Ese hombre le asiente, aun sonriendo. Algo
le dice que debería informarle de un asunto importante. Sin embargo lo olvida
de inmediato. La situación no le permite recordar aquella valiosa información,
escrita en los informes de Ky-chan.
Porque ese no es su asunto ahora. Al
sentirse presionado nuevamente, un escalofrío le recorre la espalda. Puede oír
esa voz conocida, distorsionada, susurrando su nombre. Cree que si no se da
prisa, ella lo alcanzaría y quizás que sucedería con él. Es una carrera
contrarreloj.
Como si pudiera leer sus pensamientos, ese
hombre se pone de pie a su lado. De inmediato siente una fuerza aun más
poderosa que la del espíritu vengativo, fluyendo de ese místico ser
encapuchado. La neblina blanca comienza a rodearlo. Se ve brillante, sublime,
como un ángel.
- Responde, Axl Low, ¿qué
ser no es humano ni es un Gear? - él lo mira interrogante, mientras el viento
provocado por su poder le suelta la bandana del cabello.
- Ni Gear ni humano… ¿¡no
será…!?
- ¿Te das cuenta? Eso no
sería…
De improviso, su poder aumenta
considerablemente, alejando todo rastro de esa presencia oscura. Pero también
ese brillo empieza a cegarlo. Toda esa presión, sumada al terror y la angustia
que había experimentado hasta momentos atrás, hacen que pierda rápidamente la
conciencia. No sin antes oír la respuesta:
- Eso no sería… un monstruo,
¿tal vez?
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En el limbo de su mente comienza a
escuchar el sonido lejano de una gota cayendo dentro de una laguna. El sonido
se vuelve más cercano, y se mezcla con una suave voz masculina. Pronto empieza
a tener conciencia de su propio cuerpo. Se siente pesado y duro, no tan liviano
y delgado como siempre. El sonido del agua se disuelve en ruidos de máquinas
funcionando. ¿Una fábrica? No, ¿un laboratorio? Ahora que lo piensa, puede
notar que se encuentra sumergido en un líquido extraño.
Trata de abrir los ojos lentamente, con
dificultad. Por fin se ajusta a la tenue luz. Ahora puede darse cuenta que
frente a él hay un vidrio, separándolo del resto del mundo y manteniéndolo en
una cápsula llena de ese líquido verde turquesa. Pero por alguna razón no
siente que se ahoga. ¿Acaso no está respirando? Se encuentra perfectamente sin
respirar. “¿Qué pasa aquí?”
Agudiza un poco más su vista. A través del
cristal puede ver la avanzada tecnología de este laboratorio. Múltiples
botones, palancas, un gráfico que parece haberse estabilizado luego de un
período de alteración extrema. Muchas sombras grises, por aquí y por allá, trozos
de metal, cuyo propósito no conoce, pero desea conocer.
Definiendo más las figuras en las sombras,
denota la silueta de una persona solitaria. Es ese hombre, con esa túnica y
capucha blancas de siempre. Está escribiendo cerca del gráfico. Mirando mejor
puede notar una delicada caligrafía, delgada y pequeña, parecida a la de
Ky-chan. Sin embargo, no puede entender nada de lo escrito. El idioma es
completamente desconocido para él. Ni siquiera podría decir cuál es. Pero, más
importante, ¿cómo es que puede ver esa letra desde tan lejos? No lo sabe. Su
vista parece haber mejorado considerablemente en tan sólo unos minutos. O tal
vez fueron horas. ¿Cuánto tiempo ha estado inconsciente?
El hombre deja de escribir y sonríe.
Parece satisfecho. Luego lo ve dirigirse hacia él. Nota por primera vez la
forma en que camina, como si flotara sobre el suelo. Al observarlo, algo cálido
se enciende en su pecho. Espera… Hay algo diferente… ¿Qué es lo que le falta?
- ¿Despertaste? - él asiente
por inercia. - No te preocupes. Te sacaré de inmediato de ahí dentro.
El sonido de su voz se oye claramente,
aunque distorsionado por el movimiento de ese líquido verde turquesa. Se aleja
un poco y se aproxima a una máquina. Hace unos arreglos, entre botones y palancas,
hasta que oye un switch. Entonces el líquido no identificado se drena
pausadamente de dentro de la cápsula de vidrio. Cuando ésta se abre, él cae de
rodillas al suelo de metal. No por la pérdida de aliento, como él esperaba, si
no que es por el repentino aumento de peso de su cuerpo. No parece su cuerpo de
siempre. Trata de ponerse de pie, lográndolo con un poco de esfuerzo.
- No te fuerces demasiado.
Todavía estás nuevo. - ese hombre lo ayuda a sostenerse, al parecer, con
dificultad. No parece tener mucha fuerza física después de todo.
- ¿Nuevo? ¿Eso tiene algo
que ver con el peso anormal de mi cuerpo?
- Te debe costar moverte.
Aun no te acostumbras a la consistencia de tu nuevo cuerpo.
Debe haberlo visto sin entender nada,
porque ese hombre soltó una risita divertida y lo condujo del brazo a una gran
cápsula (como la suya, rellena de un líquido turquesa), en la cual se puede
reflejar la imagen.
Pero se queda en shock al notar que lo que
esperaba ver no está ahí. Su largo cabello rubio se ha vuelto color de plata. Su
piel también ha cambiado de color, tornándose de un gris claro. Sus ojos, antes
azules y llenos de vida, se ven como dos canicas blancas grisáceas. Vacías,
inexpresivas. La piel de su rostro parece estar partiéndose por un lado, como
una máscara de papel. En sus hombros y en sus antebrazos tiene espinas
clavadas, que sobresalen al otro lado. La más grande está en su cabeza, como
una estaca. Lo más extraño es que no le hace ningún daño, no siente dolor al
ser atravesado así. Tampoco está saliendo ni una gota de sangre.
Aunque la mayor diferencia está dentro de
él. Siente que algo muy grande, muy importante le hace falta, pero no recuerda
qué. ¿Qué será? No debería haberlo olvidado. Esa falta parece estar en su
pecho. Por eso mueve su puño a ese lugar, inconscientemente.
- ¿Sientes un vacío ahí?
- ¿Eh?
- Debes estar consciente de
que el cambio en ti no afectó sólo tu físico. Permíteme hacerte reflexionar.
¿Sientes algún dolor ahora? ¿Estás sufriendo emocionalmente?
No tiene que pensarlo mucho. Es más, no
entiende el porqué de esa pregunta en este momento.
- No, para nada.
- Y recuerdas todo, ¿verdad?
Lo que ocurrió hace unos días, lo que descubriste de tu novia Megumi.
- Sí, lo recuerdo todo. -
dice sin más. - La carta que encontré en la Orden, el encuentro con el
australiano, cuando me acechó el espíritu de Megumi, y cuando me encontré con
usted en esa colina. Luego perdí el conocimiento, así que eso es todo lo que
recuerdo.
- ¿Te das cuenta? No te
desesperaste para nada al ver como cambió tu aspecto. Y cuando recordaste la
muerte de Megumi, por tu culpa, ¿sentiste algo? ¿Dolor, remordimiento, rabia?
- Mmm… No, nada. Es más, ni
siquiera me molesta que no me importe.
- ¿No te dije que te
salvaría? Transformándote en un monstruo…
- ¿Dejé de sentir…?
Ese hombre le sonríe, suspirando un poco
cansado. Él le había salvado, es verdad. Ya no siente esa angustia tan intensa,
ese penetrante deseo de dejar de respirar, de desaparecer de la faz de la
tierra. Esa culpa que lo comía por dentro ya no existe. Se
siente liviano de espíritu, verdaderamente sin ninguna preocupación. Como se
mostraba y debería haber sido Axl Low.
-
Tú aceptaste mi ayuda, y era lo único que podía hacer por ti. El destino no
quería que te reencontraras con Megumi. Aunque te hubiera mandado atrás en el
tiempo, al siglo XXI, seguramente el destino te hubiera llevado de vuelta a
esta época. Aun si estás en contra, tu futuro parece estar aquí, Axl Low. Tú no
tienes que terminar como yo, castigándote para siempre, cargando un pecado y
una culpa con todo el mundo…
-
Señor…
-
Yo elegí este camino y no me arrepiento. Es lo que merezco y es lo único que
puedo hacer para enmendar en algo mi error. Le debo mucho al mundo entero y no
puedo hacer más que esto. Y de paso torturarme por años, viviendo con la culpa.
Sólo así me siento un poco mejor conmigo mismo…
Sin detenerse a pensarlo, mueve uno de sus
pesados brazos y rodea el cuerpo contrario en un abrazo. Lo siente
sobresaltarse un poco. Luego se relaja y respira pausadamente. Esa cálida
respiración lo conmueve. “Que extraño… No debería estar sintiendo algo, ¿no? Él
dijo que borró todos mis sentimientos, que ahora soy un monstruo. ¿Por qué este
hombre me causa tanta ternura?”
-
Pero tú puedes salvarte. Ya no tienes que sufrir más.
Por primera vez siente el contacto directo
con su piel. Esa mano, suave y blanca, le acaricia el rostro. Una deliciosa
corriente eléctrica le recorre el cuerpo ante el contacto. “Que agradable…
estar cerca de él.” Con sus ojos que parecen de vidrio, observa hacia abajo.
Está apretando sus manos sobre su pecho, con fuerza, y se encuentra en una
posición encogida, refugiándose entre sus brazos. “Se ve tan triste…”
-
Ya no vas a sentir más dolor…
-
Pero hay algo extraño. Es cierto que me siento vacío por dentro. Me siento
ligero y sin preocupaciones mayores. Al recordar todo lo que ha pasado, no
siento culpa, ni dolor ni rabia.
-
Entonces el cambio dio resultado. ¿Cuál es el problema?
-
Es que… lo único que me causa tristeza es verlo a usted deprimido, como ahora.
-
¿Eh…?
Nota como se sobresalta y oculta más su
rostro en la capucha. “¿Se habrá sonrojado?” El nuevo Axl sonríe con ternura.
-
Y al verlo reaccionar así me causa tanta ternura.
-
Mou… no te burles…
-
El estar cerca de usted, - con su brazo lo presiona más contra él. - aun en
este piso mojado y frío, en un lugar oscuro como éste, se siente tan agradable.
-
Raven…
-
¿…Eh…?
Ese nombre. Es el nombre del sujeto que
le sirve a este hombre. Ese hombre frío como un monstruo, de cabello plateado…
¿Hombre frío? ¿Cómo un monstruo? ¿Cabello plateado…?
-
Sí, Axl Low. Tú eres Raven ahora. - le explica de inmediato, percibiendo su
confusión. - Fusioné tu alma y tu memoria con el cuerpo inmortal de un Norse Berseker.
Por eso ustedes no son la misma persona. Son dos entidades independientes, dos
cuerpos separados. Pero en el fondo son lo mismo. ¿Recuerdas que te molestaba,
te causaba rechazo estar cerca de Raven? ¿Recuerdas que fue él mismo quien te
explicó que eso sucedía porque los dos eran existencias paralelas y por lo
tanto se rechazaban al estar en el mismo espacio y la misma época?
-
Lo recuerdo.
“Tal vez, si aun fuera Axl Low, esto me
angustiaría, me preocuparía no ser yo. Pero ahora no. Sólo lo acepto. Ya no soy
Axl Low. Soy Raven.”
-
¿Por eso siento cosas por usted?
-
Puede ser. ¿Te molesta?
-
Claro que no. ¿Y a usted? ¿No le molesta que mis sentimientos sean creados?
-
No, no te preocupes. Además, ¿no sentías ya algo por mí?
Es verdad. Siempre había sentido algo
extraño al estar cerca de él, pero no sabía cómo definirlo. Lo observa un
momento, aun sin poder ver sus ojos. Esa frase, dicha con tanta naturalidad, le
hubiera causado algo de vergüenza si aun fuera Axl Low. Ahora sólo le provoca
un orgullo inmenso el estar a su lado.
-
Desde hoy tú eres Raven. Serás mi leal sirviente, ¿de acuerdo?
-
Usted me salvó. Le debo estar sano y sin dolor. Puedo vivir gracias a usted.
Además… - toma su rostro entre sus manos, sin apartar aun la capucha. - Lo
único que deseo ahora es entregarle mi vida a usted. Es lo único que tengo para
darle. Sea un sentimiento creado o no, para mí es real y es suficiente. ¿Para
usted realmente está bien?
-
Sí, porque ese eres tú, Raven.
Con cuidado, lo despoja de la capucha que
cubre su cabeza. Por primera vez puede apreciar algo más de él. Descubre bajo
ella finos cabellos plateados, casi blancos, del color de la luna. Esa mística
luna, alta, inalcanzable, que vela por nosotros en la oscuridad. Y libera su
niebla blanca…
-
Raven…
Sin
pensar en nada más que en este hombre, posa sus labios violentamente sobre los
suyos. Ve como sus ojos se abren por la sorpresa.
Esos ojos… Esos ojos brillantes, llenos de
misterio y un encanto sobrenatural. De ese color puro e indescriptible, que
parecen observar hasta el rincón más profundo de tu alma.
Esos mismos ojos se entrecierran con un
poco de dolor. Su voz suave y usualmente calmada deja escapar un gemido ahogado
cuando introduce su larga lengua en su boca, y empieza a jugar con la suya.
Sobre esas mejillas blancas aparece un ligero sonrojo.
Sin poder esperar, lo toma por los hombros
y lo posiciona sobre el suelo de metal. Procede a despojarlo de esas ropas que
siempre le han estorbado la vista. Ahora puede admirar esa piel blanca como la
leche. Se ve deliciosa y, al posar sus grandes manos sobre ella puede sentir
una suavidad parecida a la seda.
-
¡Raven…!
Esa voz ansiosa lo invita a continuar.
Acaricia su mejilla suavemente, apartando los cabellos blancos. Con su otra
mano levanta una de sus delgadas piernas y la sube sobre su hombro. Lo ve
temblar cuando pasa su lengua por esa extremidad. “Es tan adorable…” Esa mirada
muda y expectante lo está matando…
Con un acuerdo tácito, responde a esos
ojos y suspiros suplicantes. De una sola vez ingresa en su apretado cuerpo.
-
Urgh… sí que aprieta…
-
Ahh… Raven, tu…
Lo observa, esperando escuchar que es lo
que iba a decir.
-
Tu… pene es muy grande…
-
Je je, que cosas más lindas dice mi señor.
Comienza a moverse con fuerza, sabiendo de
antemano el placer que ese hombre siente con el dolor. Con sólo verlo era
obvio. Esa misma condena que se autoimpuso es una prueba de ello.
-
¿Qué más?
-
¡Ahh, Raven…!
Oírlo llamar su nombre entre gemidos lo
hace descontrolarse. Necesita moverse, quiere escucharlo gemir, gritar más
alto. Su nombre… ese nombre que su señor le puso, la muestra de que ahora es
suyo.
-
Llámeme… Llámeme más por ese nombre, geika… - puede sentir un poco de sangre
cubrir su miembro, que se mueve frenéticamente dentro de ese hombre.
-
¡Raven… Raven…! Es tan grande y duro… es como un trozo de metal… Ahh…
-
¿Le gustaría? Hacerlo con un robot con una verga de hierro.
-
¡Raven! - lo regaña totalmente sonrojado. Con una de sus manos cubre su rostro.
-
Androidismo, ¿no? Ya me imaginaba eso de usted.
-
¡No te rías, Raven! ¡Ahh…! Me duele…
Es cierto. Lo está desgarrando por dentro.
Puede sentir un poco más de sangre cubrir su miembro. Se siente tan bien… Esa
sangre, la estrechez… Y el calor y el frío de ese cuerpo.
-
Se siente bien… ¡Raven…!
“¡No puedo parar!” Lo levanta por las
caderas y lo lleva a un mesón de metal. Lo sienta sobre él, mientras sigue
penetrándolo de pie. Pareciera que llega más adentro en esta posición.
-
¡Ahí…! ¡No más…! ¡Iyaaa…!
-
¿Le gusta aquí, geika?
El otro le asiente nervioso, mordiendo su
labio inferior, con los ojos brillantes, llenos de lágrimas de placer y dolor.
“¿Cuál es el hechizo de este hombre? En
este momento puedo entender porque Frederick sigue atado a él. Como ese japonés
decidió seguirlo. Incluso como una mujer como I-no le es tan devota. Era
imposible que todo eso no sucediese.”
-
Me duele, pero… se siente tan bien… ¿Por qué…?
Esa voz entrecortada le excita más que
cualquier cosa. “Ahora sólo puedo ver al ser que me dio la vida de nuevo. Sin
él hubiera terminado igual que Megumi, seguramente. Pero él me ofreció otro
camino. Siguiéndolo tendría que dejarlo todo, olvidarlo todo, incluso como
sonreír. Mas, con tal de dejar de sentir ese dolor que me consumía, lo
aceptaría con gusto. Sinceramente, ahora sólo deseo servirle con todo lo que
pueda. Nada más que él ha de emocionarme en la vida. Él, quien me bautizó con
un nuevo nombre.
-
¡Raven…! ¡Raven…! Más… ¡quiero más…!
-
Que señor más exigente tengo.
- Tu
voz… Me gusta, Raven. Tu profunda, fría voz que se va haciendo ardiente…
por mi causa…
-
Hágame sentir, geika… Mi ángel eterno…
“Ahora sólo le serviré a esta persona, a
este ángel cuyo nombre aun no conozco, y no necesito conocer.
Él
me brindó la salvación a mi dolor y me dio un motivo para seguir con vida. Mi
corazón ya no duele, el recuerdo ya no duele. Tan sólo tengo un deseo:
complacer y proteger a mi geika.”
-
Iyaa, ya, no puedo más… ¡Me… me corro…!
-
Quiero correrme dentro, geika…
-
Esa voz… me encanta… Córrete dentro, lléname con tu veneno… ¡Raven…!
“Veo como un líquido negro, expulsado por
mí, sale de su interior, en forma de hilos…”
“Yo soy un monstruo.”
“Raven…”
“¿Serás mío para siempre?”
“¿Aunque olvides como
sonreír?”
“Sí, geika.”
“Soy
tan feliz, Raven…”
“Ya no soy el hombre que era
originalmente. No queda ni un vestigio de esa personalidad despreocupada y
alegre que bromeaba por todo. Que perseguía a cuanta mujer se le pasaba por
enfrente. Ahora sólo soy un hombre sin sentimientos más que la adoración a este
hombre. Que podría masacrar a un pueblo entero sin sentir el más mínimo
remordimiento. Por él.”
Ese
es el despertar de Raven, la enfermedad inmortal.
Sayonara,
Megumi…
Sayonara,
Axl Low.
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