Mi primer cuento random de mi llamada "Creators Series". Lo empecé porque la revista para la que escribo me pidió un cuento relacionado con moda, pero no lo terminé a tiempo u.u XD Bueno, aquí está =) XD Tal vez después haga un dibujo para él n.n
**************
"Aviso comercial"
por Himutako Mizumi
Etiquetas: shounen-ai, sobrenatural
Rating: T
Este siempre ha sido un lugar radiante. Hasta pareciera que hay partículas brillantes en el aire a mi alrededor. Inhalo profundamente, para luego botar el aire y retener aquellas partículas brillantes en mi interior. Creo que salen de los diferentes atuendos que hay en la habitación. Del espejo, del maquillaje, de todo cuanto se utiliza para mi profesión.
A mi lado está la persona responsable, realidad, de todo en esta profesión. Mi diseñador y estilista: Karl, mi mejor amigo desde tiempos remotos. Desde hace tiempo él quería convertirse en diseñador, y, una vez, cuando yo me atreví a meterme a un desfile con una de sus ropas puestas, él fue lanzado al estrellado. Fue muy arriesgado, y él no quería que yo lo hiciera, pero tenía que hacerlo. Estaba seguro que sería un éxito, y así fue.
- Daniel, ven, tengo que terminar de maquillarte.
Ahora mismo me preparo para unas fotografías, para un aviso publicitario de un perfume masculino. Sus manos se apoderan de mí. Nunca me ha agradado que otros me toquen, pero con él es distinto. Adoro cuando él manipula mi cuerpo para ayudarme a vestir las ropas que él mismo diseñó. Desde pequeños que él prueba sus diseños en mí. De alguna forma, siempre conseguía las mejores telas para sus confecciones, aunque ninguno de los dos tenía mucho dinero.
De acuerdo. Debo admitir que me gusta el contacto con Karl porque estoy enamorado de él desde hace mucho tiempo. No sé cuándo habrá comenzado a gustarme, ni recuerdo cómo ni cuándo me di cuenta de ello, pero siento que fue hace tanto tiempo…
- Te ves maravilloso. – él acaricia unos mechones de mi cabello, dejándolos caer por mis hombros. Siempre lo he dejado largo porque a él le gusta así.
- Podrías haber dejado que un maquillista se ocupara de esto. Ya tienes tanto trabajo…
- ¡No! – me sobresalto al oír ese grito repentino. Luego él baja el tono, dejándome confundido. – No necesito ningún ayudante. Puedo prepararte yo solo.
- No lo dudo, pero de todas formas te vendría bien un asistente, para que puedas descansar un poco más.
- Estoy bien.
Siempre tan terco.
Llevamos trabajando en este “mundo de la moda” muy poco tiempo, pero, desde el inicio, Karl ha rechazado la posibilidad de tener ayudantes. Y de trabajar con otros modelos, ya que hablo del tema. Yo me convertí en su modelo gracias a sus hermosos diseños, pero no tenía ninguna práctica real anterior. Digo “real” porque desde pequeños que Karl prueba sus diseños en mí y me hace modelárselos. Pero aun así, y justamente porque no tengo ninguna experiencia, él podría conseguir modelos más bellos y capacitados para usar sus diseños. Aunque eso me ponga triste…
- ¡Ey! ¡No toques eso!
- ¿Eh?
Veo como Karl se levanta y rápidamente se dirige hacia una de las asistentes de la compañía publicitaria en la que nos encontramos. Me sorprendo cuando lo veo golpearle con fuerza las manos para que suelte una prenda de su creación.
- ¡Karl, ¿qué haces?!
- No vuelvas a tocar mis creaciones, ¿entendiste? ¡No eres digna de ellas!
- Pero, Karl-sensei, me ordenaron que llevara algunos de sus diseños para organizar otra campaña…
- Si el modelo no es Daniel, no puede usar mis creaciones. Ya lo había dejado claro.
- Pero señor…
- Vuelve a decirle a tu jefe lo que dije, que recuerde el trato que hizo conmigo o no trabajo más para sus anuncios. ¡Vamos, muévete!
La asustada chica se marcha corriendo. Espero que no le pase nada muy malo por volver con su jefe con las manos vacías.
- Karl, estás recién empezando a trabajar en esta empresa. ¿Realmente crees que van a aceptar tus caprichos sin más?
- Sí, lo creo. Es más, estoy seguro de ello. No van a arriesgarse a perderme.
No es como que Karl esté siendo muy soberbio, la verdad, aunque cualquiera que no haya visto sus trabajos lo creería. La verdad es que sus diseños son deslumbrantes. Y no lo digo de forma figurada. Los atuendos que él diseña, y que además él mismo fabrica porque no deja que nadie más los haga realidad aún a estas alturas, parecen brillar. Son majestuosos, es imposible no mirarlos. Tiene razón en que, a pesar de que recién está comenzando, no se arriesgarían a perder su talento. Sería una reverenda estupidez y una locura.
- No te preocupes por nada. – él acaricia mi rostro con suavidad, contrastando notablemente con su reacción hace unos segundos. - Tú sólo debes salir allá y encantar a esas cámaras igual como siempre me encantas a mí.
Siento que mis mejillas se sonrojan intensamente. ¿Por qué tiene que hacer esas cosas? Me da falsas ilusiones… Pero aun así estoy tan feliz. Puedo estar a su lado, lo ayudo en su trabajo. Y él se emociona con mi desempeño. Ya veré que hago con mis sentimientos. Ahora soy feliz.
Él me conduce de la mano hacia la sala de fotografía para terminar los posters promocionales del perfume para el que grabé hace poco un comercial. Adoré este atuendo de ángel que Karl me hizo vestir. Prendas blancas, vaporosas, semitransparentes. Algunas joyas de plata diseminadas por mi cuerpo. Mi cabello largo, teñido de rubio dorado, amarrado en una cola de caballo. Los pies descalzos. Y, por sobre todo, unas alas blancas enormes adornan mi espalda. Estoy maravillado por mi apariencia cuando me observo en el espejo.
Tal parece que los fotógrafos y sus asistentes también se encuentran fascinados. Se siente tan bien verse atractivo, bello.
- Eh… Ah… Bueno, comencemos.
Karl se ríe un poco del impacto que su atuendo causó. Y entonces comienza la sesión de fotos. Los flashes bañan mi cuerpo de forma intermitente. Se siente muy bien. Todo va saliendo bien hasta que uno de los asistentes se dispone a ordenar la posición de mi cuerpo para una nueva toma. Claro, a mí me disgusta que otras personas, aparte de Karl, me toquen, pero no me iba a negar. El problema fue que Karl se nos acercó y empujó con fuerza al asistente. Este se da en la cabeza contra el suelo.
- ¡Karl! ¿¡Qué estás haciendo ahora!?
- Él te estaba tocando. Sólo yo puedo hacer eso. Todos pueden mirarte. De hecho, todos deberían mirarte y alabarte, pero sólo yo tengo acceso real a ti, sólo yo puedo tocarte.
- Karl…
Otra vez. ¿En verdad sólo me estará dando falsas esperanzas, o realmente tendrá algún sentimiento romántico por mí? No me atrevo a preguntarle. Asiento obediente a su afirmación. El asistente le pide disculpas, muy asustado, y procede a darme indicaciones sólo con señas y palabras. Aún está temblando. Es verdad que Karl podría llegar a dar miedo. En general los genios dan un poco de miedo: nunca sabes que están pensando, que van a hacer después y suelen tener reacciones muy explosivas y apasionadas respecto a su campo de jurisdicción. Le agradezco a la vida estar dentro de ese campo.
- ¡Listo, con esto terminamos! Salieron perfectas. ¡Gracias por su trabajo, Karl-sensei, Daniel-san!
Los fotógrafos y sus asistentes se retiran. Karl me sonríe y, sin decirme nada, me toma de la mano y se dirige conmigo a los camarines nuevamente. Me llama la atención siempre que lo hace. Es tan teatral y pomposo. Como si yo fuera una princesa y él me condujese a bailar en un salón lujoso. Me gusta, por más chistoso que se vea.
- Daniel, eres perfecto, ¿lo sabes? – susurra él, cuando llegamos al vestidor que se encuentra totalmente oscuro.
- ¿Eh? ¿Qué dices? Cuando tú eres el genio detrás de todo esto.
- No niego mi genialidad, pero… todo genio necesita una musa, una inspiración… Tú eres mi musa, Daniel, siempre lo has sido.
No alcanzo ni a ponerme nervioso por eso porque me ha robado el aliento con un beso. ¡Un beso! Ya nos habíamos besado antes, para molestar y sorprender a otros que creían que éramos una pareja homosexual, por tontear. Pero nunca había sido en serio. Ahora me está tomando de la cintura, y su lengua se apodera de mi boca. Cierro los ojos y me propongo disfrutarlo. No diré nada, esperaré a que él me confirme alguna cosa. No quiero perder a mi mejor amigo si esto es sólo un malentendido.
- Daniel, eres mi tesoro, ¿sabes? Hace tiempo que habría hecho esto y bastante más – me sonrojo al escuchar eso, más que antes. – si no me diera miedo perderte, romperte…
- ¿…Romperme?
- Tengo deseos muy desenfrenados. – me cubro el rostro contra su pecho cuando dice eso.
- Entonces… entonces, ¿yo te gusto…?
- ¿Que si me gustas? Pensé que ya lo tenías claro desde hace tiempo.
No puedo con la felicidad, y me lanzo a sus brazos, dándole un efusivo beso en los labios. Mi Karl me quiere. No me ve como un simple amigo de la infancia que lo llevó al estrellato (si es que eso se puede considerar simple). Ya no voy a tener que fingir más, ni guardarme mis sentimientos. Karl… No necesitamos palabras, ¿no?
- Calma. – me separa de él después de unos segundos. – No me mires así. Ya te dije que me tengo que contener.
- Pero yo…
“Pero yo no necesito ni quiero que te controles” quise decir, pero me detuve porque él tomó mi mano nuevamente y me conduce a la habitación en que guarda sus creaciones. Vuelvo a percibir el aire lleno de destellos cuando enciende la luz. No importa cuántas veces haya visto esta habitación, siempre me parece maravillosa, brillante, deslumbrante.
- Ya que veo que me correspondes – él me saca de mi ensoñación de repente. – creo que ya puedo contarte mi secreto.
- ¿Secreto?
Él me conduce hasta el pedestal en el que me suelo parar para mostrarle como me veo con las vestimentas que él diseñó. ¿Qué secreto querrá contarme? Pensé que lo sabía todo de él.
- Hay una razón por la cual no quiero ni necesito asistentes para fabricar mis diseños. – sí, siempre supuse eso. - ¿Sabes? Todo tipo de ropa se te ve espléndida. Sea ropa masculina o femenina, todo se te ve elegante y perfecto. También el sonrojo que tienes en tus mejillas ahora.
Bajo un poco la mirada por la vergüenza. Entonces, ¿cuál es el secreto? No quiero presionarlo, pero no me gusta que haya algo de él que yo no conozca, después de todo el tiempo que hemos estado juntos.
- Este es mi secreto.
Él me toma de los hombros, y sus manos descienden luego por la extensión de mi cuerpo. Por un momento pienso que me toca con fines sexuales, pero después me doy cuenta de que es algo mucho más sorprendente.
- ¡Karl… esto es…!
Siento un peso ligero sobre mi cuerpo. Finas telas caen sobre mí, armando un vestido espléndido, vaporoso, de color blanco. Pronto noto que es un vestido de novia. O algo así como un vestido, porque traigo pantalones cortos bajo la falda, y está sólo cae por mi espalda, con una cola larga que se esparce por el pedestal. Y entonces me doy cuenta, todo esto en unos segundos: esta vestimenta irrealmente hermosa sale de las manos de Karl, así, de la nada. Como si convirtiera el aire en telas. En Arte.
- Ah… ¡ah…!
- Shh, no te asustes. – Él me pone un dedo en los labios. Por el asombro, le obedezco. – Este es mi secreto. Yo soy un Creator.
- ¿Creator…?
- Significa que puedo crear lo que imagino, aunque no es tan fácil como suena. Es una habilidad hereditaria. Mi padre era uno también, al parecer, pero nunca lo conocí.
- ¿Cualquier cosa que imagines…?
- Sí, así.
Al momento en que él mueve sus manos en el aire, en mis muñecas aparecen grilletes de plata. Desde ellos, largas cadenas me atan al techo y a las paredes del vestidor. De mis labios escapa un cuando noto la tensión. Esto no puede haber salido de la nada. Es demasiado real.
- Y ahora tú, mi hermoso Daniel, serás mi muñeca para siempre. – me toma del rostro y me obliga a mirar a sus ojos. Brillantes ojos verdes.
- Muñeca…
- Sí. Serás siempre mi musa, mi inspiración. Viviremos juntos siempre, en donde sea que trabajemos. Los vestuarios serán nuestro verdadero hogar.
Extiende una mano hacia mí y yo la tomo. Las alas de ángel que siguen en mi espalda se ven aún mejor con este atuendo. El corazón me da un vuelco ante la imagen en el espejo frente a mí. Parece como si nos estuviéramos casando. Todo es una fantasía. Me está introduciendo en un mundo irreal.
- Te vestiré con las mejores telas, los diseños más alucinantes, y tendrás la apariencia que todos envidiarán, siempre. El ángel de la moda.
- El ángel de la moda. Suena maravilloso.
- Lo es. Serás mi mensajero, para llevar el arte al mundo de los ignorantes.
- Soy el mensajero del Dios de la moda.
Me arrodillo en el suelo, frente a él. Las cadenas me impiden moverme como quiero. Me cuesta ponerme de rodillas. Él no me ayuda para nada, sólo me observa desde lo alto. No está usando una ropa tan espectacular como podría, pero aun así se ve como un Dios, un Dios del arte, que puede crear las cosas más bellas de la nada. Literalmente, sólo con su imaginación. Tomo una de sus manos y deposito un beso en el dorso de ésta. Él acaricia mis cabellos y, por mi parte, procedo a besar la orilla inferior de su chaqueta.
Se nota que él lo tenía todo preparado para hoy. Me muestra un anillo de oro, que pone en mi mano izquierda, en mi dedo anular. Con esto le he entregado todo de mi ser. Con esto sellamos un acuerdo. Viviré donde él desee trabajar. Todos admirarán mi figura, admirarán el talento de mi amado diseñador. Los avisos comerciales llenarán las paredes de las calles, los canales de televisión, todo el mundo.
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"Aviso comercial"
por Himutako Mizumi
Etiquetas: shounen-ai, sobrenatural
Rating: T
Este siempre ha sido un lugar radiante. Hasta pareciera que hay partículas brillantes en el aire a mi alrededor. Inhalo profundamente, para luego botar el aire y retener aquellas partículas brillantes en mi interior. Creo que salen de los diferentes atuendos que hay en la habitación. Del espejo, del maquillaje, de todo cuanto se utiliza para mi profesión.
A mi lado está la persona responsable, realidad, de todo en esta profesión. Mi diseñador y estilista: Karl, mi mejor amigo desde tiempos remotos. Desde hace tiempo él quería convertirse en diseñador, y, una vez, cuando yo me atreví a meterme a un desfile con una de sus ropas puestas, él fue lanzado al estrellado. Fue muy arriesgado, y él no quería que yo lo hiciera, pero tenía que hacerlo. Estaba seguro que sería un éxito, y así fue.
- Daniel, ven, tengo que terminar de maquillarte.
Ahora mismo me preparo para unas fotografías, para un aviso publicitario de un perfume masculino. Sus manos se apoderan de mí. Nunca me ha agradado que otros me toquen, pero con él es distinto. Adoro cuando él manipula mi cuerpo para ayudarme a vestir las ropas que él mismo diseñó. Desde pequeños que él prueba sus diseños en mí. De alguna forma, siempre conseguía las mejores telas para sus confecciones, aunque ninguno de los dos tenía mucho dinero.
De acuerdo. Debo admitir que me gusta el contacto con Karl porque estoy enamorado de él desde hace mucho tiempo. No sé cuándo habrá comenzado a gustarme, ni recuerdo cómo ni cuándo me di cuenta de ello, pero siento que fue hace tanto tiempo…
- Te ves maravilloso. – él acaricia unos mechones de mi cabello, dejándolos caer por mis hombros. Siempre lo he dejado largo porque a él le gusta así.
- Podrías haber dejado que un maquillista se ocupara de esto. Ya tienes tanto trabajo…
- ¡No! – me sobresalto al oír ese grito repentino. Luego él baja el tono, dejándome confundido. – No necesito ningún ayudante. Puedo prepararte yo solo.
- No lo dudo, pero de todas formas te vendría bien un asistente, para que puedas descansar un poco más.
- Estoy bien.
Siempre tan terco.
Llevamos trabajando en este “mundo de la moda” muy poco tiempo, pero, desde el inicio, Karl ha rechazado la posibilidad de tener ayudantes. Y de trabajar con otros modelos, ya que hablo del tema. Yo me convertí en su modelo gracias a sus hermosos diseños, pero no tenía ninguna práctica real anterior. Digo “real” porque desde pequeños que Karl prueba sus diseños en mí y me hace modelárselos. Pero aun así, y justamente porque no tengo ninguna experiencia, él podría conseguir modelos más bellos y capacitados para usar sus diseños. Aunque eso me ponga triste…
- ¡Ey! ¡No toques eso!
- ¿Eh?
Veo como Karl se levanta y rápidamente se dirige hacia una de las asistentes de la compañía publicitaria en la que nos encontramos. Me sorprendo cuando lo veo golpearle con fuerza las manos para que suelte una prenda de su creación.
- ¡Karl, ¿qué haces?!
- No vuelvas a tocar mis creaciones, ¿entendiste? ¡No eres digna de ellas!
- Pero, Karl-sensei, me ordenaron que llevara algunos de sus diseños para organizar otra campaña…
- Si el modelo no es Daniel, no puede usar mis creaciones. Ya lo había dejado claro.
- Pero señor…
- Vuelve a decirle a tu jefe lo que dije, que recuerde el trato que hizo conmigo o no trabajo más para sus anuncios. ¡Vamos, muévete!
La asustada chica se marcha corriendo. Espero que no le pase nada muy malo por volver con su jefe con las manos vacías.
- Karl, estás recién empezando a trabajar en esta empresa. ¿Realmente crees que van a aceptar tus caprichos sin más?
- Sí, lo creo. Es más, estoy seguro de ello. No van a arriesgarse a perderme.
No es como que Karl esté siendo muy soberbio, la verdad, aunque cualquiera que no haya visto sus trabajos lo creería. La verdad es que sus diseños son deslumbrantes. Y no lo digo de forma figurada. Los atuendos que él diseña, y que además él mismo fabrica porque no deja que nadie más los haga realidad aún a estas alturas, parecen brillar. Son majestuosos, es imposible no mirarlos. Tiene razón en que, a pesar de que recién está comenzando, no se arriesgarían a perder su talento. Sería una reverenda estupidez y una locura.
- No te preocupes por nada. – él acaricia mi rostro con suavidad, contrastando notablemente con su reacción hace unos segundos. - Tú sólo debes salir allá y encantar a esas cámaras igual como siempre me encantas a mí.
Siento que mis mejillas se sonrojan intensamente. ¿Por qué tiene que hacer esas cosas? Me da falsas ilusiones… Pero aun así estoy tan feliz. Puedo estar a su lado, lo ayudo en su trabajo. Y él se emociona con mi desempeño. Ya veré que hago con mis sentimientos. Ahora soy feliz.
Él me conduce de la mano hacia la sala de fotografía para terminar los posters promocionales del perfume para el que grabé hace poco un comercial. Adoré este atuendo de ángel que Karl me hizo vestir. Prendas blancas, vaporosas, semitransparentes. Algunas joyas de plata diseminadas por mi cuerpo. Mi cabello largo, teñido de rubio dorado, amarrado en una cola de caballo. Los pies descalzos. Y, por sobre todo, unas alas blancas enormes adornan mi espalda. Estoy maravillado por mi apariencia cuando me observo en el espejo.
Tal parece que los fotógrafos y sus asistentes también se encuentran fascinados. Se siente tan bien verse atractivo, bello.
- Eh… Ah… Bueno, comencemos.
Karl se ríe un poco del impacto que su atuendo causó. Y entonces comienza la sesión de fotos. Los flashes bañan mi cuerpo de forma intermitente. Se siente muy bien. Todo va saliendo bien hasta que uno de los asistentes se dispone a ordenar la posición de mi cuerpo para una nueva toma. Claro, a mí me disgusta que otras personas, aparte de Karl, me toquen, pero no me iba a negar. El problema fue que Karl se nos acercó y empujó con fuerza al asistente. Este se da en la cabeza contra el suelo.
- ¡Karl! ¿¡Qué estás haciendo ahora!?
- Él te estaba tocando. Sólo yo puedo hacer eso. Todos pueden mirarte. De hecho, todos deberían mirarte y alabarte, pero sólo yo tengo acceso real a ti, sólo yo puedo tocarte.
- Karl…
Otra vez. ¿En verdad sólo me estará dando falsas esperanzas, o realmente tendrá algún sentimiento romántico por mí? No me atrevo a preguntarle. Asiento obediente a su afirmación. El asistente le pide disculpas, muy asustado, y procede a darme indicaciones sólo con señas y palabras. Aún está temblando. Es verdad que Karl podría llegar a dar miedo. En general los genios dan un poco de miedo: nunca sabes que están pensando, que van a hacer después y suelen tener reacciones muy explosivas y apasionadas respecto a su campo de jurisdicción. Le agradezco a la vida estar dentro de ese campo.
- ¡Listo, con esto terminamos! Salieron perfectas. ¡Gracias por su trabajo, Karl-sensei, Daniel-san!
Los fotógrafos y sus asistentes se retiran. Karl me sonríe y, sin decirme nada, me toma de la mano y se dirige conmigo a los camarines nuevamente. Me llama la atención siempre que lo hace. Es tan teatral y pomposo. Como si yo fuera una princesa y él me condujese a bailar en un salón lujoso. Me gusta, por más chistoso que se vea.
- Daniel, eres perfecto, ¿lo sabes? – susurra él, cuando llegamos al vestidor que se encuentra totalmente oscuro.
- ¿Eh? ¿Qué dices? Cuando tú eres el genio detrás de todo esto.
- No niego mi genialidad, pero… todo genio necesita una musa, una inspiración… Tú eres mi musa, Daniel, siempre lo has sido.
No alcanzo ni a ponerme nervioso por eso porque me ha robado el aliento con un beso. ¡Un beso! Ya nos habíamos besado antes, para molestar y sorprender a otros que creían que éramos una pareja homosexual, por tontear. Pero nunca había sido en serio. Ahora me está tomando de la cintura, y su lengua se apodera de mi boca. Cierro los ojos y me propongo disfrutarlo. No diré nada, esperaré a que él me confirme alguna cosa. No quiero perder a mi mejor amigo si esto es sólo un malentendido.
- Daniel, eres mi tesoro, ¿sabes? Hace tiempo que habría hecho esto y bastante más – me sonrojo al escuchar eso, más que antes. – si no me diera miedo perderte, romperte…
- ¿…Romperme?
- Tengo deseos muy desenfrenados. – me cubro el rostro contra su pecho cuando dice eso.
- Entonces… entonces, ¿yo te gusto…?
- ¿Que si me gustas? Pensé que ya lo tenías claro desde hace tiempo.
No puedo con la felicidad, y me lanzo a sus brazos, dándole un efusivo beso en los labios. Mi Karl me quiere. No me ve como un simple amigo de la infancia que lo llevó al estrellato (si es que eso se puede considerar simple). Ya no voy a tener que fingir más, ni guardarme mis sentimientos. Karl… No necesitamos palabras, ¿no?
- Calma. – me separa de él después de unos segundos. – No me mires así. Ya te dije que me tengo que contener.
- Pero yo…
“Pero yo no necesito ni quiero que te controles” quise decir, pero me detuve porque él tomó mi mano nuevamente y me conduce a la habitación en que guarda sus creaciones. Vuelvo a percibir el aire lleno de destellos cuando enciende la luz. No importa cuántas veces haya visto esta habitación, siempre me parece maravillosa, brillante, deslumbrante.
- Ya que veo que me correspondes – él me saca de mi ensoñación de repente. – creo que ya puedo contarte mi secreto.
- ¿Secreto?
Él me conduce hasta el pedestal en el que me suelo parar para mostrarle como me veo con las vestimentas que él diseñó. ¿Qué secreto querrá contarme? Pensé que lo sabía todo de él.
- Hay una razón por la cual no quiero ni necesito asistentes para fabricar mis diseños. – sí, siempre supuse eso. - ¿Sabes? Todo tipo de ropa se te ve espléndida. Sea ropa masculina o femenina, todo se te ve elegante y perfecto. También el sonrojo que tienes en tus mejillas ahora.
Bajo un poco la mirada por la vergüenza. Entonces, ¿cuál es el secreto? No quiero presionarlo, pero no me gusta que haya algo de él que yo no conozca, después de todo el tiempo que hemos estado juntos.
- Este es mi secreto.
Él me toma de los hombros, y sus manos descienden luego por la extensión de mi cuerpo. Por un momento pienso que me toca con fines sexuales, pero después me doy cuenta de que es algo mucho más sorprendente.
- ¡Karl… esto es…!
Siento un peso ligero sobre mi cuerpo. Finas telas caen sobre mí, armando un vestido espléndido, vaporoso, de color blanco. Pronto noto que es un vestido de novia. O algo así como un vestido, porque traigo pantalones cortos bajo la falda, y está sólo cae por mi espalda, con una cola larga que se esparce por el pedestal. Y entonces me doy cuenta, todo esto en unos segundos: esta vestimenta irrealmente hermosa sale de las manos de Karl, así, de la nada. Como si convirtiera el aire en telas. En Arte.
- Ah… ¡ah…!
- Shh, no te asustes. – Él me pone un dedo en los labios. Por el asombro, le obedezco. – Este es mi secreto. Yo soy un Creator.
- ¿Creator…?
- Significa que puedo crear lo que imagino, aunque no es tan fácil como suena. Es una habilidad hereditaria. Mi padre era uno también, al parecer, pero nunca lo conocí.
- ¿Cualquier cosa que imagines…?
- Sí, así.
Al momento en que él mueve sus manos en el aire, en mis muñecas aparecen grilletes de plata. Desde ellos, largas cadenas me atan al techo y a las paredes del vestidor. De mis labios escapa un cuando noto la tensión. Esto no puede haber salido de la nada. Es demasiado real.
- Y ahora tú, mi hermoso Daniel, serás mi muñeca para siempre. – me toma del rostro y me obliga a mirar a sus ojos. Brillantes ojos verdes.
- Muñeca…
- Sí. Serás siempre mi musa, mi inspiración. Viviremos juntos siempre, en donde sea que trabajemos. Los vestuarios serán nuestro verdadero hogar.
Extiende una mano hacia mí y yo la tomo. Las alas de ángel que siguen en mi espalda se ven aún mejor con este atuendo. El corazón me da un vuelco ante la imagen en el espejo frente a mí. Parece como si nos estuviéramos casando. Todo es una fantasía. Me está introduciendo en un mundo irreal.
- Te vestiré con las mejores telas, los diseños más alucinantes, y tendrás la apariencia que todos envidiarán, siempre. El ángel de la moda.
- El ángel de la moda. Suena maravilloso.
- Lo es. Serás mi mensajero, para llevar el arte al mundo de los ignorantes.
- Soy el mensajero del Dios de la moda.
Me arrodillo en el suelo, frente a él. Las cadenas me impiden moverme como quiero. Me cuesta ponerme de rodillas. Él no me ayuda para nada, sólo me observa desde lo alto. No está usando una ropa tan espectacular como podría, pero aun así se ve como un Dios, un Dios del arte, que puede crear las cosas más bellas de la nada. Literalmente, sólo con su imaginación. Tomo una de sus manos y deposito un beso en el dorso de ésta. Él acaricia mis cabellos y, por mi parte, procedo a besar la orilla inferior de su chaqueta.
Se nota que él lo tenía todo preparado para hoy. Me muestra un anillo de oro, que pone en mi mano izquierda, en mi dedo anular. Con esto le he entregado todo de mi ser. Con esto sellamos un acuerdo. Viviré donde él desee trabajar. Todos admirarán mi figura, admirarán el talento de mi amado diseñador. Los avisos comerciales llenarán las paredes de las calles, los canales de televisión, todo el mundo.
Vamos, comencemos con el desfile.
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