“El cielo que alcanzamos”
(Tadoritsuita Heaven)
por Himutako Mizu (RPMizu)
Capítulo 03: "Encuentro”
El sol brilla muy alto, encegueciéndolo por
unos segundos. ¿Dónde se encuentra? No lo sabe. A su alrededor no hay más que
montañas. Tierra árida y desolada. Se encuentra paralizado, con una multitud de
cadáveres rodeándolo. No son humanos, pero tampoco se parecen a ningún animal
que haya visto antes. Entre los campesinos corren rumores sobre criaturas a las
que describen de esta forma. Bestias.
Una
persona se encuentra sentada sobre la tierra seca, entre los destrozados cadáveres.
Es el Rey Kyrios. Se encuentra descalzo, con sólo una tela blanca cubriendo su
cuerpo, y horror en sus facciones. Sus manos se posan sobre la bestia que tiene
más cerca, e intentan devolver adentro las entrañas que se encuentran
desperdigadas, con desesperación.
La imagen oprime el corazón
de Céfiro en un instante. Da un paso al frente, pero algo retiene su pie
izquierdo en su lugar. Es una mano enorme, con afiladas garras. Pronto, más
manos se apoderan de sus piernas, impidiéndole acercarse a Kyrios. Los
cadáveres alrededor de él también se han comenzado a levantar y, por un
instante, Céfiro tiene la impresión de que así es como debe ser. Que Kyrios
debe estar en este lugar, debe preocuparse por estas criaturas, aunque en el
fondo sabe que lógicamente no tiene ningún sentido. Así que simplemente observa
como Kyrios estrecha las manos de una de las criaturas que tiene en frente, con
ternura, y no puede evitar sonreír.
No es hasta que estas se
abalanzan sobre Kyrios que Céfiro se preocupa por estar siendo retenido por
muertos vivientes. Empieza a forcejear lo más que puede, mientras ve con horror
como las garras y colmillos de esos monstruos atraviesan la piel del Rey. Y
Kyrios no se defiende, no mueve ni un solo músculo. Sólo mantiene los ojos y
labios cerrados, soportando el dolor en total silencio. ¿O será que simplemente
es Céfiro quien no puede percibir ningún sonido? Todo se detiene por un
instante, y entonces sí le parece escuchar algo. Múltiples voces pidiendo
auxilio, abominables, tan graves que un poco más y seguro no las oiría. Le
hielan el alma.
Otra vez no ha podido defenderlo.
…¿Otra vez?
“Despierta de una
vez, enano.”
Por
fin abre los ojos, después de que esa voz grave llegase a sus oídos. Ya no está
en ese desconocido y desértico lugar. Un suspiro de alivio sale de sus labios.
O hubiese salido, si no fuese porque una mordaza lo impide. Todos los recuerdos
llegan a él de golpe. Esa voz grave, que antes le había causado alivio el que
no tuviese el tono inhumano de las que oyó en su extraño sueño, le pertenece al
Sumo Sacerdote, quien se encuentra de pie a su lado. El pánico se apodera de él
una vez más, pero todavía está atado a la cama, y puede notar sus extremidades
adormecidas.
El sol de la mañana, igual
que en su sueño, le hace daño en los ojos cuando intenta discernir quienes más
están presentes en la habitación. El recuerdo del Rey llorando
desconsoladamente la noche anterior hace que busque su figura con añoranza. Sin
embargo, él no está. En su lugar están tres señores que nunca había visto. Sus
apariencias le sorprenden muchísimo. Nunca había visto a alguien de tan
avanzada edad. No le quedan dudas de que son aquellos a los que llaman los
Grandes Sabios.
Lo
único que quiere es abalanzarse sobre todos ellos y molerlos a golpes, pero su
cuerpo no responde. Está totalmente entumecido, seguramente debido a la
horrible posición en la que perdió la consciencia. Las pequeñas manchas blancas
y rojas que aún manchan las cobijas sólo logran enfurecerlo más. Por culpa de
ellos está en esta situación ahora. Por culpa de ellos, Demian hizo que Kyrios
utilizase su cuerpo. Todo por cumplir con sus asquerosas y bárbaras exigencias.
“Niño.”
El susurro de Demian en su
oído lo hace sobresaltarse. Estaba tan concentrado en su odio por esos
vejestorios, que no se dio cuenta cuando se posicionó tan cerca de él. De
reojo, puede ver claramente sus ojos verdes. Ese extraño brillo y el profundo
abismo en su mirada le dejan la piel helada.
“Seré directo. Si llegas a hablar con alguien
sobre lo que viste anoche, no volverás a ver a tu padre, incluso si lograras
salir de aquí.”
No
necesita ser un genio para darse cuenta de que no es una amenaza vacía. Si lo
delatase, seguramente ordenarían la muerte de Demian, si todo eso de la
homosexualidad que le contaron es verdad. Sin embargo, antes de que se
cumpliese su sentencia, se aseguraría de llevar al padre de Céfiro a la tumba
con él, sea como fuese. De todas formas, no tenía por qué amenazarlo de esa
forma. Ya había decidido no decir nada. Seguramente no le creerían, de todas
formas. Pero, por sobre todo, no quiere causarle más problemas a Kyrios. Todo
lo ocurrido ayer, desde sus conversaciones con la gente del palacio, al abuso
que sufrió durante la noche, le confirmó que, aun siendo el Rey, Kyrios es una
víctima más de las órdenes de estas personas.
Asume que Demian entendió que acepta su
advertencia, porque levanta la voz. “Voy a remover esto. No vayas a morderme.”
Sí que quiere hacerlo.
Quiere hacer cualquier cosa que pudiese causarle sufrimiento al Sacerdote, pero
de todas formas sus movimientos son demasiado rápidos como para intentarlo.
“Por aquí, Excelencias.”
Los
Ancianos se ven incómodos, aun cuando él es quién se encuentra desnudo y
herido. Ya que le quitó la mordaza, podría haberlo desamarrado también, pero no
lo hizo. Probablemente su mirada asesina no los hace sentir lo suficientemente
seguros como para eso.
“¿Seguro que cumplió con su deber, Demian? No
parece disciplinado para nada.”
Ese vejete lo está tratando
como si fuese un animal cualquiera. Bueno, seguramente estaría gruñendo si
realmente fuese uno. Le gustaría poder escupirles en la cara al menos, pero no
cree lograr disparar su saliva hasta tan lejos.
“Lo que pasa es que nuestro Rey Kyrios es el
soberano ideal. Cumple con su deber, pero sigue siendo misericordioso.”
¡Ustedes
lo obligaron a hacerme esto, bastardos de mierda! Si no fuese por ellos, seguro
que Kyrios hubiese cumplido su promesa. Su promesa… Aun cuando todavía confía en
él, y sabe que hizo aquello por obligación, no puede evitar sentirse
traicionado.
“Más te vale que así sea, Demian. Es tu deber
criar correctamente al Rey Kyrios, y cualquier falla en su actuar es
directamente tu responsabilidad. No vayas a hacer que nos arrepintamos de
haberte elegido como Sumo Sacerdote a pesar de tu corta edad.”
Es
verdad, nunca pensó que alguien tan joven sería Sumo Sacerdote. Al menos
esperaba que tuviese unos treinta y tantos años, pero Demian se ve más joven
que eso. Tampoco tanto como él o como el Rey, pero no parece que llegue a los
treinta. ¿Cómo habrá logrado ser nombrado Sumo Sacerdote? ¿Será por eso que
decían, de que era uno de los protegidos del Gran Rey Lázaro?
“Como sea,” interviene otro de los Sabios.
“tenemos que revisar que realmente haya cumplido con lo esperado.”
Entonces Demian se posiciona
sobre la cama y, para su sorpresa y desesperación, comienza manipular su
cuerpo, levantando sus piernas, ya separadas por las amarras, ligeramente en el
aire, de forma que pudiesen ver claramente el estado de su entrada. Sus sonoros
reclamos no son escuchados para nada.
“Deberías haberlo dejado con la mordaza,
Demian. Sus gritos me están causando dolor de cabeza.”
“Lo silenciaré en un instante.”
Dicho esto, los largos dedos
del Sacerdote separan su ano sin delicadeza alguna, haciendo que apreté sus
dientes para aguantar el nuevo dolor. Siente como un líquido cálido brota de su
interior, pero no tiene claro si se trata de sangre, semen o ambos.
Los Ancianos se acercan a
observar, como si se tratase de un producto en exhibición. No puede evitar
sentir vergüenza, al verse expuesto de esa forma frente a personas que no
conoce. Humillación, eso es lo que siente. Deja
de abrirme, de mostrarme. Nunca lo habían humillado de esta forma. Primero
lo usan como herramienta, le hacen daño, y ahora lo examinan como si estuviesen
revisando el estado del ganado para venderlo. Otra vez la palabra destruir se repite en su cabeza.
“Muy bien. Veo que efectivamente cumplió. Por
ahora será suficiente con esto. Nos encargaremos de que todos en el palacio lo
sepan, para acallar los rumores.”
¿Así
que todos van a saber que lo utilizaron? Como si no bastara con que sepan que
es un esclavo, por culpa de la estúpida gargantilla que le forzaron al cuello. Ya
lo estaban tratando raro sin siquiera conocerlo, ¿y ahora esto? Bueno, al menos
parece que ya acabó su utilidad, así que tal vez podría volver con su padre.
Aunque la sola idea de salir del palacio le entusiasma de sobremanera, aún
queda su preocupación por el Rey. Ese sueño… ¿Por qué habrá tenido ese sueño?
“Y entonces, ¿el mocoso puede volver a su
casucha en el campo?”
Céfiro frunce el ceño al
escuchar a Demian hablar así de su hogar, pero aun así le agradece mentalmente
por plantear la pregunta que él mismo hubiera hecho si no se hubiese encontrado
metido en sus pensamientos.
“Sabes muy bien que los esclavos no pueden
dejar los terrenos del palacio, Demian. Además, puede que en el futuro volvamos
a requerir de sus servicios, si nuestro joven Rey continúa negándose a formar
un harén o a tomar una esposa.”
Otro
pedazo más de su corazón se desprende. ¿O sea que realmente no hay esperanza de
que vuelva a su hogar? Ya se lo había dicho Demian, también los guardias, Neil,
Selene, pero aun así es distinto escucharlo de las bocas de estos ancianos.
De forma un poco masoquista,
levanta la vista, esperando ver una sonrisa sádica en el rostro del Sacerdote,
pero en vez de eso, se encuentra con una expresión neutra, incluso hasta un
poco molesta. Estaba seguro de que le causaría placer saber que sufriría aún
más, o al menos estaría feliz de tener a una herramienta a su disposición por
más tiempo, como dijeron los Ancianos, pero no. ¿Por qué?
Su curiosidad por el Sumo
Sacerdote se disipa cuando éste saca sus dedos de su interior, causándole daño
nuevamente. Quiere, con todas sus fuerzas, tapar su desnudez.
“…Muy bien. Por ahora, permanecerá en el
palacio, usando la gargantilla como símbolo de su esclavitud.”
“¿Por qué…?” su voz suena rasposa, seguro debido
al tiempo que pasó con la mordaza. Aclara su garganta. “¿¡Por qué no puedo
volver!? ¡Ya me usaron lo suficiente, ¿no?! ¡Hicieron que Kyrios hiciese algo
que le hizo daño, que nos hizo daño a ambos! ¿¡Por qué!? ¡Todo por sus
costumbres de mierda…!”
Pero
no pudo seguir con su descargo. Un golpe en su torso, brindado por la fusta de
uno de los Ancianos, lo hizo callar. No dolió demasiado, seguro por la poca
fuerza que tendría alguien de tan avanzada edad, pero el desprecio en la mirada
de ese hombre cumplió el efecto deseado.
“¿¡Cómo te atreves a hablarnos de esa forma!? Y
además decir el nombre de nuestro Rey a la ligera…” otro golpe cae sobre su
pecho, marcando una herida. “Él es un ser sagrado. Tú no le llegas ni a los
talones.”
“Y entonces, ¿por qué lo obligan a hacer algo
que no quiere…?”
“Esa es la regla. Ni siquiera el rey tiene
permitido cuestionar la tradición.” El anciano hace una pausa, meditando. “El
Gran Rey Lázaro, por su parte, fue un soberano ejemplar. Muy pocas veces nos
dio problemas. Bueno, excepto por sus protegidos. Demian es una cosa, pero ese
tiro al aire... Aun me parece extraño que haya exigido ese capricho, cuando
siempre se mantuvo...”
“Perfecto.” Completa Demian, y Céfiro siente
como los dedos de éste se entierran dolorosamente en sus hombros. Sin embargo,
no alcanza a reflexionar acerca de lo curiosa de esa reacción, porque las
siguientes palabras de los Ancianos vuelvan a activar la ira dentro de él.
“En cambio, nuestro pequeño y nuevo Rey estuvo
funcionando bastante bien mientras era príncipe, pero falleció su padre y se
volvió un debilucho. Al menos ahora está mejorando. No quiero ni imaginar qué
sucedería si el Rey no se da a respetar según las antiguas tradiciones.”
La gente lo seguiría adorando, por ser un rey justo, no por abusar de
sus súbditos, viejos de mierda. Además, ¿quién no estaría afectado por la
muerte de su padre? Puede que ustedes no, sacos de huesos, con la cero empatía
que parecen tener. Pero las palabras no salen. No debe empeorar su situación, ni la de
Kyrios. Aun así, tal parece que su mirada, que probablemente está impregnada de
una mezcla entre furia y asco, es suficiente para que otro golpe atraviese su
pecho.
“Debes asegurarte de que amaestre bien a este
animal, Demian. No podemos dejar que enfríe los rumores justo ahora que tenemos
algo bueno que esparcir.”
“No se preocupen, sus Excelencias. No dará más
problemas.”
Sabe
que los Ancianos tienen más poder que nadie en este lugar, en todo el reino de
hecho, pero es la mirada brillante del Sacerdote lo que apaga el fuego de su
mirada y lo reemplaza con temor.
“Bien. Te lo encargamos. Para ser el hijo del
General suicida, lo has hecho bastante bien todos estos años.”
¿El
General suicida? El anciano inmediatamente se da cuenta de que mencionó un tema
que, al parecer, es un secreto en el palacio, porque cubre su boca con una de
sus manos. Céfiro nota que no debe preguntar más, sobre todo por la forma en
que los dedos de Demian nuevamente se entierran en sus hombros.
Con
eso, los Ancianos se marchan. Al instante, Demian suelta su agarre. Lo oye
suspirar mientras desata sus amarras. Realmente quiere lanzarle un manotazo o
atestarle una patada en la entrepierna, pero tiene miedo de la reacción que
tuvo recién. Además... hijo del General suicida... Demian le mencionó que su
padre había fallecido, pero asumió que lo había hecho en batalla...
“Ya escuchaste a los Grandes Sabios. Tendrás
que quedarte un tiempo más en el palacio, así que compórtate.” Céfiro frunce el
ceño. Y pensar que estaba sintiendo compasión por el bastardo. “Ahora tienes
que ir con el Doctor Real, para que haga un reporte de cómo quedaste después de
anoche.”
Céfiro
siente su rostro sonrojarse, a pesar de que la situación le da más rabia y pena
que vergüenza. Aun con todo, había tenido sexo por primera vez. Con un hombre.
No hubo mucha intimidad, ni siquiera está seguro de que alguno de los dos
presentes haya considerado realmente que él estaba ahí, pero de todas formas
fue su primera vez. Y fue en el lugar de un objeto, con una persona en la que
confiaba, y con otra a la que está detestando cada vez más.
Se
tapa rápidamente con la sábana, cubriendo su desnudez y las marcas en sus
muñecas y tobillos. No quiere que Demian lo siga atravesando con la mirada. Ya
fue suficiente con que lo expusiese frente a esos vejestorios.
“Tranquilo. No tengo el más mínimo interés en
verte desnudo. Por más enano que seas, sigues siendo un hombre.”
¿Y
que acaso Kyrios no es un hombre también? ¿Qué fue eso que presenció la noche
anterior, entonces? ¿Un espejismo?
“Aun así, es buena idea, considerando que Selene
tiene que llevarte con el doctor.”
Dicho eso, se acerca a la
puerta de la habitación, llamando ese nombre femenino una vez ésta se abre
levemente. La joven entra entonces, con el rostro radiante. Sin embargo, este
se opaca con preocupación cuando lo ve ahí, envuelto entre esas enormes cobijas.
“Llévalo con el doctor y dile que haga el
reporte correspondiente.”
“Entendido...”
Demian
se marcha entonces, cerrando la puerta tras de sí. Céfiro ve de reojo como
Selene se acerca lentamente a él. No puede verla a los ojos, no tiene ni la
energía ni la dignidad para hacerlo. Así que no nota cuando ella se detiene y
la expresión en su cara cambia por unos segundos. Lo único que ve al levantar
un poco la mirada para saber qué sucede es frialdad en sus facciones.
“Vamos. El doctor está esperando.”
Él
no hace más que asentir. ¿Qué habrá sido eso? ¿Estará en modo obedecer a Demian, hacer bien mi trabajo? Sus escasos ánimos impiden que plantee la
pregunta, y se limita a seguirla en silencio.
En
el trayecto, todos los guardias y personal de aseo con los que se topan voltean
a mirarlo. Algunos susurran expresiones de lástima, otros sueltan una risita
burlesca. Y otros, palabras obscenas, esas que les dirigen a las mujeres que
venden su cuerpo.
Y Céfiro sólo quiere
desaparecer de una vez por todas.
Después de caminar un largo
rato en silencio, a otra ala del castillo, Selene se detiene frente a una
puerta custodiada por un guardia. Éste sonríe al verla llegar.
“Buenas, señorita Selene. ¿Viene a visitar a su
hermano?”
“¿Se encuentra el doctor?”
El pobre guardia se queda
para adentro al escuchar el tono frío en la voz de la chica. No puede culparlo.
Céfiro también se pregunta qué le sucede, aunque asume que debe estar
respetando lo desagradable de esta situación. Claro, no es una visita de
cortesía. Vienen a que lo examine. A sacar pruebas del abuso, vamos.
El guardia asiente y Selene
voltea a mirarlo. Su rostro refleja la misma frialdad que percibió en su voz.
Ok, igual es un poco extraño. Podría mostrarse triste, pero se ve más molesta
que triste. Eso, sorprendentemente, reactiva ligeramente su energía, aunque
sólo sea por el propio enojo. ¿Por qué ella está molesta si él es el que fue
abusado, y por su querido señor?
“Entra. Yo esperaré aquí afuera.”
Como sea, no tiene energía
suficiente para preguntarle qué le sucede tampoco. Por eso decide hacerle caso
y entrar en ese lugar. Uno muy curioso, por cierto, tanto que no puede evitar
echar un vistazo alrededor, por más desanimado que esté. Hay grandes
estanterías repletas de libros, muchos frascos de diferentes formas y colores,
y diversos objetos que nunca antes había visto. Así que así se ve la oficina de
un verdadero doctor. En el pueblo, solo había una especie de doctor que tenía
la disposición de ayudar a los menos favorecidos como él y su padre, y aun así
el tratamiento para la enfermedad de su padre era muy precario. Céfiro se
pregunta si alguien que tiene equipamiento tan extraño como este doctor podría
hacer algo más por su viejo padre.
“Doctor, tenemos visita.” Dice un joven
acercándose a él. Sus grandes ojos verdes se centran en la gargantilla en su
cuello, y la sonrisa que cubría sus labios se desvanece. “Debes ser el nuevo
esclavo de Su Majestad. ¿Viniste solo hasta aquí?”
“No, me escoltaron...”
“¡Pero estás caminando como si nada! Ven,
acuéstate.”
Céfiro no entiende porqué
está tan alterado, pero hace lo que le indica de todos modos, recostándose
sobre una de las camas. Luego el chico se voltea a llamar nuevamente al doctor,
que no parece estar por ningún lado. Finalmente, un hombre maduro, de cabello
oscuro amarrado en una coleta, aparece por la puerta conjunta.
“El Sumo Sacerdote avisó que vendrías, Céfiro,
el esclavo. Aun así, no pensé que llegaría el día en que volvería a tratar a un
esclavo real. Pensé que Kyrios iría por el mismo camino que Lázaro.”
Céfiro lo mira con
curiosidad, mientras el doctor habla sin ponerle mucha atención, y prepara una
pasta con unas hierbas con un olor muy intenso y desagradable. Por un momento pensó
que estaría criticando a Kyrios, que diría que era malvado y cruel, a
diferencia de su padre, pero sus siguientes palabras despejaron sus dudas antes
de que pudiese intervenir.
“Claro, Kyrios, no fue lo suficientemente
ingenioso como para adelantarse y conseguir una esposa como lo hizo Lázaro, así
que los Ancianos actuaron antes.”
Y
él no puede decir nada, porque realmente pareciera que el doctor está hablando
solo, aun cuando se dirigió a él en un principio, con nombre incluso. Así que
Céfiro aprovecha de absorber cualquier información sobre Kyrios que le pueda
brindar. Al menos pareciera que ha sido bastante cercano tanto al padre como al
hijo, por la forma en que los trata sin títulos.
De hecho decide hacer la acotación. “Parece ser
muy cercano a los dos reyes.”
El doctor le dirige la mirada por fin, y
pareciera que recién lo está viendo bien por primera vez. “Por supuesto. Lázaro
creció conmigo, y a Kyrios lo traje a este mundo.”
“La verdad es que no debería tratarlos así.”
Interviene el joven de ojos verdes. “A los Grandes Sabios no les agrada que
trate a los reyes sin formalidades, pero mi maestro nunca aprende. Tiene suerte
de no perder su puesto.”
“Porque saben que no hay mejor persona para ser
el Doctor Real, así que se aguantan.” Y de esa forma, el doctor cierra el tema
de forma tajante. “A ver, recuéstate ahí y quédate quieto.”
Un
poco titubeante, Céfiro hace lo que le indican, aunque ya no siente ningún
malestar físico por el cual deban examinarlo. Lo único que permanece es el
desánimo y el dolor de su pecho, y duda mucho que el doctor pueda hacer algo
para aliviarlo. No puede borrar de su memoria lo que sucedió anoche después de
todo, y no puede cambiar su destino de estar encerrado en este lugar. Kyrios...
El
doctor aparta la colcha que le cubría el cuerpo de pies a cabeza, para poder
examinarle. Entonces nota que el otro joven aún sigue ahí, de pie, ajeno a la
mirada acusadora de su maestro.
“Hans.” El chico se da por aludido, pero sigue
sin comprender. “¿Pretendes quedarte ahí mirando? ¿Para qué? ¿Para que el chico
se sienta más incómodo aún?”
“Ah.” Ahí recién cae en cuenta de que Céfiro no
solo se ve triste, también bastante avergonzado por tener que mostrarse
obligatoriamente frente al doctor. Claro que no quería que alguien más mirase.
“¿Por qué no vas a ver a tu hermana mejor?
Seguro que fue ella quien trajo al esclavo, siendo que el Sumo Sacerdote fue el
que ordenó que viniese.”
“¿Selene está afuera? ¿Y por qué no entró?”
“No sé ni me interesa, pero anda a
averiguarlo.”
Dicho eso, Hans sale de la
habitación como su maestro le sugirió, con una expresión confundida. Entonces
Céfiro recuerda que Selene le mencionó que su hermano mayor trabaja como asistente
del Doctor Real. Con razón los grandes ojos verdes de ese joven hombre le
parecieron conocidos.
“A veces me pregunto si fue buena idea
aceptarlo como discípulo. Aunque lo haya podido moldear desde pequeño, sigue
siendo bastante denso. Maldito Lázaro, que me deja estancado con un ayudante
como ese.”
Otra vez parece estar
hablando solo, así que Céfiro no le interrumpe. Aun así, continúa
impresionándolo que pueda hablar así como así del difunto rey y salirse con la
suya. Debe ser un excelente profesional.
“A ver, niño.” Ahora sí parece que le está
poniendo atención, así que él hace lo mismo. “Esto te va a doler un poco, pero
no te muevas ni hagas escándalo, ¿ok?”
“Ok.” Es un poco tosco en su forma de dirigirse
a él, pero es de esperarse si puede referirse al difunto y querido rey como Maldito
Lázaro. Además, por su orgullo no iba a gritar tampoco.
“Muy bien.”
Entonces toma las piernas de
Céfiro y las separa lentamente, para luego separar también sus glúteos, poco a
poco, y Céfiro aguanta un quejido cuando siente el semen salir de él. Qué
desagradable sensación. Sabe que no es su culpa, pero aun así se siente
profundamente humillado y avergonzado. Ambos serán hombres, y el doctor estará
simplemente haciendo su trabajo, pero no puede evitarlo. Y es aún peor cuando
ve como sus dedos se introducen en él, palpando y expandiendo su entrada para
ver mejor.
“Mmm...” ante ese sonido tan curioso, Céfiro
decide que es mejor mirar el rostro del doctor que presenciar sus acciones tan
vergonzosas. “No te duele, ¿verdad?”
“...No demasiado. Sólo se siente incómodo.”
Admite Céfiro. Es verdad, el doctor le dijo que le dolería.
“Es que claramente tenías heridas. Noto sangre
seca en tu piel y en los restos de semen, que por cierto deberías haber
limpiado antes. Asumo que los dejaron como prueba para los viejos esos.” Céfiro
siente un poco de miedo ante esas palabras. Él no sabe nada de sexo. ¿Le
pasaría algo horrible por no haberse limpiado adecuadamente? Sin embargo, no
alcanza a preguntar. “Pero ahora no tienes nada, ni un solo rasguño.” El doctor
toma una de sus muñecas con firmeza, solo para ver como lo último de las marcas
de las amarras se desvanece. “Lo sabía. Tu cuerpo se cura solo, a una velocidad
anormal, ¿no es verdad?”
Nunca
había tenido que contárselo a nadie más que a su padre, pero este doctor
descubrió su secreto con una sola mirada. ¿Qué puede decirle ahora? No puede
negarlo, ¿o sí? Porque, por lo que su padre le explicó con mucho detenimiento a
sus cinco años, esto no es común, no es normal, y nadie debía saberlo.
“No, como cree, doctor. Supongo que Kyrios fue
delicado conmigo, a pesar de todo.” Dicho eso, se tapa la boca con las manos.
Lo había hecho de nuevo, tratar al rey sólo por su nombre. Afortunadamente, al
doctor no le importó en lo más mínimo.
“No me trates como imbécil. Sólo estaba
corroborando lo que ya sé.” Su respuesta bastante ruda lo llena de ansiedad. Se
supone que nadie debía saberlo. “Cálmate, no le voy a decir a nadie. No eres el
primero que veo con un cuerpo como este, y a quienes conozco tampoco quisieron
hacer pública esta habilidad.”
¿Alguien
más tenía esta condición? Eso sí que despertó su curiosidad. Algo bueno que
saliese de que el doctor tuviese que examinarlo. Agradece también que ahora se
pusiera a limpiarle también, con cuidado. Ojalá no fuese tarde y eso evitase
cualquier nefasta consecuencia que el no hacerlo de inmediato pudiese traerle.
“No le diré a nadie con una condición.” Un
escalofrío recorre el cuerpo de Céfiro. “Tendrás que venir aquí una vez por
semana.”
“¿Para qué sería? Si el Rey Kyrios no tiene
objeciones, por mí no hay problema.”
“No las tendrá. De hecho, no tendría por qué
saber que vienes para acá.” ¿Cómo que no?
¿No es él mi amo ahora, por más que deteste ser un esclavo? Luego de una
pausa, en la que continuó limpiándole en silencio, prosiguió: “Te lo explicaré
la siguiente vez que nos veamos. Ahora tengo otras cosas que hacer,
lamentablemente. Apropósito, ya terminé de asearte. La próxima vez asegúrate de
hacer esto mismo en cuanto puedas. Así que ya puedes taparte. Se nota que
quieres mucho hacerlo.”
No
tiene que decírselo dos veces. No tiene ninguna gracia estar desnudo en frente
de otra persona, aunque fuese otro hombre. Procede a ponerse rápidamente la
ropa que Selene trajo para él. Ordena un poco su cabello y se baja de la cama.
La próxima vez, dijo él. Realmente espera, con toda su alma, que no hubiese una
próxima vez.
“Entonces, ¿cuándo debo volver aquí?”
El doctor le había caído
bien, a pesar de su manera tan tosca de tratar a los demás, sin embargo, aún no
tiene ánimos para seguir conversando. Lo único que quiere es estar solo. No
sabe cuánto tiempo más podrá aguantar las ganas de llorar que el dolor en su
pecho y en su alma le produce. Está tan, tan cansado. No recuerda haber estado
tan cansado mentalmente en su vida.
“El próximo jueves, al mediodía.” Responde el
doctor, luego de una larga pausa mirando unos escritos en sus manos.
Probablemente revisaba su agenda. “Dile a Hans que vuelva dentro cuando
salgas.”
“Entendido. Muchas gracias, doctor.”
El
aludido no se despide, tan solo hace un gesto con la cabeza y regresa a la
habitación contigua. Con un suspiro, Céfiro sale de la oficina abarrotada de
camas, libros, y objetos extraños.
Afuera,
Selene lo espera con la misma expresión que antes. Céfiro le transmite las
instrucciones del doctor a Hans, quien se despide de Selene para desaparecer
rápidamente.
“Vamos, te llevaré a comer.”
Seguro
el Sacerdote o Kyrios le habían ordenado que hiciese eso, si lo esperó todo ese
tiempo, a pesar de que seguramente estaría bastante ocupada. Aun con su nulo
apetito, decide hacerle caso. No tiene fuerzas para discutirle, y seguramente
lo dejaría solo una vez lo llevase al comedor de sirvientes. Aún no tiene idea
de cómo llegar de un lado a otro, así que lo agradece, aunque probablemente no
comería nada. No cree que ningún bocado pueda pasar por su apretada garganta.
Pero
los pasillos que recorren no le parecen conocidos, aun con su mala memoria.
Tampoco reconoce la puerta en la que se detiene Selene repentinamente. Además,
lo que puede ver a través de la puerta abierta es una pequeña oficina, no un
comedor.
“Entra.”
Al ver que Céfiro no se
mueve, y para su sorpresa, ella lo toma del brazo y lo obliga a entrar,
cerrando la puerta tras ella. Sus ojos reflejan odio y rabia como no los había
visto nunca antes.
“...¿Por qué lo hiciste?” Su voz suena muy leve
y temblorosa. Céfiro simplemente la mira sin entender. “Te traté tan bien, ¡y
tú me haces esto!”
“No... no sé a qué te refieres...”
Una fuerte y repentina
cachetada lo empuja al escritorio tras él. Su mano se posa sobre su mejilla
hinchada. No durará mucho tiempo así, pero por ahora sí que duele. Aun así, lo
que más duele es que se la propinó una chica a la que estaba empezando a
considerar su amiga. ¿Qué rayos le pasa?
“¡No te hagas el inocente ahora! ¿¡Por qué te
acostaste con él!? ¿¡Por qué con mi Señor Demian!?”
“¿Con Demian...? Pero si yo... yo estuve con
Kyrios, no con...”
“¡No te atrevas a mentirme! ¡Deberías haberte
dado cuenta ya de que estoy enamorada de él! ¿¡Entonces por qué!?”
La
verdad no lo sabía. No se había detenido a pensarlo, y además sabe muy poco de
romance como para darse cuenta de algo así. Sí había notado que lo defiende
cada vez que puede, que se ve muy feliz cuando el Sacerdote la halaga, que
parece feliz siendo su dama de compañía o lo que sea que signifique eso...
Ahora empieza a entender el porqué de su actitud.
Unas delgadas lágrimas caen,
solitarias, por su mejilla hinchada. Logra retener las demás, pero parece que
esas escasas gotas lograron enfurecer más a Selene. Está temblando de ira y
nerviosismo.
“Lo siento, Selene... Pero yo no-”
“¡¡Deja de llorar!! Yo soy la que quiere
llorar...” y eso hace, de hecho, tiene el rostro enrojecido por la rabia y
empapado en lágrimas. “Es obvio que te enteres de algo así si tu señor llega
muy tarde en la noche, comentando lo mucho que se divirtió con alguien que no
eres tú, porque todo es tan aburrido contigo... ¡Más si después encuentras uno
de sus brazaletes en la habitación de Su Majestad!” Ahora su mano golpea el
escritorio a su lado, con fuerza. “¿Qué tienes de especial tú, eh? Un esclavo
cualquiera, queriendo estar con el Sumo Sacerdote. ¡No me hagas reír!”
Céfiro
ya no quiere ni mirarla. ¿En serio lo estaba culpando del abuso que sufrió? Sus
palabras están cargadas de amargura. Aun así, no puede evitar, de hecho,
sentirse un poco culpable. No porque crea que el abuso haya sido su culpa, eso
nunca, pero sí porque Selene entendió todo de mala forma, y ahora está
sufriendo.
“Eres un hombre, por los Dioses. ¿Cómo puede
preferir estar contigo a tocarme a mí, una mujer, su mujer? ¿Acaso no te parece asqueroso estar con otro hombre,
cometer una aberración como esa? Algo pecaminoso como eso no tiene futuro.”
“Pero yo no quiero...”
¿Cómo va a decirle que el
Sacerdote ni siquiera le tocó un pelo, que parecía que ni siquiera notaba su
presencia? Que era a Kyrios a quien miraba y sólo a él... Independiente de lo
que le pasara a ese desgraciado, sería delatar a Kyrios. Una voz en su cabeza
le repite que el Rey lo había traicionado horriblemente, pero aun así no se
atreve a traicionarlo de vuelta. No a Kyrios. Y no sabe por qué. Tal vez es
sólo que es la única persona que podría hacer algo por él en estos momentos. El
único que le ofreció su ayuda, que prometió hacer lo posible por darle
libertad. No como la pena resignada que le pareció que sentían Selene y Neil
por él. Realmente sintió que se preocupó por él, que quería hacer algo por él.
Tal vez sólo se está aferrando a esa esperanza inútil porque no tiene nada más
en lo que creer.
Además, ¿qué ganaría con
contarle? ¿Que lo llamase mentiroso y blasfemo? ¿Que le duela más saber que no
fue sólo abuso, que hay algo más extraño aún entre Kyrios y su querido señor
Demian? Realmente él no entiende lo que son los celos, no realmente, pero el
solo ver el rostro de Selene le da la respuesta de que debe ser profundamente
angustiante.
Así que guarda silencio,
recibiendo otro golpe en el rostro como reacción, uno que lo tumba en el suelo.
Y permite que se descargue, cuando dos patadas llegan a su cuerpo, una en su
estómago, la otra en sus piernas.
“¡No te quedes ahí! ¡Di algo, perra barata! La
homosexualidad está prohibida, ¿sabías? Es un asqueroso, asqueroso pecado. Y mi
señor Demian no es así... ¡Ya que tú fuiste el que lo sedujiste, tú eres el
único que se va a ir al Infierno, ¿me escuchaste?! ¡Si no fuera por mi señor,
ya te habría delatado y te estarían llevando a la hoguera!”
“Y aun cuando tu señor Demian no es así... Aun
así no te toca, ¿eh?”
Esas palabras, dichas sin
pensar y casi sin energía, le ganan otra patada en el estómago y más sollozos
por parte de Selene. Quiere disculparse. Sabe que le duele, pero es tan
injusto. Él fue usado, abusado, ¿y él es el que se va a ir al Infierno? ¿El
abuso es aceptable, hasta deseable dentro de este palacio, y pero el amor entre
hombres (supuesto amor, porque no hay nada de eso entre Demian y él) es lo que
lo llevaría a la tumba, al sufrimiento eterno después de la muerte? Kyrios, ¿realmente estás bien con esto? Sé
que sería difícil, ¿pero no quieres... cambiar todo esto?
Puede oír
los pasos de la chica alejarse, pero sólo se mantiene en esa misma posición por
largos minutos. Todo su cuerpo duele. Es la primera vez en su vida que se
siente tan traicionado. Tan solo.
Kyrios, aun cuando no quiso hacerlo, le había
hecho daño. Lo había utilizado.
Selene, aun cuando entiende que también sufre,
lo había golpeado y humillado.
Y todo es tan despreciablemente injusto.
“Padre…”
A
duras penas, se pone de pie y sale de la pequeña oficina. Avanza sin rumbo
alguno, apoyándose en la pared para mantener el equilibrio, ignorando
nuevamente las miradas de los sirvientes al pasar. De todas maneras nadie le
hablaría. La gargantilla en su cuello les dice que no deben involucrarse. Todo
es tan distinto al pueblo, en donde la gente está acostumbrada a ayudarse entre
sí para sobrevivir. Quiero regresar.
Pronto
entra en un pasillo lleno de pinturas, pero no es el mismo que Demian le había
mostrado anteriormente. Se da cuenta de que está perdido. Había vagado sin
rumbo, distraído por sus pensamientos de autocompasión. Una gran ventana deja
entrar la luz del mediodía. Camina rozando con una de sus manos una pintura
tras otra, tratando de mantenerse cuerdo. ¿Qué puede hacer él para luchar por
su libertad si ni Kyrios puede hacer nada? Nada, tan solo obedecer y esperar
una muerte misericordiosa.
Entonces
una de las pinturas llama su atención. Es más grande que el resto, e ilustra a
un enorme halcón volando sobre unas inmensas montañas. Cada pluma ha sido
pintada con gran cuidado. El sol proyecta sus rayos sobre las alas abiertas del
halcón, en cuya mirada se percibe una fuerza y determinación sin igual.
Sus rodillas ceden, y cae al
sentado en el suelo. No puede evitar recordar, nuevamente, lo sucedido anoche,
sin embargo, esta vez lo que recuerda son sus deseos de haber salido volando de
ese lugar, y de hacer crecer alas en su espalda, y partir volando de ahí, con
Kyrios en sus brazos, y llegar hasta donde se encuentra su querido padre.
Juntos. Libres.
“Libres, sin límites... Pero yo no soy ningún
ave...”
Uno de sus dedos se posa
sobre la gargantilla que aprisiona su cuello. Había logrado evitar llorar hasta
ahora. Es un chico, debe mantenerse fuerte, pero es demasiado. Kyrios, papá... Sólo quiero que seamos
libres.
Ya no puede retener los sollozos, las copiosas
lágrimas. “Dioses, si realmente están ahí,” Nunca había dudado de su fe, pero
la injusticia lo hace replantearse todo. Aun así, no tiene más opción que
rezar. “por favor ayúdenme ahora. Denme fuerza. Denme algo a lo que aferrarme
para salir adelante.”
El
eco de su llanto se esparce por la habitación. Entonces una voz desconocida
llega a sus oídos, por lo que retiene sus sollozos al instante con vergüenza.
“¿Quién está ahí?”
Por
un momento cree que es el halcón de la pintura el que le habla. La voz tenía
tanta fuerza como la que refleja la mirada del ave, después de todo. Pero sus
dudas quedan despejadas cuando una mano se posa sin mucha delicadeza sobre su
hombro, y decide levantar la mirada para ver a su acompañante. Es un hombre
alto, que se encuentra inclinado para verle mejor, de largo y descuidado
cabello azabache, brillantes ojos azules. Se ve fuerte, muy masculino. Todo lo
contrario a la delicadeza de Kyrios o de su propio cuerpo.
“No pensé que el corazón de alguien tan pequeño
pudiera llorar con tanto sufrimiento.” Céfiro está tan sorprendido que incluso
ha dejado de llorar. El hombre se le acercó, vio el collar en su cuello y aun
así continúa hablándole como si nada. “¿Quién eres? Me miras como si vieras a
un condenado espíritu.”
“...Es que me estoy volviendo loco.” Acaba por
responder, y el hombre lo mira sin entender. “Creí que era el halcón el que me
hablaba.” Eso le saca instantáneamente una risa al extraño. Es tan contagiosa
que hasta le saca a él una pequeña sonrisa. “¿En serio no sabes quién soy?”
“¿Tendría que saberlo? Lo siento, no ando muy
pendiente de los cambios en el personal. Pero aun así no te ves como una
autoridad. Eres muy enano.”
Céfiro frunce el ceño. Al menos le está
devolviendo la energía para molestarse. “Me refiero a esto.” le aclara, tocando
la gargantilla. “Se supone que todos en el palacio saben qué es esto.”
“Ah, es que, como dije, no ando muy pendiente
de los asuntos del palacio.”
“¿No vives aquí? Pensé que todos los que
trabajaban aquí vivían en los terrenos del palacio. Y no te ves como un noble
que venga de visita.”
“Muy chistoso. Ya veo que te estás vengando
porque te dije enano.” Aun así, no se ve molesto, lo cual a Céfiro le agrada.
“Sí, vivo aquí y de cierta forma trabajo aquí también, pero soy más
independiente, por eso no me involucro mucho.”
“¿Cómo te llamas?”
“Tú aún no me dices tu nombre. Y yo pregunté
primero.”
Con eso, lo ayuda a ponerse
de pie, con una facilidad que le impresiona bastante. Luego lo conduce a
sentarse al borde de la ventana. La compañía de ese extraño hombre y los rayos
del sol sobre su piel están haciendo que recobre sus energías, aunque sea un
poco.
“Me llamo Céfiro. Soy el esclavo del Rey
Kyrios.”
“Ah, con que a eso te referías.” Por unos
instantes, Céfiro teme que vaya a alejarse o a empezar a tratarlo distinto,
pero, para su sorpresa, nada de eso sucede. “Yo me llamo Alan, y soy el pintor
del palacio. Esa belleza que ves ahí es mía.”
Así
que este hombre tan extraño y simpático es el autor de estas obras. No sabe
mucho de arte, de hecho, en el pueblo casi no hay de estas cosas, cosas de
ricos, pero sí que le fascinan. Supone que es algo natural en el ser humano, el
poder admirar la obra de otros.
“Es preciosa.” admite él, dirigiendo nuevamente
su mirada maravillada al halcón.
“Hay gente que dice que me parezco a él, pero
no es tan guapo como yo, ¿verdad?”
Céfiro se ríe ante esa
afirmación tan narcisista. Sabe que lo dice en broma, eso sí, pero también nota
por qué podrían encontrar esa similitud. Sus miradas se parecen mucho. Fuertes,
decididas, como si no les importara lo que los demás pensaran.
“A mí me gustaría ser así también.”
“¿Es porque eres enano?” Alan se ríe ante su
ceño fruncido. Seguro se ve como un niñito, hasta con las mejillas hinchadas.
“Me imagino que te refieres a ser libre, ¿verdad? Esa era la idea de la
pintura, después de todo.” Céfiro asiente lentamente con la cabeza. “Toda la
gente bonita que conozco quiere ser libre y no puede. Qué realidad más triste.”
¿Qué es lo que dijo? ¿Le
dijo que era bonito? ¿Aun cuando es un chico? Está por decirle algo al respecto,
pero Alan continúa hablando.
“Su Majestad siempre tuvo problemas, siempre
haciéndose responsable de todo, desplazando su vida personal por el reino. Y
ahora Kyrios anda en las mismas, tratando de tomar un legado que le queda
demasiado grande, y preocupándose porque ya lo están obligando a hacer cosas
que no quiere, igual que a Su Majestad.” Entonces cae en cuenta de algo. “Ah,
debe haber estado preocupado por ti entonces, si tú eres su esclavo.”
“¿Estaba preocupado? ¿Hablaste con él? ¡Yo
quise hacerlo, pero hasta ahora no he podido!”
“Tranquilo, tranquilo.” ríe Alan. “Vaya que
estás interesado en él. No, lo vi ayer. Te trajeron hace muy poco, ¿verdad?
Pero él ya estaba preocupado por lo que podría pasarte.”
Entonces no era mentira que estuviese
preocupado por mí... Ese pensamiento lo hace sonreír. Probablemente es la
sonrisa más sincera que ha podido esbozar desde anoche.
“Ah, es que ya pasó lo que él no quería. Al
menos con eso puede que ya lo dejen en paz.” Dice sin más, ante la mirada
atónita de Alan.
“¿¡Que ya pasó!? ¿¡Y lo dices así tan
campante!? ¡Ese hijo de puta! ¡Sabía que no tenía que confiar en él!”
“Pero, pero... acabas de decir que lo están
presionando para que haga cosas que no quiere hacer, que no tiene otra opción.”
Menciona Céfiro, para tratar de tranquilizarlo. Alan se había puesto de pie, y
aprieta los puños con fuerza, mirándolo con ira.
“¡Ya sé! Lo sé, pero... Estas cosas no deberían
ocurrir. ¡No deberían ocurrir bajo ninguna circunstancia!” Céfiro se sobresalta
cuando Alan pega un puñetazo a uno de los postes. No puede creer que haya
logrado agrietar una estructura tan firme. ¿Cuánta fuerza tiene este hombre?
“¡Esos putos viejos de mierda! ¡Haciendo sufrir a Su Majestad, haciendo sufrir
al tonto bondadoso de Kyrios, y ahora abusando de un niñito! ¿¡Que acaso sus
injusticias no van a acabarse nunca!?”
Céfiro
solo puede mirarlo en silencio, con el corazón encogido, pero lleno de calidez.
Es la primera persona a la que ve reaccionar de esta forma, de la misma forma
en la que él desearía reaccionar si no estuviese tan entumecido por el dolor.
Selene, Neil, el Doctor, hasta el Sumo Sacerdote. Todos parecen estar
absolutamente resignados a esto, sin deseos de cambiar nada. Pero el fuego en
los ojos de este pintor le da una esperanza. De que no está solo en contra de
esos ancianos, de este lado de la sociedad que hasta ahora no conocía. Que tal
vez juntos podrían ayudar a Kyrios, y hacer un cambio real, por más tiempo que
tomase. ¿Será muy iluso pensar en eso? No le importa, porque ahora tiene que
aferrarse a lo que sea.
“¿Céfiro?”
Por eso se aferra a ese
hombre, abrazándolo con todo lo que dan sus delgados brazos. Y vuelve a llorar
de la misma forma desconsolada que antes. Por unos instantes, Alan no dice
nada. Tan solo le permite llorar en su pecho, acariciando su cabeza en
silencio. Es un poco tosco, pero muy cómodo, igual como lo hacía su padre. Cierra
los ojos, intentando relajarse. Aquella que había creído que podría ser su
amiga lo había traicionado en toda ley, pero ahora quiere creer que este hombre
no lo hará. No después de demostrar esa rabia tan palpable ante esta situación
tan injusta.
Aunque nada ha cambiado, y
ni siquiera conoce a este hombre aún, se siente un poco mejor. Porque al menos
puede expresar abiertamente la impotencia que ambos comparten.
Al principio, Céfiro pasó tres
días en su nueva habitación, una mucho más pequeña y vacía que la suya en casa,
a pesar de que ésta última fuese bastante más precaria. Lo llevaron a la
fuerza, tironeándolo del brazo y lanzándolo dentro, porque no tenía suficiente
energía como para obedecer con rapidez. Sólo el sol, en sus ciclos que no se
detienen por nada del mundo, vio su estado en esos días. Comía lo justo y lo
necesario, dormía muy poco. Mirando por la ventana, a ese sol tornarse color
naranja lentamente, pasó todas esas horas procesando lo sucedido. ¿Qué haría de
ahora en adelante? No puede salir. No puede ver a su padre. Ni siquiera puede
saber cómo está. Y ahora, las únicas personas en las que confiaba aquí le
habían traicionado.
Para hacerlo más fácil,
decidió analizar los temas uno por uno.
Primero, lo más simple. ¿Debería
perdonar a Selene aun cuando lo culpó sin razón por una situación de abuso? ¿Qué habría hecho yo en su lugar? Le
cuesta imaginarlo, porque nunca se ha enamorado, y le cuesta entender qué se
siente. ¿A qué podría compararlo? Las veces que más rabia ha sentido en la vida
han sido cuando le han hecho mal a gente a la que quiere. ¿Se sentirá parecido?
Entonces recuerda un pensamiento que lo hace encogerse dentro de su cama. Yo... yo quería matar a Demian. Quería matar
a los Ancianos. Cuando vi a Kyrios quebrarse así... lo único en lo que pude
pensar fue en matarlos. ¿Será algo así? Pero yo... no estoy enamorado de
Kyrios. Independiente de que sea un hombre y eso esté prohibido, tampoco lo
conozco aún. Aun así... hay algo que me dice que debo permanecer aquí. Y sé que
él es la razón.
En estos pocos días, ha
sentido muchas emociones que nunca había vivenciado antes, y eso que recién
recordó fue una de ellas. Nunca había sentido tanta rabia como para desearle la
muerte a alguien. En su momento no se detuvo a pensarlo, pero ahora, estando
más tranquilo y reflexionando acerca de lo sucedido, puede hacerlo. ¿Acaso siempre he sido así de descontrolado?
Tal vez debería preguntarle a Demian
primero si me perdonaría que haya querido matarlo, y con eso decidir si
perdonar a Selene. Una risa desganada sale de sus labios.
Con Selene, será mejor darle
tiempo al tiempo. No logra comprender su reacción, pero sí que estaba muy
dolida por algo que, si bien no hay forma de pensar en serio que fue su culpa,
si fue provocado por su presencia en este lugar. Tal vez el tiempo enfríe su
rabia y dolor por la traición, pero aún no ha llegado ese día. Démosle tiempo. No hay apuro. No saldré
pronto de aquí.
Ese es otro punto. No puede
salir. Aun cuando ya nadie le exige nada y le permiten quedarse encerrado en
esa habitación si quiere, siguen sin permitirle escapar. Ya se lo habían dejado
claro antes, que nadie que entre a vivir en el palacio sale de él, pero el
guardia que lo llevó a la habitación se lo volvió a recordar. Para que la nueva
visión que tienen los sirvientes del palacio, y principalmente los Grandes
Sabios, se mantenga, requieren que el esclavo continúe en el palacio, y que se
pasee por los pasillos portando la gargantilla, prueba de su condición. Aun
así, no lo necesitan mucho, solo asegurarse de que siga en el palacio. Al
parecer no quieren que esparza estos asuntos por el pueblo, el cual se mantiene
ajeno del abuso que se produce aquí y entre las familias nobles. Así que por ahora,
hasta que no pueda conversar con Kyrios de lo sucedido y de lo que deberían
hacer de ahora en adelante, no puede pensar mucho en escapar, en ir a ver a su
padre. Eso quiere decir que tendrá que conseguir que alguien más sea su
conexión con el exterior. Aún no sabe quién, pero debe averiguar cómo está su
padre y encargarle a alguien del mercado, por ejemplo, que le cuide. Esa será
su primera prioridad en su plan de acción.
Con eso decidido, ¿qué va a
hacer con Kyrios? Por más que lo intente, no puede obligarse a culparlo, mucho
menos a odiarlo. No después de verlo quebrarse de esa manera. Necesita saber
qué sucede, cuál es su relación con Demian, qué fue lo que pasó realmente esa
noche, en el mundo de esos dos. Tendré
que encontrar la ocasión para hablar con él a solas, como sea.
Pero ese momento no sería
ahora. En vez de eso, se envuelve en la única manta que le dejaron para
cubrirse. Nunca se había sentido tan solo como ahora. Estando en casa, su padre
siempre estaba presente. En el pueblo, solía conversar con todos en el mercado.
Pero ahora no tiene ni un solo amigo. Excepto... ese hombre, tal vez. Alan.
Aquel que soportó su llanto y lo consoló sin tener que decir más que unas
cuantas palabras expresando su ira. Una afín a la suya. Quiere saber más de él,
quiere volver a verlo.
Una fría lágrima se desliza por su mejilla,
antes de que el cansancio le venza una vez más. “Alan... Kyrios... Papá... No
quiero estar solo...”
Pasados esos tres días
encerrado, y en consideración a que de todas formas tendría que salir para ver
al doctor, Céfiro decide que ya es hora de dejar este cuarto horrendo y ponerse
en acción. Se lava el rostro, se golpea las mejillas y le sonríe a la
superficie del agua, dispuesto a comenzar de nuevo.
En los siguientes días, no
volvió a ver a Selene después de aquel incidente. Al parecer ella lo está
evadiendo. Mejor para él, que tampoco tiene muchos deseos de toparse con ella. Como
ya había pensado, es mejor darse un tiempo lejos de ella.
Tampoco ha visto mucho al
Sumo Sacerdote. Al parecer ha estado muy ocupado últimamente, con algo que nadie
sabe explicarle de qué se trata. Bueno, no es como que mucha gente le dirija la
palabra, con esa condenada gargantilla pegada al cuello todo el tiempo. Aun
así, se ha cruzado algunas veces en los pasillos con él. Curiosamente, pensó
que lo trataría mal nada más verlo, como había sido en esos primeros días, pero
no. Es más, simplemente lo ha saludado como si nada, siempre con dignidad y
elegancia. Sin embargo, no ha podido ni entablar la conversación que quiere
tener, acerca de esa fatídica noche. Necesita saber qué fue aquello que
presenció. Pero no pierde la esperanza. Uno de estos días le sacará
información. Y probablemente intentará romperle la nariz de un puñetazo, al
menos.
Pero lo que más lo tiene
nervioso es que no ha podido ver a Kyrios nada más que de lejos, y en esas
situaciones no ha podido ni saludarlo, porque siempre está rodeado de personas
que le exigen que se apresure, llevándolo de un lado a otro. Si Demian se
encuentra muy ocupado, Kyrios lo está mucho más. Además de los temas
administrativos y audiencias, pareciera que hay algo más que lo mantiene así,
pero nadie ha sabido explicárselo. Y cada vez que se ven de lejos, la mirada de
Kyrios refleja angustia y hasta vergüenza, como si no pudiese enfrentarlo aún.
Bueno, le dará su espacio porque por ahora no tiene otra opción, no puede pasar
por encima de toda esa gente que lo requiere para todo tipo de asuntos. Pero
tendrán que conversar en algún momento de lo que sucedió. Si no puede sacarle
información al Sacerdote, lo hará de la fuente directa, el mismo Kyrios.
A quien sí ha vuelto a ver,
y prácticamente todos los días, es al pintor, Alan. Ya llevan toda una semana
seguida pasando la tarde juntos, desde que se vieron unos días después de ese
primer encuentro. Hoy también iría a verlo después de acabar con su segundo
encuentro con el Doctor Real. Es esta misma persona quien lo examina ahora, con
una pequeña cuchilla presionando contra la piel de uno de sus brazos, probando
su resistencia.
“Tal parece que su piel, a pesar de que es
relativamente suave, es más resistente de lo normal.” concluye el Doctor,
dejando de lado su instrumento cuando la presión aplicada llega al punto que
realiza un delgado corte. Céfiro no tiene idea qué significa eso, pero asume
que es algo bueno. “Voy a anotar. Espera.”
En esta segunda ocasión
(bueno, tercera, estrictamente hablando), el Doctor nuevamente lo está
examinando, habiéndole dicho a Hans que dejase la habitación primero. Al
parecer es una investigación secreta, por las pocas palabras que el Doctor está
dispuesto a pronunciar. Ya que va a ser su médico de ahora en adelante, y
además le brinda estas instancias de privacidad, Céfiro se anima a hablar un
poco más con él. Claro, lo que este parco doctor esté dispuesto a conversar con
él.
“Doctor, usted dijo que conocía a otras
personas que también curaban sus heridas, ¿verdad?” le dice, mirando
detenidamente su brazo, esperando los instantes necesarios para que la herida
se cierre sola. “¿A quiénes se refería?”
El
Doctor simplemente le ignora, escribiendo en unos pergaminos sus notas. No está
seguro, pero supone que debe asumir que es información que él no debe conocer.
Pero no se va a dar por vencido. Algo tenía que obtener de todo esto si va a
estar cortando su piel y midiendo cosas todos las semanas.
“Esas personas, quienes sean que fuesen,
¿también tenían una piel más resistente como yo?”
Ante esa pregunta, el Doctor sí levanta la
mirada. Los ojos de Céfiro se iluminan, con la esperanza de que esta vez sí le
dé una respuesta. “No.” Céfiro suspira fastidiado. Qué respuesta más aburrida.
“Pero si se curan más rápido que tú.”
Ok,
eso sí le parece relevante. ¿Quiénes serán esas personas? ¿Cuántas serían? Si
le está haciendo pruebas es porque debe ser una condición bastante inusual.
¿Serían dos, tres? ¿Por qué no puede saber si es como ellos? Su padre le
advirtió siempre que nadie debía enterarse, pero si compartían rarezas no debería
haber problema, ¿verdad?
“Ah... Doctor, ¿le puedo hacer una petición?”
“No.”
El Doctor le responde de
inmediato, acercando nuevamente su cuchilla a su piel con cuidado. Céfiro
aparta el brazo con molestia, sintiendo por fin que el pequeñísimo corte se
cerró por completo, aunque aún le arda un poco la piel. El Doctor simplemente
lo mira con fastidio.
“No te muevas.”
“Si va a hacerme estas cosas, al menos escuche
lo que tengo que pedirle. Si no puede hacerlo, bien, pero escúcheme.”
El Doctor suspira, echándose para atrás en su
asiento. “Sí que eres atrevido como dijo Demian. Bien, ¿qué es lo que quieres?”
“Ah...” se siente un poco mal, porque siempre
le dicen que es imprudente, pero esto es algo importante, así que habla de
todas formas. “¿Cree que podría mandar a uno de los doctores de la ciudad a
cuidar a mi padre? Vivimos en el campo, no tenemos mucho, y normalmente yo le
cuido. Ahora está solo y enfermo, y...”
“Ah, si te refieres a eso, ya está cubierto.”
“...¿Qué?”
Céfiro había estado jugando
con la cuchilla, tratando de pasar los nervios que le causa ese Doctor tan
serio, y por la sorpresa la dejó caer en su pierna, dejando un no muy profundo
tajo. El Doctor no pierde la oportunidad de mirar de cerca cómo se comporta esa
herida que ni tuvo que hacer a propósito, contando mentalmente cuanto demora en
sanar.
“Kyrios le ordenó a Demian que me ordenara a mí
que fuera a cuidar de tu padre algunas veces por semana. El pobre anciano tiene
los pulmones hechos polvo, pero sigue trabajando como si nada. Tu padre es muy
fuerte.”
El
rostro de Céfiro se ilumina al escuchar eso. No porque su padre estuviese un
estado de salud deplorable, pero eso ya lo sabía. Le alegra que ahora haya
alguien que, a pesar de lo tosco que puede ser, sea tan experto en lo que hace
y que esté cuidando de él.
“Kyrios hizo eso...”
Y ese pensamiento le llena
el pecho de calidez. Aun ahora, sigue convenciéndose a sí mismo de que Kyrios
nunca quiso hacerle daño, y esta es una prueba más.
“Así que cállate y obedece, que tu padre está
bien. Ojalá él tuviera tus mismos dones eso sí, pero lamentablemente no los
tiene. Puede que su enfermedad no hubiese avanzado tanto si fuese así. O tal
vez lo hubiera hecho de todas formas, quién sabe. Maldición, a mí me gustaría
saberlo. Pero es un dato importante para mi investigación que no comportan esta
cualidad. Necesito averiguar más.”
Otra
vez está hablando solo y de corrido, pero no importa. No obtuvo mucha
información sobre sí mismo, pero su padre está siendo tratado por el mejor doctor
del reino. Y fue Kyrios quien lo ordenó. Por él. Lleva una de sus manos a su
pecho inconscientemente, tratando de retener la cálida y pequeña felicidad que
surge en ese lugar.
“El Doctor es súper raro.” escucha a Alan
decir, mientras lo acompaña a pintar en uno de los jardines. “Hubo un tiempo en
que también me acosó por meses, después de que me encontraron. Menos mal que me
dejó ir.”
“¿Te encontraron?” ese comentario sí que llamó
la atención de Céfiro. El brillante sol en las alturas lo ciega unos instantes
al tratar de buscar el rostro del pintor.
“Ah, sí. Hace varios años, me encontraron cerca
de las montañas tras el palacio. No recuerdo nada antes de eso.”
“¿Entonces no sabes de dónde vienes ni quienes
son tus padres?”
“No. No sé si soy hijo de nobles o de esclavos.
Su Majestad intentó encontrar a mis padres por un buen tiempo, pero nadie
reclamó por mí. Al final decidió tomarme como su protegido, ya que no tenía
adónde ir.”
“Ya veo. Por eso se convertiste en protegido,
aunque eras un cualquiera.”
“Qué malo, no tienes por qué decirlo así.” le reclama
Alan, para luego soltar una carcajada. “Pero es verdad. Le debo mi vida a Su
Majestad. Si no fuese por él, me hubiese muerto de hambre o me hubiesen
devorado los animales salvajes.”
“Imagino que tuvo que irse en contra de los
Ancianos para lograr eso... Debe haber sido difícil. Sí que debió ser una gran
persona, el Gran Rey Lázaro.”
“Lo fue.” La mirada de Alan se ve ligeramente
triste, pero llena de cariño.
Céfiro frunce el ceño sin darse cuenta. “Hablas
mucho de él. Debes haberlo querido mucho.”
“Como digo, le debo la vida, y todo lo que
tengo hoy. Oye, y no soy el único. Tú hablas de Kyrios todo el tiempo. ¿Te
habías dado cuenta? En estos pocos días que hemos pasado juntos, lo has nombrado
unas ochenta veces ya.”
“¡N-no creo que sea para tanto! Es sólo que
realmente necesito hablar con él, pero nunca puedo hacerlo. Necesito saber...”
Saber por qué pasó aquello,
qué relación tiene con Demian, si aún tiene intenciones de ayudarlo, si pueden
ser amigos... Muchas cosas, pero no sabe si debe mencionárselas a Alan así como
así.
“Mmm... Bueno, yo tampoco he podido verlo, pero
es normal en estos tiempos. Ya volverá a estar más desocupado dentro de unas
semanas. Aguanta hasta entonces.”
“¡No puedo esperar semanas! ¡Esto me está
comiendo el cerebro desde esa noche! Necesito resolver esto ya, o me sentiré
atascado todo el tiempo.”
“Me sorprende que quieras perdonarlo después de
lo que te hizo. O sea, entiendo que te conviene tenerlo al menos a él de tu
lado si quieres volver a casa, pero a mí me costaría mentir así.”
“No es ninguna mentira. No lo hago por volver a
casa, aunque es verdad que es más conveniente. En verdad quiero conocerlo más,
que nos relacionemos bien.”
“¿¡Qué!!?” Céfiro se sobresalta al ver a Alan
gritar de esa forma. “¿¡Entonces todas esas preguntas que hacías de él no eran
para sacarle debilidades o algo así!?”
“No.” responde él riendo. “Ni siquiera se me
había ocurrido algo así. Qué raro eres, Alan. Oye, ¿y me respondiste pensando
que podría haber querido hacer eso? Qué mala gente eres.”
“Bueno, pensé que sería justo que te vengaras
un poco. Además, tampoco es que supusiese que fueras a hacerle algo horrible,
solo una pequeña venganza.” Alan suspira, dejando de lado el pincel. Se ve un
poco frustrado cuando nota que pasó a llevar su pintura por la impresión y
ahora tendrá que arreglarla. “Así que simplemente estás obsesionado con Kyrios,
¿eh? Oye, sé que es bonito, pero puede llegar a ser muy molesto cuando quiere.”
“¡Qué no es eso! Dios, ni que fuera una chica
como para que creas eso.”
“Sí... es verdad.” Céfiro no puede evitar
lanzar una mirada a su lado ante ese silencio. ¿Por qué se ve tan perturbado?
“La cosa es que al menos deberías querer darle una golpiza antes de seguir
adelante.”
Céfiro es quien suelta una carcajada esta vez.
“Tal vez lo haga.”
“Como sea, me aseguraré de decirle que deje de
huir de ti si me lo encuentro. Sólo lo he visto de lejos, y se ve entre muy
ocupado y muy preocupado.”
“Sí, igual yo... Un día lo vi caerse de sueño.
Iba a aprovechar de acercarme y ayudarlo antes de que cayese, pero Demian se me
adelantó.”
“Bueno, es normal. Todo el trabajo lo debe
tener así. Y la culpa por lo que te hizo. Pero está bien. Si tú lo vas a
disculpar, al menos deja que sufra solo unos días más.”
“Tan sólo tiene que disculparse y yo lo voy a
aceptar. Sé que lo hizo porque no tenía opción, que tarde o temprano iba a
tener que pasar. Tú mismo fuiste el que me dejó claro cómo era todo esto, y
cómo el Rey Lázaro tampoco tuvo opciones en algunos asuntos.”
“Es verdad. Pero igual le voy a pegar cuando lo
vea.” Céfiro vuelve a reír y se pone de pie, acercándose a Alan. Luego, lo
envuelve con sus brazos por la cintura, apoyando su rostro en su espalda, en su
cabello con olor a pintura. “¿C-Céfiro?”
“Gracias... En serio. Supongo que es normal que
Kyrios se preocupe por lo que hizo, porque es una buena persona, pero nadie más
que tú, de la gente ajena al asunto, se ha preocupado por mí. El doctor sólo
quiere examinarme, y los demás simplemente lo toman como algo que debía pasar.”
siente que las lágrimas van a caer de nuevo, pero las retiene cerrando los ojos
con fuerza. Se prometió que ya no lloraría más por el asunto. “Gracias, en
serio.”
“E-es lo natural. Bueno, tal vez no, es verdad
que todos están enceguecidos con las reglas de este lugar, pero sí es lo que
todos deberían hacer.”
Entonces un recuerdo surge
en Céfiro. Ese deseo de cambiarlo todo, de proponerle a Kyrios irse en contra
del reino y cambiar todas sus leyes, una a una. Es algo estúpido, ni siquiera
tiene pensado decírselo de verdad a Kyrios, pero tal vez Alan podría
entenderlo. Tal vez querría apoyarlo. Al menos sabe que no lo mirará como si
estuviese loco o fuese un traidor, de eso está seguro.
“Oye, Alan, ¿no te gustaría...?”
Entonces
Alan lo interrumpe, tomándolo del hombro. Está señalando frente a él, en
dirección al palacio. Su corazón se acelera cuando nota que es a Kyrios a quien
está indicando, quien atraviesa el pasillo conjunto al jardín, seguido de
algunos guardias y del Sumo Sacerdote. Céfiro no se lo piensa dos veces y sale
corriendo hacia allá.
“¡Oye! ¡No te lo dije para que salgas disparado
como si nada! ¡Céfiro!”
Escucha
a Alan correr tras de él, pero no se detiene. Es su oportunidad. Alan le dijo
que esperase, que ya tendrían tiempo de hablar en unas semanas, pero él no
puede esperar tanto con todas estas dudas y emociones atoradas en su pecho.
Necesita hablar con Kyrios. Ahora.
“¡Kyrios!” grita en cuanto llega a su lado. Las
miradas de espanto de los guardias y de disgusto de Demian hacen que se
corrija. “S-su Majestad... ¡Necesito hablar con usted!”
“Esclavo imprudente, ¿no ves que el Rey está
ocupado? Sea cual sea el asunto, si es de un esclavo, no debe ser importante.
Aprende tu lugar y no molestes.”
Céfiro frunce el ceño, totalmente
dispuesto a contestarle una grosería al guardia, pero Demian lo interrumpe.
“Estamos de salida, Céfiro, no tenemos tiempo
ahora. Si es urgente, tendrás que hacer una cita con Selene o con Elaine para que
uno de nosotros pueda atenderte.”
Y
dicho eso, hace una seña a Kyrios para que continúen el camino, quien se ve muy
contrariado, y además sigue sin mirarle a los ojos. Céfiro aprieta los puños
con impotencia. Demian lo está tratando como a cualquier otro, lo nota, no está
haciendo diferencia con él por ser un esclavo y eso le parece muy extraño, pero
es que realmente necesita hablar con Kyrios.
Cuando
va a volver a insistir en el asunto, llega Alan a su lado, hace una pequeña
inclinación con la cabeza a Demian y Kyrios, y después se dirige a él. Bueno,
al menos uno de los dos tenía modales, pero cree que lo hace más por salvarlo a
él de su propia insolencia a que realmente sea así de prudente. Por cómo lo ha
escuchado hablar de Kyrios, Alan no parece ser la persona más respetuosa,
después de todo.
“Céfiro, en serio, es mejor que no los
interrumpas ahora. No te puedo explicar bien lo que están haciendo, pero es muy
importante.”
“Pero Alan...”
“Ya podrás-”
Entonces
Alan se detiene abruptamente. Sus ojos se ven muy extraños, como si no le
estuviese mirando aunque tiene la mirada clavada en él. Bueno, en donde él
está. Céfiro se le acerca y sacude una de sus manos frente a su cara, sin
obtener ninguna reacción de vuelta. En lo profundo de sus ojos, puede ver un
extraño brillo azul que lo deja paralizado a él también, aunque fue solo por
unos segundos.
“¿Alan?”
Su
corazón de un vuelco cuando Alan cae al suelo de rodillas, sujetando su cabeza
con una mano. Sus ojos ahora están fijos en el suelo. Se agacha rápidamente a
su lado, pero Alan no parece estar sufriendo. Es más, parece estar en una
especie de trance.
“¿¡Alan!?”
Kyrios
y Demian se acercan también, ambos parecen estar preocupados por el pintor.
Kyrios hasta lo toma con fuerza de la otra mano, para horror de los guardias.
Parece saber lo que sucede, porque no le pregunta nada. Tan solo espera a que
Alan reaccione por sí solo, lo que ocurre unos instantes después. No debe haber
sido más que un minuto, pero a Céfiro se le hizo una eternidad. ¿Qué le sucede
a Alan? ¿Está terriblemente enfermo, igual que su padre?
“¿Alan?” lo llama la voz suave de Kyrios.
Cuando los ojos azules de Alan se posan en él, sabe que puede hacer la
pregunta. “¿Qué fue lo que viste?”
¿Ver?
Céfiro pensó que se trataba de una extraña enfermedad, como para que se quedase
detenido de esa forma, y sude como lo hace ahora. Pero Kyrios parece saber de
lo que habla, al igual que Demian, quien solo espera en silencio.
“Bestias... Van a atacar cerca, muy cerca. En
el sector de los olivos, de los granjeros. Son demasiadas... no van a poder con
ellas.”
¿Bestias atacando? ¿Y la
barrera no debería detenerlos? Aun así, sabe que ha habido algunos ataques en
el pasado, pero afortunadamente para él y los suyos, habían sido lejos de la
capital. ¿Y cómo es que Alan sabe eso sucederá? Porque no dijo que ya haya
pasado, si no que iba a suceder, y además, ¿quién le podría haber avisado de un
momento a otro? La voz de Alan tiembla un poco, pero aun así suena seguro de lo
que dice. Y Kyrios confía en sus palabras. Las delicadas facciones del Rey se
contorsionaron con una profunda angustia. Pero tiene que ser mentira. Ese
sector es...
“¿...Crees que alcanzaremos a llegar?”
“Si... si parten ahora...” Alan debe detenerse
para tomar aire. “No, cuando lleguen ya será tarde...”
“Tú,” Ahora es Demian quien se pronuncia,
dirigiéndose con autoridad a uno de los guardias, que se sobresalta
notablemente. Parece tan confundido como Céfiro. “Informa al Capitán General
que las bestias van a atacar en la periferia de la capital, específicamente en
el sector de los olivos. Él informará con sus aves mensajeras a los soldados
que se encuentren en el sector. Si Alan tiene razón, no habrá tiempo de
movilizar a más, pero hay que intentarlo.”
“¡S-Sí, Su Excelencia!”
El guardia aludido se marcha
de inmediato a cumplir su cometido. Eso a lo que llaman el sector de los
olivos, ¿no es dónde viven...?
“Su Majestad.”
Ahora Demian se dirige a
Kyrios, quien continúa en la misma posición, con la misma expresión angustiada.
“Es mi culpa, Demian...” su voz suena quebrada
y muy leve. “Me distraje con lo de los Ancianos, y ahora está volviendo a pasar
esto. Como cuando mi tío murió...”
“Esto es distinto. Simplemente no dio el tiempo
para finalizar tus deberes antes de que la barrera se deteriorase. Aún está
ahí, ¿sabes? Las bestias que lograron cruzar deben estar bastante heridas.
Tranquilo, confiemos en que los guardias puedan manejar la situación hasta que
lleguen los demás soldados.”
La voz de Demian suena firme
y severa, pero al mismo tiempo le parece que contiene ternura muy bien
escondida. Si no hubiese presenciado lo que vio esa noche, probablemente no lo
hubiese notado.
“Pero yo...”
“El Rey no debería estar ahí en el suelo,
dudando de qué hacer. El Rey debería estar con la cabeza en alto, intentando
encontrar una solución.”
Demian lo toma de la mano de
forma ceremoniosa, ayudándolo a ponerse de pie. Kyrios asiente ante sus
palabras, con determinación en la mirada, recibiendo una sonrisa satisfecha por
parte de Demian. Luego éste se aclara la garganta y suelta su mano rápidamente.
“Ahora debo partir.” Al parecer Kyrios no
esperaba esas palabras. “¿Por qué te sorprendes? Si Alan tiene razón, debo
estar cerca para ofrecer mis servicios funerarios. Los otros sacerdotes se
encargan de los otros tipos de defunciones, pero los ataques de las bestias
requieren mi intervención.”
Con
eso, se dispone a marcharse, pero Kyrios lo toma fuertemente de la túnica.
Demian tan solo voltea a verle, esperando sus palabras.
“Yo también voy.”
Los
guardias entran en pánico de inmediato, pero Demian tan solo suspira. Parece que
esperaba esto por parte de Kyrios. Céfiro sonríe levemente ante su actitud. Si
es donde ellos viven, él también debería ir...
“¡Pero Su Majestad, no puede exponerse de esa
forma! ¡No podemos permitirlo!”
“Si las bestias se encuentran activas cuando lleguemos,
me quedaré lejos y no estorbaré, pero si la batalla ha finalizado, necesito ver
a mi gente.”
“¡Pero señor...!”
“Si el Rey dice que irá, ustedes no tienen
autoridad para decidir lo contrario.” irrumpe Demian. “Pero tendrás que estar
al lado mío todo el tiempo, Kyrios.”
“Claro, no hay problema.” Kyrios sonríe de una
forma muy dulce por unos instantes.
“Yo también quiero ir.”
Céfiro interviene por fin,
luego de haber dejado a Alan descansando en el alfeizar de la ventana y haber
escuchado a uno de los guardias mandar a una sirvienta para que cuide de él.
Está inconsciente, y no hay mucho más que pueda hacer por su amigo. Pero tal
vez sí pueda hacer algo por sus otros amigos, aquellos que dejó en el pueblo y
que puede que estén en peligro en estos instantes.
“¿Otra vez molestando? ¿No te dije que tenías
que aprender cuál era tu lugar, esclavo mugriento? ¿Pretendes escapar?”
“¡No!”
Céfiro resiste las ganas
imperantes de insultar y golpear a ese guardia tan gratuitamente pesado. En vez
de eso, se come su rabia, y decide explicar para ver si logra que le den el
permiso que necesita.
“Una familia a la que soy cercano, que trabaja
en el mercado con nosotros, vive en ese sector y me preocupan. Solo quiero ver
que estén bien.”
“¿Y por esa tontería crees que vamos a darte
una oportunidad para escapar? ¡No nos engañas, niñito!”
“¡Qué no voy a escapar!”
“Basta.” Kyrios se mete en la discusión,
poniéndole fin. “Céfiro irá con nosotros, y tú lo vas a vigilar personalmente,
¿entendido? Si dice que no va a escapar, yo le creo, pero si lo hace, será tú
responsabilidad por no vigilarlo como es debido.”
Céfiro
no está para nada feliz de tener que ir con ese guardia que pareciera que tiene
algo personal en contra suya, aunque jamás lo había visto, pero al menos podría
ir a asegurarse que sus amigos estuviesen bien. Si lo que dijo Alan es verdad,
todos estarían muertos cuando llegasen. Cierra los ojos con fuerza, pidiéndoles
a los Dioses que se equivocase. Pero si tanto Kyrios como Demian creyeron en
sus palabras de inmediato, su don no podía ser una mentira.
Por alguna razón, Alan era capaz de ver el
futuro. Y sea lo que sea que viese, no era nada esperanzador.
- FIN DE
CAPÍTULO 3 –
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