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martes, 13 de agosto de 2019

[Escrito] El cielo que alcanzamos - Capítulo 01: Cumpleaños


“El cielo que alcanzamos”
(Tadoritsuita Heaven)
por Himutako Mizu (RPMizu)


Capítulo 01: "Cumpleaños”
  

…Hace mucho, mucho tiempo, hubo un reino suspendido en los cielos. En él vivió un joven que no pertenecía a ese lugar. Un joven con un corazón puro como el de un ángel. Pero un día, un demonio cautivó su corazón y, con el tiempo, olvidó su misión.



“¿Ya llegó Demian? Qué falta de respeto hacernos esperar.”

“El Sumo Sacerdote ya está por llegar. Por favor, espérenlo unos minutos más, Grandes Sabios…”

“¡No puede hacernos esto cada vez que se le da la gana! ¡Por más que el Gran Rey Lázaro lo dejó como su protegido, eso no le da derecho a pasar por sobre nuestra autoridad!”

“Ya llegué, ya llegué. No se desquiten con el pobre guardia.”

El Sumo Sacerdote, Demian, entró en el Gran Salón sin anunciarse. Le dirigió una mirada de reojo al guardia que estaba intentando justificar su retraso a la dichosa audiencia. Aun ahora le llama la atención que, siendo los guardias tan altos, aun así, son ligeramente más bajos que él. Simplemente él es demasiado alto y lo sabe. Bueno, es de esperarse.

“Ya puedes marcharte.”

Así indica uno de los siete ancianos que se encuentran sentados alrededor de la larga mesa. El guardia no se lo piensa dos veces. Pareciera que a todos les aterran estos ancianos. Serán más débiles que una ramita carbonizada, pero su palabra tiene el mismo peso que la del Rey. A veces incluso más. Y, aun así, él se atrevió a llegar tarde. Sonríe socarronamente.

“¿Qué desean de mí, Excelencias?” no puede evitar que su tono suene un poco sarcástico.

“Demian, no estás cumpliendo con tus funciones como Sumo Sacerdote.”

“¿A qué se refieren, señores? No recuerdo ninguna situación que requiera de mis servicios actualmente.”

“Eres el consejero directo del rey, ¿verdad? ¿No crees que hay una situación relacionada a esas funciones que deberías solucionar cuanto antes?”

            Hace como que se lo piensa un poco. La verdad sabe perfectamente de qué le hablan. Ya lo habían molestado con ello varias veces en el pasado. No debe ser coincidencia que retomasen el tema ahora que el cumpleaños del Rey Kyrios está tan cerca. Ya va a cumplir dieciocho años. Es increíble cómo ha pasado el tiempo. Pareciera que fue ayer que era un chiquillo sin ninguna idea de la vida. No sabe si reír o enternecerse.

“¿Se refieren a la conducta sexual del Rey?” decide romper el silencio finalmente, con el asunto al que está seguro que se refieren, y que además los perturba de sobremanera, al escuchar esa afirmación tan descarada.

“…Sí, eso exactamente.” susurra nerviosa una de los ancianos. “Necesitamos que el Gran Rey Kyrios tenga descendencia lo más pronto posible. Han pasado ya cuatro años desde que ascendió al trono y aún no ha querido siquiera tomar a una mujer en su harén.”

“El Gran Rey Lázaro ya estaba casado con la anterior Reina a su edad, y estaba bien encaminado a tener descendencia. Es verdad que el Rey Lázaro nunca estableció un harén, pero cumplió con sus deberes. Que los Dioses nos libren de ello, pero imagina que el Rey Kyrios falleciera joven como su padre. La línea real se acabaría, sin mencionar las consecuencias que eso traería para la seguridad del Reino de Midgard, como tú bien las conoces.”

“Lo comprendo, pero el Rey Kyrios ha expresado tajantemente su voluntad de no establecer ningún harén. Igual que a su difunto padre, le parece una práctica de lo más despreciable.”

“Lo sabemos, pero debes hacer algo pronto para hacerlo cambiar de parecer.” dijo titubeante uno de los ancianos, con mucha incomodidad.

Al parecer la penetrante mirada que les estaba dirigiendo estaba surtiendo el efecto esperado. Probablemente no podría librarse de la situación, pero al menos podría cobrar una pequeña venganza con ese grupo de decrépitos.

“También hay dudas de su dominancia, ya que no tiene ningún esclavo tampoco.”

“Es que nuestro rey es una criatura muy noble, igual que su padre.”

“Como sea, si no va a tener mujeres que demuestren su hombría, al menos debería tener esclavos para que no duden de su dominancia. Un rey debe mostrar dominancia en todo momento. Se supone que deberías haberle enseñado eso, Demian.”

“Así fue, Excelencias. Sin embargo, el modelo de su padre puede que sea aún más poderoso.”

“No queremos excusas, Sumo Sacerdote. Haz tu trabajo y consíguele un esclavo para despejar esos rumores.”

“Entendido.”

            Con una reverencia, Demian se marcha de la habitación. Esos ancianos, siempre causando problemas con sus exigencias. Ahora tendría que conseguir un regalo de cumpleaños bastante particular. Suelta una risa divertida.

“Me pregunto que irá a opinar Raziel.”


“¡Bienvenidos, bienvenidos! ¡Pasen por aquí, señoras y señores!”

Un hombre joven, de unos 20 años, camina por el ruidoso pueblo. A medida que avanza, el bullicio se hace cada vez más molesto. Frunce el ceño y se cruza de brazos.

¿Qué diablos pasa...?”

Con una mezcla de curiosidad y molestia, entra en una calle en la que hay mucha gente reunida. No recuerda nada especial para este día. ¿Será día de tributo? Aun así, es demasiado escándalo. Salió de la ciudad por unas semanas y ya se le olvidó todo. Qué mala forma de volver a la realidad.

“Oye” Se dirige a una anciana que se encuentra a su lado. “¿Qué pasa? ¿Por qué tanto barullo?”

¿No lo recuerda, joven? ¡Hoy es el cumpleaños del Gran Rey Kyrios! ¡Están haciendo un desfile en su honor!” responde ella, emocionada, para luego añadir un dejo de nerviosismo: “Si lo olvidó debería comprar su regalo de inmediato o, de lo contrario, lo castigarán.”

“Mmm... Ok, gracias por recordármelo.”

El joven se aleja de esa calle, pero la celebración está por todas partes, impidiéndole huir. Y la causa lo dejó aún más lleno de ira. Kyrios… Ese bastardo no es el rey para él, y no sólo porque nadie podrá jamás reemplazar al Gran Rey Lázaro. Pero no importa. Después de todo, Kyrios no puede hacerle nada porque, o si no, estaría faltando a la promesa que hizo con su fallecido padre. Eso quiere decir que no pasará nada si no le compra un regalo. Sonríe para sus adentros.

Un gran desfile se aproxima a su derecha. No puede evitar pensar que es demasiado carnaval para un idiota como ese. Suspira con fastidio. Bueno, lo único que queda es disfrutar a expensas de una celebración que poco le importa. Ojalá tengan alcohol de calidad, al menos.

Entonces sus ojos se fijan en la larga hilera que conforma el desfile. Dos filas de hermosas mujeres bailando con escasa vestimenta. Sonríe satisfecho.

"Bueno, esto no está nada mal."

De repente ve algo que realmente llama su atención. Arriba de un carro viene… un chico. Sí, no es una mujer. Su pecho es totalmente plano, y además está al descubierto. Está bailando, con mucha gracia. Algo en él atrae su mirada. De hecho, no puede hacer más que ver al chico bailar. Sus enérgicos movimientos le hipnotizan, y la radiante sonrisa en sus labios le provoca sonreír de vuelta inevitablemente. Desprende vitalidad por todo su cuerpo, aunque al mismo tiempo se mueva con elegancia. Sus ojos azules despiden un brillo inocente.

“Qué chico tan lindo...”

El chico de las ropas de color de fuego termina su sensual baile en una posición que le sugiere que se acerque a él, que haga lo que tiene en mente. Es entonces cuando baja la mirada y nota un ligero problema con el que tendrá que lidiar pronto.

“Vaya. Hace tiempo que no me pasaba sólo por ver a un desconocido.” Dijo, para luego reír sin ningún sentido de la vergüenza.


Más lejos, en un callejón, una figura alta envuelta en mantas oscuras, también observa al bailarín desde las sombras. Sus ojos verdes reflejan malicia.

“Mmm…. No está mal. Creo que encontré lo que buscaba.”


“Papá va a querer matarme... Me dijo expresamente que no me separara de él.”

El chico termina de cambiarse de ropa, en medio de un callejón oscuro. Envuelve en una bolsita las vistosas ropas con las que había estado bailando sobre los carros del desfile. Todo lo había hecho a escondidas de su padre, ya que él nunca le permitiría exponerse de esa forma. Se pondrá furioso si se entera.

“Ahora, a buscar a papá.”

            El chico comienza a correr por el pueblo, entre los numerosos puestos que se han instalado provisoriamente por el cumpleaños del Gran Rey Kyrios. Una sonrisa se pinta en su rostro al ver nuevamente el entusiasmo que envuelve al mercado.

“¡Céfiro! ¿¡Dónde estabas metido!?”

            Es la voz de su viejo padre, el cual está descargando la mercancía de una destartalada carroza que utilizan para venir a dejar sus víveres al pueblo. Una punzada de culpa le atraviesa el pecho. No sólo lo había desobedecido, también debería haber estado ayudando.

“¡Papá! Lo siento, quería ver el carnaval y no me pude resistir.”

            Intenta poner cara de niño bueno. Sabe que el corazón de su padre se derretirá con eso. Es un poco injusto y manipulador, pero no tiene más opción. Como esperaba, el ceño fruncido de su padre se suaviza.

“Bueno, es normal. Hoy se celebra un importante evento.”

“Sí, el cumpleaños del Gran Rey Kyrios.” afirma Céfiro feliz.

“Así es. Nuestras tierras se encuentran siempre en armonía gracias a él, así que hay que celebrar en grande su nacimiento.”

“Tengo entendido que hace varios años, cuando yo aún era muy pequeño, había conflictos y guerras con los seres de allá abajo, ¿cierto? Pero gracias al Gran Rey Lázaro en su tiempo, y ahora gracias al Rey Kyrios, el reino está a salvo. Me pregunto cómo logrará una hazaña como esa…”

“Ni idea. Después de todo, nadie en el pueblo lo ha visto nunca siquiera, así que no puedo ni imaginar cómo lo consigue.”

“Me gustaría poder verlo algún día…” susurra Céfiro de forma soñadora.

“Sabes que eso no sucederá. Sólo somos campesinos. Imposible que tengamos esa oportunidad.”

“Lo sé.” Luego añade lo siguiente, al ver a su padre entristecerse. “No te preocupes, papá. Yo estoy muy feliz con la vida que llevamos. Me gusta el trabajo, y todo está bien mientras pueda estar contigo.”

“Ay, mi pequeño Céfiro. Me encantaría poder darte una vida mejor. Lo que dices es muy importante para mí.”

            Céfiro abraza a su padre con todo el cariño del mundo. Están los dos solos en este mundo, después de todo. Él debe cuidar a su padre ahora que se está haciendo mayor. Lo que le recuerda que deberían terminar de hacer las entregas. Se dispone a descargar las cajas con verduras y acercarlas a la tienda en donde las solicitaron.

“¡Céfiro! Ya estaba extrañando verlos por aquí.”

“Buenas tardes. Estamos haciendo las últimas entregas del día. Disculpe por no venir antes.”

“No te preocupes. Tu padre y tú nos han ayudado tanto que un pequeño retraso no va a cambiar nuestra relación. Además, sus productos son excelentes. Ustedes son los mejores cosechando.”

“Muchas gracias.” Le sonríe.

“Siempre me llama la atención que eres mucho más fuerte de lo que aparentas.” Le dice el encargado de la tienda, al verlo entrar las cajas al recinto.

Céfiro frunce el ceño, ofendido. “¿Qué quiere decir con eso?”

“Nada, nada.” Ríe el señor. “Es sólo que eres bastante delgado y joven, eso es todo. Eres muy bueno en este trabajo. Tienes muy buena disposición y tienes una llegada excelente con la gente del distrito comercial. Todos te adoran.”

“Me alegra escuchar eso.” Céfiro deja la última caja en el suelo, mientras su padre solicita la firma del recibo de la mercancía.

“Terminamos por hoy, Céfiro. Podemos ir a descansar.” Su padre acaricia su cabeza con brusquedad, revolviendo sus cabellos blancos.

“¡No, no, no!” Protesta él con energía, mientras salen de la tienda. “¡Quiero ver los eventos! ¡Quiero verlos!”

“Nada de eso. Debemos acostarnos temprano si queremos comenzar a trabajar al amanecer. Además, ya te escapaste una vez. Es peligroso que andes por ahí solo, y yo no puedo vigilarte como siempre. No soy tan ágil como antes.”

“Te haces viejo.”

“Muy gracioso. Y tú sigues siendo esa ternurita traviesa, que corría por las calles y me hacía perseguirlo.” Los ojos de su padre reflejan nostalgia. Lo sigue considerando un niño. “Eres mi único hijo, mi única familia."

            En ese momento llegan varios hombres montados a caballo. Sin dudas, son guardias del palacio. Menos uno, claro, cuyo elegante atuendo indica que posee un rango mayor. Sus brillantes ojos verdes llaman la atención de Céfiro.

“Disculpen, hombres. Necesito tener una palabra con ustedes.” La voz profunda del hombre elegante los intimida a ambos de inmediato, aunque esté usando un tono amable.

“Nosotros no hemos hecho nada. Hemos pagado todas nuestras contribuciones, y no hemos cometido ningún crimen.”

Céfiro se asusta al escuchar a su padre excusarse tratando de no titubear. Más aún cuando intenta protegerlo con su cuerpo. El hombre alto ríe ligeramente.

“Oh, no, no. Sé que no deben nada. No es de eso de lo que quiero conversar.”

            En un segundo está al lado de ambos, agarrando a Céfiro del brazo bruscamente. El padre reacciona automáticamente para defender a su hijo, pero los guardias lo alejan empujándolo al suelo.

“¡Papá! ¿¡Quién te crees que eres!? ¡No traten así a mi padre!”

“¿¡Cómo te atreves a hablarle así al Sumo Sacerdote!?”

            Entonces, Céfiro se da cuenta de su insolencia. Sabía que era alguien importante del palacio, pero no imaginó que era el mismísimo Sumo Sacerdote. Ahora teme por la vida de su padre. No debería haber actuado así. Sin embargo, el Sumo Sacerdote sólo se ríe otra vez.

“Vaya, vaya. Qué jovencito más atrevido. Así es, soy el Sumo Sacerdote Demian, encargado también de la educación del Rey Kyrios y de ser su consejero principal. Estoy aquí para llevarle un regalo justamente a él.”

“Lo lamento, mi señor. Pensé que sólo los nobles debían enviar regalos a Su Majestad.”

“Oh, no, anciano. Me refiero a mi regalo, el cual está justamente aquí.” De un tirón, Demian lanza a Céfiro sobre su caballo, tomando por sorpresa a padre e hijo. “Será un excelente esclavo para el Rey Kyrios.”

“¿¡Qué!? ¡No pueden llevarse a mi hijo! ¡A él no!”

Los guardias le cortan el paso. “No dé un paso más, anciano. No queremos tener que usar nuevamente la fuerza.”

“¡Yo puedo trabajar mejor! ¡Llévenme a mí, se lo suplico!”

“Me temo que usted no cumple los parámetros para el tipo de esclavo que estoy buscando.”

“No… ¡Él es demasiado joven para eso! ¡Mi niño no ha hecho nada malo!” Céfiro no comprende el horror de su padre.

“Entiéndalo, señor, no se acerque al Sumo Sacerdote.”

“¡Basta!”

Todos quedan sorprendidos por el repentino grito de Céfiro. Luego se dirige al sacerdote con respeto, guardando la rabia en su interior. Esto es una injusticia tremenda, pero si puede proteger a su padre, bien que lo obedecerá.

“Iré con usted, pero deje a mi padre en paz.”

“¿Te atreves a darme órdenes?” Su cuerpo se estremece al oír eso. Sin embargo, Demian sólo suspira para luego reír nuevamente. “Está bien. Dejen al viejo y vámonos de aquí. La fiesta del palacio debe estar a punto de empezar y no quiero hacer esperar al Rey.”

            Los guardias asienten y montan en sus caballos. Demian monta en el caballo negro como la noche, en el que ya se encuentra Céfiro. Intenta sonreírle a su padre para tranquilizarlo, aunque su propio corazón está latiendo a mil por hora.

“¡Estaré bien, papá! ¡No te preocupes por mí!” alcanza a decirle mientras se alejan.

A sus oídos llega la voz desesperada de su padre llamando su nombre, hasta que desaparece en la distancia. Céfiro agacha la mirada, pensando en lo que sería de él de ahora en adelante. Su vida ha dado un giro de un momento a otro. Será el esclavo del Gran Rey Kyrios, un soberano al que no ha visto en su vida. Ni él ni nadie. No le molesta el trabajo, pero tiene que cuidar de su padre. Sólo lo tiene a él. ¿Podría convencer al Rey de dejarlo volver con él? Le gustaría estar tan seguro como sonó cuando le dijo que estaría bien.

“Agárrate fuerte de mi cintura. Debemos ir más rápido, o de lo contrario no llegaremos a tiempo a la fiesta.”

“¡No pienso tocar a alguien como usted!”

No pudo evitarlo. La frase insolente salió antes de que pudiera retenerla. Ese hombre tan cruel e injusto lo llena de ira. Demian frunce el ceño, probablemente cansado de su atrevimiento.

“Si no lo haces, te vas a caer, y no quiero estropear el regalo para Kyrios.”

            ¿Dijo Kyrios, sin un honorífico ni nada por el estilo? Bueno, tal vez la figura del Sumo Sacerdote era así de cercana al Rey. Después de todo, él mismo se presentó como su consejero principal. Además, qué sabe él, un niño del campo, de lo que es normal dentro del palacio o no. Descartó esos pensamientos rápidamente.

            Céfiro se ve obligado a abrazar al sacerdote por la cintura, al sentir como repentinamente el caballo aumenta la velocidad y temer caer de bruces del lomo del animal. Luego de cabalgar largo tiempo, puede ver el palacio de oro y plata a la distancia. Se dice que se remodeló de esa forma en honor a los anteriores soberanos, ahora difuntos, el Gran Rey Lázaro y la Gran Reina Freya, ya que esas tonalidades los representaban a ambos.

La escolta se detiene frente al palacio. Demian le indica que descienda del caballo, y decide obedecerle de mala gana al no tener otra alternativa. No importa. Ya está planeando escapar en cuanto se dé la oportunidad. Eso, o intentar convencer al rey de dejarlo ir, pero no confía demasiado en esa opción.

De repente, la oscuridad lo rodea. Hay una tela sobre él, aprisionándolo dentro de… ¿un saco? No puede evitar retorcerse de inmediato para intentar zafarse.

“¡Oye! ¿¡Qué pasa!? ¡Déjenme salir!”

“Deja de forcejear, niño. Es sólo para que nadie te vea.” Escucha la voz grave del sacerdote desde fuera. “Ahora te vas a quedar tranquilo.”

            A aquella frase le siguió un dolor punzante en su brazo, como una aguja clavándose e inyectando algo desconocido dentro de su organismo. En cosa de segundos, su cuerpo pierde fuerza y comienza a cerrar los ojos. La escalofriante risa del sacerdote retumba en sus oídos.

“Dulces sueños. Ya has llegado a tu nuevo hogar.”


“¿Por qué está todo apagado?” se oye suspirar a una suave voz en la oscuridad. “Enciendan las luces, por favor.”

            La verdad sabe exactamente de qué trata todo esto. Es imposible no saberlo después de todo el alboroto que ha habido en el pueblo durante todo el día. Claro, él no había podido salir a presenciar los festejos, pero el ruido llegó sin problemas hasta el palacio. En cuanto se encendieron las luces pudo comprobar sus obvias sospechas.

“¡Feliz cumpleaños, Su Majestad!”

            Las felicitaciones inundan el Gran Salón de Eventos. Toda la gente del palacio, menos algunos guardias que se encuentran de turno y el personal de la cocina, está presente. Claro, tampoco se encuentran los esclavos. Kyrios se entristece un poco al pensar en ello. Le encantaría poder cambiar esa política. Al menos le gustaría que estuvieran presentes en la comida que realizaría más tarde el personal de cocina y los guardias que ahora se están de turno, pero los Grandes Sabios no quieren ceder en sus antiguas leyes. Bueno, comenzó su reinado desde hace un par de años solamente. Es normal que no pueda cambiar decretos con décadas de vigencia en un periodo de tiempo tan corto como ese. Eso, tiene que tener confianza en sí mismo. Es lo que siempre le dijo Demian. Demian…

            Va saludando de lejos a los presentes, ya que no se le permite establecer contacto físico con nadie, excepto algunos individuos muy bien seleccionados. O algo así. Más bien, sólo puede tener contacto físico con su sirvienta personal, que se encarga de vestirlo y bañarlo, y con los protegidos de su padre, los cuales son unas dos o tres personas solamente. Y claro, con su familia, la familia real, de la cual en línea directa sólo queda él, por lo que no vale la pena siquiera pensar en eso. Algún día cambiaría esa regla también.

            La gran mesa a la que debe sentarse el rey está llena de los más exquisitos platillos, todos a su disposición. Kyrios se ubica en la cabecera de ésta y les indica a los presentes que tomen asiento. De pie, Kyrios se dirige a sus invitados.

“Queridos presentes, primero que nada, muchas gracias por tomarse el trabajo de celebrar mi cumpleaños. Es, de hecho, una fecha muy importante y digna de festejarse: hoy cumplo mis 18 años, edad a la que mi padre, el difunto Gran Rey Lázaro, asumió el trono. Tras tres años de espera, por fin me siento como el legítimo rey de nuestro hermoso Reino de Midgard. Espero que este sea el comienzo de una nueva y gloriosa era para Midgard. ¡Salud!”

            Luego de ese corto discurso, todos los presentes aplauden y levantan sus copas para brindar. El Rey Kyrios se abstiene de comer en demasía y observa feliz como la gente se divierte. Intentará ser un digno sucesor de su padre. Quiere que se sienta orgulloso de él, donde quiera que esté. Por eso va a esforzarse al máximo. Por eso se alejó de ese hombre…

“¡Kyrios!”

            Sus pensamientos son interrumpidos por la enérgica voz de un chico al que conoce muy bien, y que sabe que lo siguiente que hará será rodear sus hombros con sus brazos. Es uno de los únicos parientes que le quedan. Neil, un primo lejano que se convirtió en su único amigo. Aunque Kyrios había intentado distanciarse de él durante estos últimos años, Neil nunca lo ha dejado en paz y siempre sabe cómo hacerlo sonreír.

“Tienes una cara de seriedad absoluta. Vamos, hombre, que es tu cumpleaños. Sonríe un poco.” se ríe él, haciéndole un poco de daño con su abrazo tan efusivo.

“Tú no tienes porqué ser tan escandaloso, Neil.”

“Lo siento. Es que estoy muy feliz. Mi tío lo estaría también. Después tienes que mostrarme tus infinitos regalos.” Ríe su primo. Él asiente con una sonrisa. “Ah, ahí viene Elaine a saludarte. ¡Oye, Elaine!”

            Kyrios sonríe con ternura. Ahí viene una mujer alta y joven, cuya apariencia contrasta totalmente con la de Neil, su hermano menor. Al parecer son hijos de madres diferentes, pero no por eso son menos unidos. Ambos lo han apoyado siempre en todo. Son la única familia que le queda.

“Felicitaciones en su cumpleaños, Su Majestad.” La mujer hace una reverencia, ante lo cual el aludido sólo suelta una risita suave.

“Ya te he dicho que no tienes porqué ser tan respetuosa conmigo, Elaine. Eres como mi hermana mayor.”

“Agradezco su consideración, Su Majestad.” Realmente no tiene remedio.

“Elaine es demasiado correcta. Eso no es bueno.”

“Normalmente sí lo es. Deberías aprender un poco de mí, de hecho.” Le reprocha ella.

“¿Cómo pueden ser hermanos siendo tan distintos?” Ríe Kyrios sin pensar.

“Eso es lo que digo yo.” Entonces, Neil divisa un grupo de chicas a lo lejos. Kyrios, y al parecer también Elaine por la expresión que puso, siente un poco de vergüenza ajena al oírlo silbar sin recato alguno. “Lo siento, chicos, pero esas bellezas me esperan.” Y dicho esto, parte corriendo hacia allá, siendo bastante bien recibido.

“Ese Neil, siempre ligando. ¿Qué voy a hacer con él?” Su hermana se cruza de brazos, claramente molesta.

“Así es él, qué le vamos a hacer.”

            Entonces, Kyrios comienza a buscar a alguien con la vista, pero no lo encuentra por ningún lado. Ante esto, se dirige a Elaine nuevamente.

“¿Y Demian? ¿Sabes dónde está?”

“¿El Sacerdote? Fue al pueblo a conseguir su regalo hace algunas horas y aún no ha vuelto.” Ese ve un poco incómoda. Kyrios sabe que a ella no le agrada mucho el Sumo Sacerdote que digamos. Como a mucha gente, la verdad. Bota un suspiro sin poder evitarlo.

“Gracias por la información. Siempre al tanto de todo, ¿verdad?” Ella se ve orgullosa ante ese comentario. “Por algo eres mi consejera junto a Demian. Nunca me arrepentiré de tenerte esta confianza.” Entonces se levanta de su puesto. “Espero que Demian no se demore en llegar, o se va a perder la fiesta…”

            Qué desconsiderado de su parte. Es su cumpleaños. Ese Demian… Un dejo de tristeza se deja ver en un nuevo suspiro.


            Lentamente va recuperando la consciencia. Lo primero que siente es un dolor agudo en su cabeza. Luego, la comodidad de lo que parece ser una cama mucho más mullida que la suya. ¿Dónde se encuentra? El recuerdo del Sumo Sacerdote y de la aguja clavándose en su brazo lo traen de golpe a la realidad.

“¿¡Qué pasó!?”

            La luz del día ya se ha ido. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿De quién es esta cama de sábanas de seda verdes? Seguro el Sumo Sacerdote lo trajo aquí, pero ¿dónde está?

“Veo que por fin despertaste. Ya era hora.”

            Un escalofrío recorre su cuerpo al oír esa voz que tanto miedo y rabia le causa. Ese hombre lo llevó al palacio para convertirlo en un esclavo. Como un regalo para el Rey, como si fuese una cosa. Su único consuelo es que no será el esclavo de este hombre en específico. Aún le queda la esperanza de que el Rey sea una persona más agradable. No hubiera podido soportar estar a las órdenes de alguien como Demian.

“Estás en mi habitación, niño. Esta es mi cama.”

Dicho eso, acaricia entre sus largos dedos unos mechones de cabello blanco que le tapan el rostro. Ante el contacto, Céfiro se pone de pie de inmediato, alejándose de la cama.

“No te asustes. Yo te dejé ahí, así que no me enfadaré porque toques mi cama, por más que seas un sucio esclavo.”

            Céfiro frunce el ceño. Quiere decirle que no está asustado, aunque en el fondo sí que lo está, que está orgulloso de ser sólo un campesino y que no es esclavo de nadie, pero recuerda que ya fue lo suficientemente imprudente con él y que debería mantener la calma hasta encontrar una forma de escapar. Necesita ver a su padre.

Sin embargo, no pudo evitar soltar un pequeño insulto. “Eres un monstruo.”

“Y tú estás condenado a vivir aquí, lejos de tu padre, hasta que mueras y te pudras.” Responde inmediatamente Demian. Cielos, sí que sabe dónde golpear y de forma instantánea. “Deberíamos asearte antes de que el Rey Kyrios te vea. Sígueme.”

“¿A dónde…?”

“A los baños. ¿A dónde más?”

Este hombre sí que lo hace enojar. No tiene por qué tratarlo como a un idiota. Sin embargo, obedece. No le vendría mal un baño, sobre todo si quiere estar presentable para agradar al Rey y convencerlo de dejarlo ir.

Salen de la habitación y atraviesan varios corredores. Uno en particular le llama mucho la atención. En los anteriores ya había visto algunas pinturas preciosas, pero éste está lleno de ellas. Además, tiene un vitral deslumbrante a un lado.

“Oye, Demian.” El aludido se detiene al escuchar eso y lo queda mirando. No se ve molesto, pero nota que claramente le está reclamando la insolencia. “Excelencia…”

“¿Sí?” responde esta vez, sonriendo. Tener que ser respetuoso con alguien como él lo enoja bastante.

“¿Me puede decir el nombre de quién hizo estas pinturas? Tengo entendido que el palacio tiene un pintor principal, ¿no es cierto?”

“Tan ignorante no eres, al parecer.” Ya no sabe cuántas veces ha fruncido el ceño al hablar con Demian. Seguramente su gesto se ve bastante infantil, eso sí. “Su nombre es Alan. Es uno de los dos protegidos del difunto Rey Lázaro. Que no te sorprenda si algún día lo conoces y no parece noble, porque no lo es, aunque se haya criado en el palacio.”

Como si eso fuera a importarle. Su curiosidad fue satisfecha, pero lo dejó con otra duda. “¿Quién es el otro protegido que dejó Su Majestad?”

Otra vez Demian se detiene, pero esta vez no voltea a mirarlo. Está mirando al frente, como si realmente hubiese alguien al final del pasillo, pero él no logra distinguir a nadie.

“Soy yo.” Responde finalmente. Eso sí que no se lo esperaba. ¿No que el Sumo Sacerdote debía ser de familia noble? ¿Acaso los reyes podían tomar nobles como sus protegidos? ¿Para qué?

“¿Usted no es un noble?”

Esta vez sí le dirige la mirada. “Estás preguntando mucho, ¿sabes?” Baja la mirada, avergonzado. Es verdad que esto ya es parte de la vida privada del sacerdote y a él no tiene porqué importarle. Pero siente tanta curiosidad que no puede evitarlo. “No, soy hijo de un general. Aunque no sean nobleza, cuando llegas a ese rango te conviertes en un individuo muy importante dentro del palacio.”

“Ah… ¿y por qué decidió ser sacerdote? ¿No le gustaba la guerra? Con ese físico probablemente le hubiese ido bien.”

Demian lo mira incrédulo, para luego reír con energía. “Gracias por el halago, niño.” Recién se da cuenta de lo que dijo. No pretendía halagarlo, pero es verdad que es alto y se ve bastante fuerte. Tiene un físico bastante privilegiado. “No, lo mío va más por la administración. Además, el Rey Lázaro quería tenerme cerca luego de que mi padre falleció.”

“Lo lamento.”

“No hay nada que lamentar. Es algo común en su oficio.”

Entonces Demian acelera el paso. Siendo tan bajo aún, le cuesta un poco seguirle de cerca. No sabe si la conversación lo molestó o si está en problemas. Está sonriendo. Su expresión no ha cambiado, pero no puede evitar tener la sensación de que está huyendo de algo. Mejor no seguir más con su pequeño interrogatorio.

“Perdone la imprudencia.” Susurra finalmente.

“No es nada. Creo que me recuerdas a alguien, y por eso contesté.”

            Está apunto de preguntar a quién se refiere, aun cuando había decidido ya no interrogarlo más, pero sus pensamientos se ven interrumpidos cuando llegan por fin a su objetivo. Demian abre unas grandes puertas, iguales a las de la mayoría de las habitaciones. Con un gesto de la cabeza le indica que ingrese y así lo hace. Dentro hay una gran bañera, con numerosas llaves para llenarla. El baño entero es enorme. Al lado de la bañera hay varias botellitas, con lo que parecen ser jabones. También hay un biombo para vestirse tras él.

“Espera aquí. Traeré a alguien para que te ayude. No creo que tengas idea de cómo usar un baño como este.”

            Realmente no puede decidirse si es amable o si es un pesado. Lo trajo como esclavo, así que debería odiarlo, pero se mostró simpático al responder sus cuestionamientos. Finalmente decide quedarse con que simplemente es una persona complicada.

Demian se marcha, cerrando la puerta tras él. Hora de satisfacer nuevamente su curiosidad. Céfiro decide explorar un poco. Lo primero que hace es dirigirse a la bañera. Examina las llaves que tanto le llaman la atención. Luego de probarlas, nota que las de la izquierda emanan agua caliente, así que utiliza esas para llenar la tina. Mientras, revisa las botellitas de colores. Resulta que algunas no son jabones, si no perfumes y algo parece ser aceite con aroma. Una con olor a jazmín le agradó bastante.

            Cuando ya está sumergido en el agua, al cual añadió un poco de las esencias de jazmín, la puerta vuelve a abrirse. Por ella entra una linda joven con una caja bastante grande en los brazos. Seguro es quien lo ayudaría a alistarse. Tiene que verse bien si quiere escapar por las buenas.

“¿Tú eres el esclavo que trajo mi señor Demian?”

“Sí…” No le gusta que lo nombre de esa forma, por lo que no puede evitar sonar resentido, aunque, objetivamente, ella no tenga la culpa de nada. “Me trajo a la fuerza para acá.”

“Lo siento. Yo también soy una esclava, ¿sabes? La vida en el palacio no es tan mala, incluso para un esclavo.” Está intentando tranquilizarlo. Sonríe, aunque su intento sea en vano. Ya está decidido a huir. “Me llamo Selene. Soy la dama de compañía del Sumo Sacerdote Demian.”

            Así que Demian también tiene esclavos, aunque no sabe cómo interpretar eso de dama de compañía. Seguramente tiene que estar detrás de él todo el tiempo y asegurarse de que no le falte nada. No suena mal, la verdad. ¿Será eso lo que tiene que hacer él?

            Ella se acerca hasta él, luego de dejar su carga en el suelo. Se sienta en el borde de la bañera y, con un cesto, comienza a mojar bien su cabello.

“Parece que revisaste los productos en la orilla, ¿verdad?” Céfiro asiente, no muy seguro de si era lo que debía hacer o no. “¿Hubo alguno que te gustase en particular?”

“¡Este!” señala él con entusiasmo, tomando la botella con olor a jazmín.

“Muy buena elección.”

Entonces ella comienza a enjabonar su cabello con aquel producto. El suave aroma floral lo relaja. Tanto, que algunas lágrimas caen por su mejilla. Quería mantenerse fuerte y optimista, pero tiene miedo. Miedo por su padre, que se encuentra solo. Miedo por la incertidumbre de qué es lo que sucederá con él, qué es lo que esperan de él. Miedo por la posibilidad de que el Rey no lo deje ir como anhela.

            Tal parece que la sirvienta, Selene, percibe sus sollozos. Ella se inclina sobre la bañera y lo abraza de repente, con ternura, sin que él tenga tiempo para resistirse. El aroma le quitó sus últimas fuerzas y hasta sus reflejos.

“…Te estás mojando.” Es lo único que atina a decir. Selene ríe con calidez.

“No importa, chico, es lo de menos. Debes estar muy asustado. Yo también lo estuve. Pero créeme que todo va a mejorar, ya verás. ¿Cómo te llamas?”

“Céfiro…”

“Mira, Céfiro. Si necesitas algo, lo que sea, aunque sólo sea un hombro para llorar, búscame, ¿sí? Sé por lo que estás pasando y te ayudaré a superarlo, ¿vale?”

“Vale…”

Se limpia las lágrimas con el dorso de la mano. Qué patético ser un chico y llorar frente a una chica, sobre todo cuando ella ya vivió y superó todo lo que él está viviendo. Las mujeres sí que son criaturas fuertes, aunque no lo parezcan a simple vista. Él no se va a quedar atrás. Además, ya tiene un plan para escapar. Sólo falta ponerlo en acción.

“Por favor, perdona a mi señor Demian. Él sólo está cumpliendo con su deber.”

“¿Su deber era raptarme y traerme aquí como un paquete de regalo?”

“Sé que suena mal, pero lo han estado presionando desde arriba desde hace tiempo. No entiendo muy bien la situación, pero no se puede contradecir a los Ancianos.”

“¿Los Ancianos?”

“Es el consejo de nobles que tiene tanto poder como el Rey.” La escueta respuesta no lo deja satisfecho, pero, por lo que le dijo, seguro que ella tampoco sabe más. “¿Sabes? Yo hice estos jabones. Antes era una esclava de las minas, pero el Rey Kyrios descubrió que tenía talento para esto y pasé a ser sirvienta del palacio. Le estoy muy agradecida.”

“Deber ser una muy buena persona.”

“Lo es.” Afirma ella con una sonrisa. Eso también lo hace sonreír a él, ya que aumenta las probabilidades de que pueda salir pronto de aquí. “Termina de jabonarte mientras yo preparo tu atuendo, ¿vale?”

            En pocos minutos ya está listo. Se envuelve con la tela que Selene dejó a un lado de la bañera y se dirige atrás del biombo. Selene le sonríe y comienza a secar bien su cabello. Es mucho menos brusca de lo que era su padre cuando aún lo ayudaba a bañarse. Su padre…

“Listo. Ahora vístete con lo que te dejé allí.”

            Así lo hace. Cuando sale a la vista de Selene, ella asiente satisfecha.

“No me equivoqué. Te ves adorable.”

“Gracias.” Se siente un poco avergonzado por esas palabras. “No me gustaría que el Rey no me encontrase digno de él.”

“Para eso estoy yo aquí. Ven, siéntate aquí. Voy a arreglar tu cabello.”

            Obedece de inmediato. Ella sabrá que hacer para que su plan dé resultado. Selene toma un cepillo y empieza a peinar sus cabellos blancos. Sus dedos le causan un placentero cosquilleo.

“Qué cabello más bonito.”

            Tiene que dejar de halagarlo, o lo va a hacer morir de vergüenza. Es un chico, no debería ser adorable ni tener el cabello bonito. Entonces, Selene procede a poner unos brazaletes plateados en sus muñecas, junto con otras joyas que él nunca soñó siquiera ver algún día.

“Listo. Iré a ver si mi señor ya está afuera esperando.”

            Ella se dirige a la puerta, pero se detiene a medio camino. Voltea a mirarlo con una expresión angustiada. ¿Qué le sucede? Ella misma estaba tratando de aliviarlo y ahora se preocupa por él.

“No sé si deba explicarte qué es lo que va a suceder… No creo que mi señor te haya explicado, ¿verdad?”

“Sólo dijo que sería un esclavo del Rey…”

Ella vuelve a titubear. “Será mejor que el Rey te lo explique en detalle. Después de todo, él es quien tiene que decidir tu futuro.”

“Ok…”

            No puede pensarlo más, ya que Demian ingresó al baño. Sólo verlo hace que el enfado aparezca en su rostro una vez más. Habrá respondido sus preguntas, pero sigue siendo el infeliz que lo trajo a la fuerza a este lugar. Además, lo está mirando de una forma que sólo lo incomoda. No, incomodidad es poco.

“Hiciste un buen trabajo como siempre, Selene.”

“No merezco sus palabras, Su Excelencia.” Se ve muy satisfecha. Bueno, al menos alguien sale beneficiado de todo esto.

Demian se dirige a él ahora. “Vas a esperar en la habitación del Rey.” Dicho esto, lo toma del brazo, con un poco de brusquedad, y lo lleva a la salida. Escucha a Selene despedirse tras él. El tono angustiado aún empapa su voz.


“Maldito Demian… ¿Dónde se habrá metido?”

            Ha estado suspirando durante toda la velada. La gente está celebrando y él no puede divertirse, aun cuando, irónicamente, es su propio cumpleaños. Hace tiempo que decidió no pensar más en él, y aquí está, pensando justamente en él. No tiene remedio.

“¿Me extrañaste?”

            Perdido como estaba en sus pensamientos, no puede evitar sobresaltarse al escuchar ese grave susurro cerca de su oído, más cuando ve el rostro de Demian tan cerca de él.

“¿Acaso me quieres matar del susto?”

“No cuando tengo algo tan bello que mostrarte. Ven conmigo.”

           Kyrios mira a su alrededor. Nadie les está poniendo atención, por lo que puede botar otro suspiro, esta vez de alivio. Sabe que en sí no es tan peligroso, pero no sería bueno que alguien notase lo irrespetuoso que es Demian con él cuando se tratan de forma personal. Más este gesto: tomarle de la mano y darle una orden. Aun con todo lo que sucedió, Demian sigue con sus viejas costumbres. Es él, como Rey, el que debe ponerle sus límites, y está decidido a hacerlo, pero simplemente no puede. Mañana será.

            Demian lo conduce por los pasillos, fuera del Gran Salón de Eventos, lejos de la gente y el bullicio. Al cabo de unos minutos, se detiene y mira a su alrededor. Kyrios lo imita sin pensar. No hay nadie. Entonces, Demian se le acerca lentamente, ante lo cual sólo puede retroceder instintivamente, hasta quedar aprisionado entre la pared y el cuerpo del otro. Peligroso, muy peligroso.

“Querías verme, ¿verdad?”

No niega ni confirma aquella afirmación por parte del Sumo Sacerdote. Está paralizado. Demian toma uno de sus largos mechones dorados y se lo lleva a los labios. Como siempre lo hacía.

“…No, sólo no está bien que un súbdito mío ignore una fecha tan importante para el reino.”

Su voz suena débil. Maldición. ¿Qué pasa con las enseñanzas del mismo sujeto que tiene en frente, quien le inculcó que, como rey, debía ser fuerte y decidido? No hay nada de eso en su actitud ahora mismo.

“¿Seguro?” Demian se acerca aún más. Puede sentir su aliento sobre su rostro. “¿Estás seguro de que no me extrañas?”

            Su tono indica que se está burlando de él, pero en sus ojos puede ver algo muy distinto. Demian, siempre tan contradictorio, tan difícil de comprender. Pero ya no lo intentaría, no vale la pena. No después de lo que sucedió. Acumulando todo su autocontrol, lo empuja ligeramente y se aleja por el pasillo. Hace tiempo que no lo sentía tan cerca, y eso sólo lo hacía más difícil.

“¿Cuándo vas a entender que ya no voy a caer en tu labia nunca más? Has estado todo el año lanzándome insinuaciones.”

“Y agradezco que nadie más que tú las entienda. De todas formas, no es mi culpa que seas tan bello. Alguien como tú no debería existir.”

            Kyrios se sobresalta al oír aquello. Algo que no debe existir. Cierra los ojos con fuerza, intentando por todos los medios de seguir firme. Ve a Demian sonreír cruelmente al notar su reacción. Bastardo.

“¿Qué querías mostrarme?” susurra él, tratando de cambiar el tema.

“Te traje tu regalo. Está en tu habitación.”

            Demian pasa por su lado, liderando nuevamente el avance. Pronto llegan a una habitación que ambos conocen muy bien. El sacerdote abre las puertas como si nada e ingresan en el lugar. Dentro, le indica algo sobre la cama. Allí está un chico bastante joven, de cabellos blancos. Está durmiendo plácidamente.

“Ahí lo tienes. Espero que lo disfrutes.”

            Otra vez. Voltea a mirarlo molesto, con las manos en las caderas, pero Demian ni se inmuta.

“Demian, hemos hablado de esto millones de veces. No quiero tener esclavos. Mi padre no los tenía, yo no los tendré.”

“Lo sé, y por mí eso estaría bien, después de todo también te enseñé a ser un rey justo, pero los Ancianos no se van a quedar tranquilos hasta que se despejen los rumores sobre tu falta de dominancia, los cuales ambos sabemos que son totalmente ciertos.”

            Kyrios no puede evitar sonrojarse ante esas palabras. Tiene que desviar la mirada cuando Demian le sonríe burlonamente.

“Aun así, no quiero tenerlos… Además, lo trajiste a la fuerza, ¿no es verdad?”

“Así es, pero no importa. Sólo tiene a su padre y al parecer son campesinos. Nadie va a reclamar nada.”

“Ese no es el problema.”

“Lo sé, pero, ¿eres capaz de irte en contra de los Ancianos?”

            No responde. Sabe que aún no tiene esa facultad. Tal vez nunca la tenga. Pero hacer daño para demostrar poderío es innecesario. Si al menos fuera una chica, para procrear como ellos quieren, tendría más sentido.

“No puedes hacer nada. Tienes que aceptar tu destino como rey.” Entonces se le acerca y le susurra al oído. “Demuéstrame que tienes la fuerza de tu padre.”

            Paralizado, ve como Demian se marcha de la habitación con una sonrisa, dejándolo a solas con el chico. Desde lejos pensó por un momento que era una chica, por el cabello largo, aunque no puede decir mucho cuando el suyo lo es mucho más. Demasiado joven.

“No hay fines homosexuales detrás de esto, ¿no?” susurra con un poco de tristeza. “Es sólo para demostrar poder… para hacer daño.”

Todo porque se ve demasiado frágil. Su padre tampoco era corpulento, pero su mirada frecuentemente fría era suficiente para infundir un profundo respeto. Si tan sólo pudiese ser como él.

“Al menos puedo conversar con él, ya que lo trajo aquí. Debe estar asustado.”

Todo por esos Ancianos y sus reglas anticuadas. Por ese hombre cruel al que no puede culpar del todo.

            Entonces el chico se mueve sobre la cama. Kyrios se sienta a su lado y acaricia sus cabellos, esperando que eso logre aminorar lo mal que va a despertar. Lo escucha susurrar la palabra padre en sueños. Una punzada de culpabilidad ataca su pecho.

            Unos ojos azules se abren ligeramente, y lo hacen por completo segundos después. Se ve aterrado, al parecer más cuando nota la corona sobre su cabeza. Trata de bajarse rápidamente de la cama, pero Kyrios lo detiene tomándolo delicada pero firmemente del brazo.

“Discúlpeme. No debería haber estado durmiendo en su cama.” Kyrios no le responde, sólo le sonríe. “¿Rey Kyrios?”

“Así es.”

            El chico se ve profundamente asombrado. Seguramente es porque nadie del pueblo lo ha visto. Claro, no le permiten salir descubierto. Casi no le dejan salir en lo absoluto. Aun así, su apariencia no es muy impresionante, ¿o sí? Todos deben saber que es muy joven, que apenas ahora tiene la edad que tenía su padre cuando ascendió al trono. Tal vez es por lo delicado. Sí, eso debe ser. Ha recibido muchas críticas por eso ya.

“Qué hermoso…”

“¿Eh?”

“¡Ah, lo siento, no quería faltarle el respeto! Es sólo que… pues… lo es. ¿Es por eso que no sale al pueblo?”

No sabe qué decir. No, no es por su supuesta belleza que no puede salir. Su padre tampoco podía hacerlo con tanta libertad, aunque sí con más que él. Tal vez es una cosa de confianza. Él aún no es tan confiable como su padre.

“No lo creo.” Dice finalmente.

            El chico, al parecer habiendo perdido el miedo inicial, se le acerca y examina su cabello con la mirada. Ya estaba deprimiéndose por no ser lo suficientemente capaz, pero esos ojos curiosos lo hacen sonreír nuevamente.

“¿Cuál es tu nombre?”

“Céfiro…”

El chico, Céfiro, da un paso atrás. Al parecer la pregunta lo hizo recordar la situación en la que se encuentra. No puede culparlo. Cualquiera estaría asustado si el Sumo Sacerdote te rapta de repente que seas el esclavo del rey.

“¿Sabes por qué te trajeron aquí?”

Céfiro desvía la mirada. “Me dijeron que sería un esclavo. No me explicaron nada más.”

“¿Ni siquiera la naturaleza de este servicio?” Lo ve negar con la cabeza. Maldito Demian, sádico de mierda. Así que quiere que él mismo le explique por qué está ahí. “Se supone que serás un esclavo sexual para mí. Por eso te dejaron en mi habitación.”

            Céfiro se queda de piedra. Sus ojos brillan, como si lágrimas quisiesen salir, sólo que no lo hacen. Su respiración se nota agitada. Probablemente no puede creerlo, sobretodo porque, bueno, es un chico. Tendrá que explicarle bien la situación o entrará en pánico. Ha visto a varias chicas así antes. Nunca un chico, eso sí. Esto también es totalmente nuevo para él.

“¿Qué…?”

“El Consejo de Ancianos quiere que demuestre mi poder y autoridad como rey tomando y abusando esclavos.” Sí, eso es lo básico, pero no cree haber explicado todo con eso.

“¡Pero soy un chico! Podría trabajar, no tengo problema, mientras me dejen ver a mi padre, ¿pero eso? ¡Soy un hombre, maldita sea!”

            Decide ignorar su atrevimiento y trata de tranquilizarlo acariciando el brazo que mantiene sujeto. Esto sólo logra que Céfiro se suelte de su agarre y se aleje aún más.

“Es exactamente por eso. En el futuro tendré que tomar esclavas para procrear, pero por ahora quieren que tenga algún esclavo de sexo masculino para demostrar mi dominancia o algo así. Es… complicado.”

“¡Qué me importa si es complicado! ¡No voy a dejar que me usen para algo así! ¡A nadie deberían usarlo para algo así!”

            Céfiro da media vuelta y se acerca con decisión a la puerta. Kyrios sabe que no puede dejarlo ir. Ha visto esta situación más de una vez, con chicas, y aun así sigue teniendo problemas para manejarla.

“¡Detente!”

            Su tono autoritario detiene a Céfiro en el acto. Sin embargo, no voltea a mirarle. Qué chico más atrevido. Espera que no se haya ganado ya el odio de Demian.

“Siento asustarte, pero no puedes salir. Si los guardias te ven fuera, lo tomarán como un acto de rebelión, y te tomarán preso o te ejecutarán.”

            Un sobresalto. Lo está asustando más, pero no está mintiendo. Es lo que siempre debe informarles a las chicas que le trae Demian.

“Prefiero morir antes de que me quiten mi libertad.”

La decisión en su voz sorprende a Kyrios. ¿Tan joven y ya está echando su vida a la basura? “¿Y tu padre? Demian mencionó que sólo tienes a tu padre. Podrían castigarlo a él también.”

“¿¡Qué clase de personas son ustedes!?”

Ahí sí volteó a mirarlo, lleno de rabia. Sin embargo, esa rabia parece disiparse cuando ve su rostro. La sonrisa que le dirige.

“Tranquilo, te ayudaré a salir de esta. Yo tampoco estoy de acuerdo con los Ancianos. Es por eso que nunca he tomado ninguna esclava. Nos las arreglaremos juntos, pero por favor no salgas. No quiero que te hagan daño.”

            Titubeante, Céfiro se le acerca hasta quedar a medio metro de él. Kyrios toma sus manos entre las suyas. Realmente no confía en que pueda sacarlo de esta, porque ha escuchado que los esclavos hombres la tienen más difícil que las mujeres a las que traen para procrear. Después de todo, si el rey no quiere hacerlo, ¿qué más van a hacer? En cambio, siendo hombre podrían llevárselo para otros trabajos. Aun así, tiene que mostrarse seguro, tiene que tranquilizarlo.

“Juntos saldremos de esta.”

            Céfiro asiente lentamente. Para ser sólo un niño, es bastante valiente y decidido. Mucho más de lo que él era a su edad. Rayos, más de lo que él es ahora, seguramente. Por eso tiene que protegerlo, porque vale la pena. No va a dejar que le hagan daño. Tal vez podría quedarse como su asistente o algo. Demian tiene una dama de compañía que, si bien mantienen relaciones íntimas de vez en cuando, cumple otras funciones. A Kyrios le agrada mucho la idea de que permanezca a su lado, no como un esclavo, si no como… bueno, no como un igual, porque sabe que no puede pedir eso, pero algo parecido. ¿Un amigo, como Neil? ¿Puede anhelar algo como eso? Además, se trata de un campesino. Sería aún más imposible.

Entonces se plantea la pregunta: ¿Por qué siente tantos deseos de tenerlo a su lado? No lo sabe. Tal vez es porque le recuerda a él mismo, cuando aún era inocente, cuando su padre estaba vivo. Puede notar que él también vive por su padre, tal como él lo hacía en ese entonces. Hasta que ese hombre entró en su vida, y todo cambió. Aunque el daño esté hecho, estando cerca de Céfiro, puede que recupere aquello que perdió. No pierde nada con intentarlo, ¿no? Ya están en este escenario y es mejor que trae de aprovecharlo lo más posible.

Sea cual fuese la razón, sólo tenía claras dos cosas: quería estar cerca de este chico, y no va a dejar que le hagan daño. Por más incompetente que fuese, sigue siendo el rey. ¡Algo tiene que poder hacer!

“Gracias.” susurra de repente el otro, sobresaltándolo al romper el silencio. “…Es que te ves tan preocupado por mí.” inmediatamente se cubre la boca, probablemente notando la insolencia.

“No te preocupes, no me molesta. Si no fuese por tu padre, me gustaría que te quedaras aquí, conocerte más. Tal vez podríamos ser amigos, aunque seguro que no lo permitirían. Pero comprendo que regresar con él es tu prioridad, porque para mí era igual.” acto seguido, baja la mirada, recordando a su propio padre. Lo extraña tanto.

            Céfiro se queda en silencio ante sus palabras. Intrigado, Kyrios levanta la vista y nota una expresión indescifrable en su rostro. ¿Le habrá parecido extraño? Debe ser eso. ¿Qué Rey le ofrecería a un esclavo ser su amigo, nada más conocerse? A él también le parece extraño. Pueden ser las similitudes que percibe entre los dos, o es que está cansado de toda esta situación y busca darle un final definitivo. O simplemente ya no quiere estar más solo.

            Sea como fuese, Céfiro permaneció en silencio, con esa mirada tan extraña, fija en él. Por eso, finalmente él decidió hablar.

“Es tarde. Deberíamos ir a dormir. Mañana veremos qué hacer.”

“Pero…”

“Nada de peros. Ya te expliqué que no puedes salir por ahora, y tienes que descansar. Espero que no te moleste dormir conmigo. Después de todo, eso es lo que los demás esperan, aunque no sea de la forma en la que ellos quisieran.”

“¿Puedo?”

Ante las dudas de Céfiro, Kyrios extiende una de sus manos y lo conduce a la cama. Extrañamente, se ve hasta un poco entusiasmado por la oportunidad de quedarse ahí. Qué chico más raro. Recién quería salir corriendo de ahí sin importar que lo ejecutaran nada más revelarse y ahora estaba aquí, aceptando ser conducido a la cama del Rey. Aunque sólo fuese para dormir inocentemente uno al lado del otro, de todas formas, no encaja con su comportamiento anterior. Esto sólo hace despertar más aún el interés de Kyrios.

Luego de cambiarse a su ropa de noche, va a acostarse al lado del que trajeron como su esclavo, que ya se encuentra durmiendo plácidamente entre las suaves cobijas. Debe estar exhausto. Le da tanta pena. Acaricia su rostro con suavidad, cuidando no despertarlo. Por este chico, que tantas sensaciones extrañas le produce, intentaría ser un mejor rey. Por él, por su padre. Por Demian…

No, eso ya estaba enterrado. Sacude la cabeza, intentando alejar el rostro de su Sacerdote de sus pensamientos. Se acuesta en la cama, acomodándose cerca de Céfiro. En vez de concentrarse en ese desgraciado, mejor centra su atención en el rostro a su lado, aquel que trata tranquilidad le transmite. Con esa sensación, logra sucumbir al sueño rápidamente.


En medio de la noche, Céfiro se despierta, encontrándose a sí mismo prácticamente abrazando al Rey. Probablemente buscó su calor inconscientemente, como siempre hacía con su padre. Qué vergüenza. Ya le estaba permitiendo muchas cosas siendo un simple esclavo. No debía aprovecharse hasta este punto de la bondad del Rey.

Lentamente se separa de los brazos de éste, procurando no despertarlo. Al parecer tiene el sueño pesado, porque sólo se acomodó para el otro lado de la cama. Céfiro bota un suspiro de alivio, para luego sonreír. Sí que había sido muy amable con él. Se había preocupado por su seguridad y hasta le había sugerido ser su amigo. Aunque era obvio que no podría cumplir ese ofrecimiento, de todas formas, el solo escucharlo lo había llenado de calidez.

Sigilosamente, Céfiro se dirige al balcón de la habitación. El viento helado atacó su piel inmediatamente, pero no le importó. Necesita despejarse urgentemente. Debe volver con su padre, claramente, pero cuando el Rey tomó sus manos le invadió una necesidad imperiosa de quedarse en este lugar, de permanecer al lado del Rey. ¿Es acaso una especie de encanto mágico que tienen los miembros de la realeza? ¿Fue resultado de lo amable que había sido con él, que le enterneció? ¿O es algo completamente distinto? No lo sabe. Sólo sabe que está divido entre estos dos deseos, ambos muy poderosos. Por ahora no tiene más opción que quedarse, así que podría aprovechar este tiempo para aclarar estos sentimientos tan extraños que están surgiendo en él.

“Kyrios…” susurra al viento, pero algo no se siente bien. Es como si buscara llamarlo de otra forma, pero no sabe cuál. Todo es muy extraño.

            Apoya sus brazos en la baranda. Debería volver pronto al lado del rey, o podría despertarse por la repentina falta de calor. La vista desde el palacio es preciosa, pero muy distinta a los amplios prados y cultivos que puede ver desde su pequeño hogar. Mentalmente le pide perdón a su padre, que debe estar solo y angustiado en aquella pequeña casa. Perdón por tener dudas, aun cuando recién estaba tan decidido a volver a como dé lugar. No puede comparar los sentimientos por su amado padre, con quien ha vivido toda su vida, con los que recién están surgiendo, por alguien tan inalcanzable como lo es el Rey.

            Con esos pensamientos, regresa a la cama, al lado de la persona que tanto lo está confundiendo, y esperando poder conciliar fácilmente el sueño otra vez. Mientras observa el rostro de Kyrios a su lado, durmiendo tan plácidamente, descubre que rápidamente la tranquilidad lo alberga, y el sueño lo invade sin mayores problemas.


- FIN DE CAPÍTULO 1 -

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