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domingo, 23 de febrero de 2014

Sodom - Capítulo 05

Por fin subo otro cap de Sodom =D No es que me haya atrasado. La revista se atrasó en publicar todo lo de su página y, por tanto, yo tuve un mes más para escribir n.n Ya todo se normalizó, así que publicaré el mes que viene.

(Nota: el kimono de Kitsune está ordenado como el de los difuntos n.n)

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Sodom ~ Tsumibito no Miyako
by Himutako Mizumi Himutako

Capítulo 05: La primera presa del perro guardián

Rating: M (por: asesinato brutal XD)


    Es difícil ver con la poca luz que brindan los faroles de la calle. Sin embargo, no le he perdido de vista. Nunca lo perdería de vista. En la siguiente avenida va caminando un hombre con un maletín, que regresa solo de su trabajo. Puedo ver al otro lado, en la siguiente calle a esa, a ese hombre de cabello castaño, escondido en las sombras de esa esquina. También está dirigiendo su mirada a donde yo dirijo la mía.

-          Ahí viene el… objetivo. – lo escucho hablar por el celular que nos conecta.
-          Sí, también lo estoy viendo.
-          No crees que esto es… ¿peligroso? – no parece demasiado preocupado aun diciendo esas palabras.
-          Supongo que sí.
-          Suenas tan tranquilo. – tal vez lo estoy más que él, pero aun así él tampoco parece asustado. – ¿No crees que es divertido esto?
-          ¿Divertido? Supongo que sí. Estamos con Kitsune-san, después de todo.
-          Otra vez estás hablando con ese tono de idiota enamorado. Igual no te culpo. Pero yo me refería a que era entretenido actuar como “criminales” y secuestrar a alguien.
-          Ah, no sé. Si Kitsune-san quiere hacerlo, supongo que lo es.
-          Ajá…

     No sé qué pensó que le respondería, pero parece que no era eso lo que esperaba oír. Supongo que Kitsune-san y este señor, Armando, piensan parecido y por eso se entienden. Me pregunto si yo entenderé estas cosas algún día. Me esforzaré. Por Kitsune-san, me esforzaré.

Lo que yo quería entender era como funcionaba la mente de “criminal”.
Poco sabía yo que no necesitaba entender eso del todo.

     Hablando de él, su figura está apareciendo en la calle que observamos, en frente del señor del maletín. Es hermoso, tal vez más de lo normal. Lleva un kimono blanco con rojo. Le queda un poco grande, por lo que le cae por los hombros. También pueden apreciarse sus piernas al caminar. Dios, se ve tan delicioso.

-          ¿¡Por qué tenía que vestirse así para esto!? – vuelvo a escuchar la voz de Armando por el celular.
-          Así lo decidió él.
-          ¿Y simplemente lo dejaste ir así porque “lo decidió así”? Hombre, necesitas hacerte escuchar más.
-          ¿Por qué? Si él quiere usar esa ropa, entonces debería hacerlo. Además, se ve muy bien con ella.
-          Ese es el problema. Se ve demasiado bien. ¿Acaso no sientes celos?

     Kitsune-san me preguntó eso una vez y no supe como contestarle. Es que realmente no lo sé. Porque… él debe ser él. Debe hacer lo que se le antoje hacer. Así es Kitsune-san. Y yo… yo lo amo así…

De otra forma no sería Kitsune-san. No sería perfecto.

-          Olvídalo. Mejor concentrémonos en lo que pasa. Debemos actuar en el momento indicado, ¿recuerdas?
-          ¡Claro! – por el sonido que emitió después, creo que pensó que esa respuesta me salió demasiado animada para la situación.

     Kitsune-san da unos pasos hacia el señor, quien recién notó su presencia. “¿Cómo no lo sintió antes?” me pregunto. Es prácticamente imposible ignorar a alguien como él. En vez de los celos que Armando nombró antes, esto me hace hervir más la sangre. Pero debo controlarme. Así lo quiere Kitsune-san.

     Que bello se ve bajo la luz del farol. Por un segundo puedo ver sus blancas colas de zorro detrás de él. Hay cinco. La última vez que las vi eran cuatro. Entonces Armando hizo nacer una más… Perfecto. Ahora es todavía más perfecto que antes.

-          Buenas noches.
-          Ah… - seguramente el hombre no cree que le habla a él. Mira a todos lados primero para estar seguro, pero no hay nadie más. - ¿Me hablas a mí?
-          Sí, le hablo a usted, señor.

     Con paso seguro, se dirige hacia él, hasta estar a unos pocos metros de distancia. Su sonrisa confiada es maravillosa. La forma en que aparta sus cabellos con sus dedos es hipnotizante. Seguramente el hombre también lo siente así.

-          Es una ropa muy bella la que traes puesta, jovencito.
-          ¿Sólo la ropa? – maldición. Ese tono seductor… quiero acercarme yo a él ahora. Pero no debo interrumpir. No debo. Aunque quiera hacerlo mío en este preciso instante…
-          No, claro que no. Eres un chico… excepcionalmente bello, si me lo preguntas.
-          Muchas gracias. – Kitsune se acerca más, lentamente, como el paso sigiloso del zorro que es.
-          ¿Te gustaría ir a algún lugar conmigo, preciosura?

     Yo quiero acariciar esos labios, maldición. El sólo ver a Kitsune-san ya me excita. Es peor aún verlo seducir a alguien. Y él continúa, como si nada. Como si no le molestara que ese anciano con nada de atractivo lo tocara. Lo cual sé que es mentira. Sé que le gustan los hombres apuestos solamente.

-          ¿Quieres… disfrutar de mi compañía?
-          Oh, claro que quiero.
-          Entonces… acompáñeme, Sudou-sama.
-          ¿Eh? ¿Cómo sabes mi…?

     Esa es la señal. Armando lo nota también. Lo veo ponerse en marcha rápidamente hasta allá. Hago lo mismo. En un segundo, tengo el cuello de la ropa de Sudou en mi boca, que lo retiene con la fuerza de la mordida de una bestia, y luego, el cuerpo de Sudou queda cubierto de miles de hilos de seda que provienen de las manos de Armando. No lo había visto hasta ahora usar su poder.

     Los gritos de Sudou son silenciados por los hilos que cubren su boca. Sólo podemos ver su mirada aterrada, saltando de uno en uno de nosotros. La sonrisa malvada de Kitsune-san se acentúa. Hicimos lo que quería. Me siento orgulloso.

-          Entonces, ¿nos vamos, Sudou-sama?



-          Cuélgalo al techo, Armando. Quiero que nos pueda ver bien.
-          Entendido.

     El cuerpo de Sudou cuelga del techo sobre nosotros. La habitación está totalmente oscura, a excepción de unas pequeñas lámparas de luz tenue, que nos iluminan lo suficiente. Puedo ver con claridad la expresión de horror del hombre frente a mí. Su boca continúa cubierta por los hilos, evitando que escape cualquier sonido.

-          Ahora bien… puedes dejar libre esa asquerosa boca, Armando. Ya no importa que haga ruido, estando en tu departamento.

     Así lo hace. En cuanto queda libre, Sudou escupe un poco. Pareciera que se estuvo ahogando un poco con todos esos hilos en su garganta. Luego sigue mirándonos con horror, sin decir nada.

-          Tanto tiempo, Sudou-sama.
-          ¿¡Quién eres!? ¿¡Por qué me tienen aquí!? – grita por fin el señor.
-          Calla, cerdo inmundo. ¿Acaso no te acuerdas de mí? Nos conocimos hace mucho tiempo. Yo no podría olvidarte...

     Kitsune-san habla con mucho odio. No nos dijo quien era esta persona ni porque sería su primera víctima, pero debe haberle hecho mucho daño. Aún más que las chicas que nombró.

-          Yo debo haber cambiado mucho como para que no me reconozcas. Aunque sigo siendo hermoso.
-          Espera… ¿Eres…? – Sudou parece haber recordado con quien trata. - ¿Eres Kitsune-chan?
-          ¡No me digas así!

     Kitsune-san saca rápidamente sus garras y rasga el pecho de Sudou, dejando una herida bastante profunda. Debido a que no se lo esperaba, la presa suelta un desagradable alarido. Si hubiera sido la voz de Kitsune-san gritando así, hubiera sonado mucho mejor.

-          No he podido soportar que alguien me diga de esa forma desde que te conocí.
-          ¿Quién es este señor, Kitsune-san?
-          Sí, ¿no va siendo hora de que nos digas? – pregunta también Armando.
-          ¿No quieres contarles tú, puerco?

     Sudou no responde. Le aterró demasiado que Kitsune-san pudiera hacer aparecer en sus manos garras tan largas y afiladas de la nada, al parecer.

-          Cuando era niño, mis padres fallecieron en un accidente de tráfico, escapando de unos mafiosos a los que les debían dinero. Poco después, unos de esos hombres, que eran dueños de una casa de cortesanas, me llevaron al barrio rojo.

     Así que sí había trabajado vendiendo su cuerpo desde hace mucho. Pero se supone que las cortesanas sólo empiezan a trabajar a los 18 años. ¿Entonces que pasó? Además dijo “cortesanas”, y que había vivido con mujeres toda su infancia. ¿No debería haber sido mandando a un prostíbulo de hombres?

-          Los hombres quisieron revisar mi cuerpo, pero yo hábilmente evité que supieran que era un hombre. Si dejaba que se enteraran de ello, me hubieran mandado de esclavo a otro lugar o me hubieran vendido a un adinerado caníbal. Entonces me quedé en esa casa de cortesanas.

     Oh, ya veo, así que eso pasó. Seguramente les convenció que si revisaban sus genitales, él iba a “perder calidad”. Además, Kitsune-san es realmente “convincente” cuando quiere serlo. Es genial.

-          Empecé a atender a aquellas que eran cortesanas hechas y derechas. Aprendí a servir a los clientes como entretenimiento, entre otras cosas. En general los clientes querían propasarse conmigo, por lo que las otras chicas me tenían envidia, pero aún no era nada tan terrible como lo fue después.
-          Bueno, es que eres muy hermoso, Kitsune. Es obvio que iban a querer tocarte aunque fueras sólo un niño. – interrumpe Armando, claramente lleno de celos.
-          Lo sé. – responde Kitsune-san, totalmente seguro, para luego proseguir: - Nunca se concretó nada, porque las reglas lo prohibían, pero cuando tenía 8 años, este señor llegó como cliente de la mujer a la que yo servía.

      Sudou reacciona al escuchar eso y comienza a sudar más que antes. El olor de su transpiración es muy desagradable. Realmente parece un cerdo sucio colgado en una carnicería, apunto de ser sacrificado.

-          Este viejo aquí presente fue el que me quitó la virginidad a los 8 años, a la fuerza, y causó que entrara a trabajar como cortesana antes de lo debido. Bastante antes de lo que un niño puede soportar.
-          ¡Maldito viejo! ¿¡Cómo te atreves a tocar a la fuerza a Kitsune!?

     Armando se lanza a pegarle puñetazos, olvidando que puede estrangularlo con sus hilos. Seguramente es porque no está acostumbrado a ese poder aún. Tiene razón, ¿¡cómo se atreve!? Kitsune-san es un rey. No puede hacer nada en contra de su voluntad. Nadie puede. Siento que me hierve la sangre, pero reprimo mis ganas de herirlo de gravedad cuando Kitsune-san detiene a Armando.

-          Detente, Armando. Me hace feliz que te enfurezca tanto, pero no es momento de eso.
-          Hmph. – el aludido se aleja de Sudou, luego de haberle dejado la cara un poco deforme y ambos ojos morados.
-          ¡Está bien! ¡Lo admito y me arrepiento! ¡Estuviste excelente y disfruté mucho nuestros siguientes encuentros también! ¡Pero no era mi intención hacerte daño!
-          Claro que no. Eres un viejo idiota, ¿cómo se te iba a ocurrir que eso me iba a hacer daño? No ibas a pensar tampoco en como esas chicas reaccionarían después.
-          ¡No tengo idea de que hablas!
-          ¡Esas niñas…! – la voz de Kitsune-san se quiebra, pero continúa hablando, forzándose a mantener la calma. – Esas niñas me odiaban. Era la cortesana que más temprano había empezado a trabajar. Los clientes pronto empezaron a llegarme con mucha facilidad y rapidez. Todos estaban encantados conmigo, y no les hacían caso a ellas. ¡Y yo era un hombre! ¿¡Cómo creías que se sentían!? ¡Obviamente me odiaban!

     Kitsune le hace una seña a Armando para que apriete más los hilos, lo cual él obedece de inmediato, encantado de poder herir nuevamente al anciano. La gorda piel de Sudou se comprime dentro de los hilos, los cuales empiezan a cortarle y dejar salir sangre, la cual fluye por los hilos. Es una hermosa telaraña sangrienta.

-          Es una hermosa telaraña ensangrentada, ¿no creen? – yo asiento, feliz de que pensara lo mismo que yo. – Si no hubiera un cerdo atrapado sería aún más bello.
-          Podría ser una mariposa nocturna como usted. Así sería mucho más… delicioso.

     Kitsune-san se ríe alagado por mi comentario y me acaricia el rostro, para luego darme un suave beso. Se me escapa una risa de felicidad cuando el beso termina. Armando, por su parte, nos mira disgustado.

-          Yo también quiero un beso. – reclama, cruzándose de brazos.
-          Jaja, está bien. También te lo mereces por capturar a este cerdo y traernos hasta aquí.

     Dicho eso, besa a Armando en los labios también. Pero éste no se detiene ahí. Toma a Kitsune-san de las caderas e introduce una de sus manos dentro del kimono.

-          ¡Oye! ¡Yo también quiero! – digo yo, caprichosamente, y también me acerco a acariciar a Kitsune-san.
-          Jaja, que hombres tan insaciables tengo. Así me gusta. Así me gusta mucho. – escapa un gemido de sus labios al terminar la frase.

     Al acariciar y besar a Kitsune-san entre los dos, sus orejas y cola se hacen visibles, probablemente por la excitación. Que raro. Esto no pasaba antes. No me molesta, claro, me encanta.

-          ¿Pero qué…? – Sudou se ve muy impactado y balbucea como idiota.
-          Oh, que extraño. Yo no quería dejarlas ver. Supongo que es porque estoy cómodo con ustedes, que sé que no me traicionarán, y con alguien que es casi un cadáver ya.
-          ¡Mi cola también apareció, Kitsune-san! – digo feliz, moviendo mi cola.
-          Aww, nunca la había visto. – dice él acariciándola, lo cual se siente extremadamente bien. O más que bien. – Así que sí eres un perro. Hasta ahora las demostraciones que había visto eran más de bestia. – dice riendo.
-          Yo siento algo extraño en mi espalda… - susurra Armando, tratando de ver su propia espalda, sin éxito.
-          ¡Tienes patas de araña! Son pequeñas, pero se mueven. También son muy suaves.

     Kitsune-san también acaricia los extraños apéndices que salen de la espalda de Armando. Al igual que yo, él también se ve feliz, pero no lo demuestra tan efusivamente como yo, jeje.

     Es entonces cuando Sudou lanza un alarido despavorido. Intenta moverse, seguramente apuntarnos a nosotros. Tiene los ojos desorbitados y continúa balbuceando como un imbécil.

-          ¡¡Tienen partes de animales!! ¿¡Qué son esas asquerosidades que se mueven en la espalda del castaño!?
-          ¡Oye, más respeto, vejestorio repugnante!
-          Déjame que le explique, Sudou-sama. – interrumpe Kitsune-san a Armando, con un tono claramente sarcástico. – Nosotros ya no somos personas normales. Nuestro líder ha despertado en nosotros unos maravillosos poderes.
-          ¿Su… líder…? ¿Eso quiere decir que alguien más los mandó aquí?
-          No. Está es mi venganza personal. Aunque Gaderiel se veía feliz cuando le dije quien sería mi primera víctima.
-          ¡¡Gaderiel…!! – tal parece que Sudou conoce a ese hombre también. Es un nombre bastante poco usual, después de todo. Que pequeño es el mundo.
-          Vaya, así que sí se conocen. Bueno, antes de que tu vida acabe, te contaré un poco más de nosotros.

      Kitsune-san le explica un poco de lo que nos habló a nosotros cuando nos juntó por primera vez. Cuando conocí al que sería mi compañero al lado de Kitsune-san.

-          Siéntense los dos.

      Hace unos días, Kitsune-san me llamó para que conociera a su nuevo amante. La verdad es que ya habían estado juntos antes, pero se separaron. Yo no sé la razón de su separación aún, pero supongo que fue por esas cosas que dice Kitsune-san, de que a la gente no le gusta ser engañada y estafada.

     Así que él debe haber sido uno de esos hombres, los cuales todos reaccionaban igual y lo dejaban, pero tenía algo diferente. Él volvió con Kitsune-san de todos modos. Estaba ansioso por saber como sería un hombre así. Porque eso quería decir que tal vez apreciaba a Kitsune-san como yo lo hago.

     Y ahí estaba él, sentado frente a mí con una cara de pocos amigos. Ah, cierto, esa cosa de los celos. Se le olvidaba. Así que él sí es celoso.

En ese tiempo me preguntaba que sería eso que llaman celos.

-          Armando, él es Inukai Yoshio. Yoshio, él es Armando Soler. Como ya deben saber, ambos son dueños de grandes empresas, uno de casinos y el otro de hoteles.
-          Tus gustos siguen igual que siempre: guapo y millonario.
-          No era millonario cuando lo conocí. Después de encontrarme en un bar, él sólo trabajo duro por aumentar su fortuna y me buscó de nuevo, jaja.
-          ¿En serio? – Armando parece no creerlo.
-          Claro. De otra forma, él no hubiera aceptado estar conmigo.
-          ¿Eso quiere decir que ya sabías que es un interesado? – Armando recibe un golpe en las costillas por parte de Kitsune-san.
-          Sí. – admito sonriendo, para luego acariciar el cabello de Kitsune-san.
-          Vaya… sí que eres un hombre… interesante, como dijo Kitsune.

      ¿Kitsune-san dijo que yo era interesante? Eso fue todo lo que pasó por mi mente. Ni me preocupe en averiguar a que se refería Armando con esa afirmación en un momento como ese.

Interesante… En verdad se referían a que yo era extraño. Hasta perturbador.

     Pasamos varias horas hablando, hasta que Kitsune-san interrumpió la conversación para hacernos un anuncio.

-          A Armando ya se lo había dicho antes, pero a ti, Yoshio, es la primera vez que te lo digo. Me voy a convertir en un criminal, y ustedes me acompañarán.
-          ¿Eh? Kitsune, no llegues y se lo digas así. Al menos explícale como a mí.
-          Está bien. ¿Qué debo hacer?

     Al parecer, Armando nuevamente se sorprendió de mi reacción. “¿Por qué?” pensaba yo, pero luego él me aclaró que normalmente la gente no llega y acepta una invitación a cometer un crimen como si fuera lo más normal y cotidiano del mundo.

-          Ese es mi niño. – esta vez es Kitsune-san quien acaricia mi cabeza. Sonrío sin poder evitarlo. – Primero que nada vamos a secuestrar a un anciano despreciable. Lo único que deben saber es que se apellida Sudou. Yo les mostraré quien es en su momento.
-          Entendido.
-          Bueno, al menos es “secuestrar”, en un principio. – dice Armando algo aliviado.
-          ¿Te estás echando para atrás, Armando?
-          No, no es eso. Sabes que haré lo que sea por ti. Es sólo que puede ser peligroso.
-          Con estos poderes no hay que tener miedo de eso.
-          Sí, quería saber bien en que consiste todo eso de los “poderes”. – sí, yo también quería saber más de eso. Para poder ayudar mejor a Kitsune-san.

     Y así empezó la explicación. Yo tenía un alma de “perro”, lo cual Kitsune-san ya me había mencionado antes. Yo debía retener a Sudou en mi boca (que serviría de hocico una vez activara mis poderes), para que Armando, quien posee el poder de la “araña”, envuelva a Sudou en sus hilos sin que éste pueda arrancar. Seríamos los cazadores y protectores de Kitsune-san.

      Él, por su parte, tal parece que no posee poderes para defenderse. En vez de eso, dice estar desarrollándose como un “zorro de nueve colas”. Dijo que, según lo que mencionó ese hombre que conocimos en el casino, Gaderiel, su espíritu de zorro tiene el poder de “recolectar información”.

-          Teniendo estos poderes, y a estos amantes junto a mí, yo decidí que quería vengarme de quienes me habían hecho daño. Tengo muchos nombres en mente, pero el primero debías ser tú. Por iniciar todo lo que vino después…
-          Yo no… ¡yo no hice nada! ¡Menos iba a saber que te iban a hacer daño, o que te ibas a convertir en un fenómeno!
-          ¿Fenómeno, dijiste? ¡Cómo te atreves…!
-          Déjalo, Armando. Está bien. Somos fenómenos. Ahora ya no somos humanos normales. Y eso es lo que nos hace estar por sobre los demás.

     Kitsune-san sonríe orgulloso. Realmente se siente bien de ser superior a los demás, eso lo sé desde que lo conocí. Hermoso, orgulloso, todo un príncipe. O una “reina”. Esa palabra le viene mejor aunque sea un hombre. Y nosotros somos sus escuderos.

-          Ya deja de gritar. – Kitsune-san interrumpe la histeria de Sudou nuevamente. – Comencemos con la ejecución. Armando, tú vas primero.
-          Sí, ¿qué debo hacer? Feliz le hago daño a este desgraciado.
-          Quiero que empieces a practicar. Quiero que uses tus hilos para curtir la carne de este cerdo. – Armando parece sorprendido por las palabras de Kitsune-san, pero sádicamente feliz.
-          Vaya, nunca pensé que podría hacerle daño a alguien así sin sentirme culpable, y eso lo digo por ti, Kitsune – eso último lo dijo susurrando. ¿A qué se habrá referido? - , o con riesgo de ser descubierto.
-          No te preocupes. Sudou desaparecerá de la faz de la tierra. Gaderiel se lo llevará o algo así. Sólo hay que mantenerlo aquí hasta mañana.

     Al escuchar todo eso, Sudou comienza a gritar y retorcerse otra vez. Tiene los ojos desorbitados. Realmente parece que va a tener un paro cardiaco. Pero la suerte definitivamente no estaba de su lado.

-          Comienza.

     Armando da un paso al frente y levanta sus brazos. Una fuerza extraña empieza a surgir de su ser. Kitsune-san nos había dicho que estas cosas surgen con el pensamiento, y que, si sabíamos dirigir bien nuestra mente, cada vez sería más fácil utilizar el poder como queremos.

     De repente de sus manos se desprenden brillantes hilos de seda, iguales a los de una araña. Pero no se mueven rápida y desordenadamente como los había visto antes. Esta vez envuelven la piel de Sudou lentamente. Cuando ya lo tiene atado como quiere, suelta los hilos anteriores con una mano, dejando sólo el que lo ata al techo.

-          Eso es. Ahora empieza a curtir. – Kitsune-san se le acerca, tomándolo del brazo y susurrándole al oído.

     Armando hace lo que le dice, riendo sádicamente. Los hilos comienzan a introducirse en su piel, de forma claramente dolorosa. La carne que rebalsa por entre los hilos es cosida una con otra, hasta que realmente parece un cerdo en una carnicería.

-          Perfecto. Ahora intenta con algo más difícil. Cose su boca. Así ya no tendremos que oír su fea voz.
-          Excelente idea.
-          ¡No, no, no, espera--!

     Pero Armando no espera por el desdichado Sudou. Más lentamente que antes, los hilos de sus manos se acercan a la boca del otro hombre, introduciéndose uno con esfuerzo en su labio inferior. De inmediato se escucha un grito de dolor. Afortunadamente las paredes de este departamento son aprueba de ruido.

-          Esto es más difícil de lo que pensaba…

     Con cuidado y dedicación, Armando logra unir ambos labios con los hilos, dejándolo como una aterradora muñeca de un cerdo. Todavía intenta hacer ruido, pero el sonido que sale de él es mínimo.

-          Jajaja, quedó un poco feo, pero lo hiciste bien para ser la primera vez. – dice Kitsune-san riendo.
-          No te burles. ¿Y ahora qué? Aún no está muerto.
-          Eso se lo dejaré a Yoshio. – él me mira con clara ansiedad en el rostro. - ¿Lo harás?
-          Sí usted lo dice, claro que lo haré.
-          Otra vez con esas respuestas tan naturales… - Armando parece mirarme con ansiedad también. ¿O qué es eso en sus ojos?
-          Adelante.

Yo también quería ser felicitado por Kitsune-san.
Aparte de eso, nada más me importaba.

     Ahora es a mí a quien toma del brazo, y me susurra al oído. ¿Así cómo iba a negarme? Su voz es como un encantamiento para mí. Así que hago lo que me dice. A ver… dirigir el pensamiento, imaginar, visualizar… La imagen de un gran perro, con enormes fauces, con pelaje negro igual al de mi cola, aparece en mi mente.

-          ¡Wow! ¿¡Qué es esta energía tan fuerte!? – no alcanzo a ver a Armando, aunque escucho su voz muy sorprendida. ¿Por qué?
-          ¡Maravilloso, Yoshio! – siento que Kitsune-san toma mi brazo con más fuerza.
-          ¡Mmmh…! ¡MMGHH!
-          Sudou-san, usted es la primera víctima de Kitsune-san. Debería sentirse honrado. – digo con una sonrisa sincera en mis labios.

      En el segundo en que dirijo con sorprendente facilidad la energía que había acumulado en mi cuerpo hacia ese anciano, me pregunto: ¿Esto debería causarme algo? ¿Pena, placer sádico, culpa? No, lo único que hay en mi pecho es orgullo. Porque Kitsune-san dijo que yo era “maravilloso”.

En ese momento tal vez debería haberme preguntado
¿Por qué pude convocar una fuerza tan destructiva
cuando ni siquiera había usado mi poder de esa forma antes?

      La figura de un gran perro negro comienza a devorar a Sudou a pedazos. Incluso si el perro no es un verdadero animal, la carne del anciano desaparece, como sí realmente se la comiera. Y entonces, Sudou dejó de respirar. Con una expresión de agonía en su rostro, su sangre fue drenada por sus heridas.

-          Esta es… la primera persona que mato… Debía ser él. Tenía que ser él… - el temblor en su voz es inquietante.
-          En verdad fui yo quien lo hizo, pero es su victoria, Kitsune-san. Yo soy meramente su sirviente.
-          ¿Estás bien, Kitsune? Te ves… inquieto.
-          ¡Claro que lo estoy! Es la primera vez que la muerte de alguien es mi responsabilidad…
-          ¿Te arrepientes? – no, no se ve arrepentido. Más bien…
-          Claro que no. Es fantástico. La sensación de haber acabado con alguien como él es maravillosa… Al fin logré lo que quería.

     Eso es. No se ve para nada arrepentido. Se ve emocionado, feliz, realizado. Y me encanta verlo así. La muerte de Sudou no me produjo nada, pero ver a Kitsune-san tan feliz enternece mi corazón.

¿Aún por una razón como esta?
Sí, la razón no importa. Sólo él importa.

     Viendo el cuerpo inerte de Sudou, casi irreconocible por las heridas, sus ojos brillan con orgullo y satisfacción. Es entonces cuando todo su cuerpo comienza a brillar con esa fuerza que Armando y yo ya conocemos. Está pasando otra vez. De su espalda comienzan a surgir sus cinco colas blancas de zorro, mientras una sexta se posiciona entre ellas. El pelaje de esta nueva adición resplandece como el de las otras.

-          ¿¡Kitsune!? – Armando parece sorprendido. Yo no lo estoy.

     Cuando yo lo vi no tardó tanto en obtener su nueva cola. ¿Qué está pasando? Luego de unos minutos que se hicieron eternos, la fuerza del zorro se apacigua, y Kitsune-san se desploma en el suelo. Gracias a mis nuevos reflejos alcanzo a atraparlo en mis brazos antes de que toque tierra. Se ve exhausto, pero sonríe feliz. Yo también estoy tan feliz.

-          Eso tomó más tiempo del que pensé. – expresa Armando cruzándose de brazos.
-          Eso es porque vi algo.
-          ¿Viste algo? ¿Qué? – el mayor parece muy preocupado por alguna razón.
-          Obtuve información sobre lo que debemos hacer.
-          ¿Información? ¿Qué tengo que hacer? – pregunto feliz. Mi cola de perro se mueve a tono con mis emociones.
-          Tenemos que hacer que Gaderiel se encuentre y hable con una chica. – me responde riendo, mientras acaricia mis cabellos. Se siente tan bien…
-          ¿Sabes como se ve la chica?
-          Sí, además sé su nombre y como encontrarla.
-          ¡Sí que es impresionante, Kitsune-san!
-          Así que a esto te referías con obtener información… Sí, es muy impresionante. Y extremadamente útil.
-          Lo sé. Yo soy excepcional. – sonríe Kitsune-san con orgullo.
-          ¡Claro que lo es! ¿Y debemos ir de inmediato a buscarla?
-          No, Yoshio, debemos ir mañana a las 20:30 al casino de Armando. Allí estará esa chica. Entretanto…
-          ¿Podemos seguir con lo que empezamos? – preguntamos Armando y yo al unísono. Ambos sonamos tan ansiosos. Fue muy gracioso.
-          Jajaja, claro. Vamos a la cama, hombres míos. Tenemos toda la noche y casi todo el día de mañana para disfrutar.

     Tomando a Kitsune-san en brazos, como a una novia, me dirijo felizmente a la habitación siguiendo a Armando. Por fin podré terminar de tocarlo como quería anteriormente. Él cumplió su objetivo y se hizo todavía más perfecto que antes. Todo había salido bien.

     El cuerpo destrozado y sin vida de Sudou continúa colgando del techo de la sala. La sangre se encuentra esparcida por el suelo. Así lo quiso Kitsune-san. Así es como tenía que ser. No puedo estar más orgulloso.

-          Vamos, vengan a mí.

Nunca dejaré ir a esta mariposa nocturna.


-          Vine porque me llamaste, pero creo que ya sé quien es la chica.

     Después de pasar todo el día juntos, los tres nos dirigimos al casino. Allí estaba Gaderiel esperándonos, y ahora Kitsune-san y él conversan sobre la información que obtuvo el zorro el día anterior.

-          ¿La recuerdas?
-          Claro que sí, yo no olvido a nadie importante. Pero para estar seguros… ¿es ella?
-          Sí, la rubia que está con el viejo chino.
-          Excelente.
-          ¿Sabes como aproximarte a ella?
-          Siempre sé como hacer esas cosas.
-          Ja, siempre me ha gustado tu confianza.

     Kitsune-san le da un beso en los labios. Corto, pero bastante intenso, que la serpiente corresponde con gusto. Armando los está mirando, claramente muerto de celos. Yo también quiero un beso… Lo tomaré después, jeje. Oh, y el crupier pelirrojo, el del otro día, también los está mirando, pero es un poco menos obvia su molestia, aunque de todos modos es clara.

-          Oh, ¿y cuando piensas decirle a Jin sobre nosotros? O sea, sobre todo esto.
-          Aún no es el momento, pero lo haré llegada la hora.

     ¿Entonces ese chico también es parte de “nosotros”? Vaya. Debería conocerlo más entonces, igual que a Gaderiel. Sobretodo a Gaderiel, ya que parece ser bastante cercano a Kitsune-san. De repente, Kitsune-san se aleja de Gaderiel y se acerca a mí.

-          Cuando Sudou murió, uno de sus pensamientos llegó a mi mente. Ya sabes… como yo capto información al ser un zorro. – yo asiento a lo que dice. – Ese pensamiento fue sobre nosotros. Bueno sobre ti.
-          ¿Ah sí? Pensé que sería algo sobre usted. ¿Y de qué se trataba? – digo despreocupadamente.

     Algo que ese hombre pensara de mí no me importa mucho, pero me da curiosidad que a Kitsune-san le haya llamado la atención como para sacar el tema.

-          Pensaba que, de todos nosotros, el que más le daba miedo eras tú.
-          ¿En serio? ¿Por qué? Bueno, yo fui quien lo mató.
-          No fue por eso. A mí también me pareció raro por un segundo porque, después de todo, yo era quien estaba llevando a cabo una venganza. Pero luego lo entendí.

     Él se queda en silencio por unos segundos, para luego mirarme detenidamente. Yo espero a que me diga la respuesta.

-          Es porque tú no sentías nada con lo que hacías. Él podía entender que yo lo odiara o que Armando fuera un sádico que disfrutaba con su dolor. Pero no entendía que para ti todo fuera tan natural y tan mundano.
-          Oh… Bueno, es verdad que no sentí nada respecto a él. Pero sí respecto a usted, Kitsune-san. Siempre siento cosas por usted.
-          Lo sé, por eso me gustas tanto. – dice, besándome suavemente en los labios. – Pero, a decir verdad, yo también encuentro extraño eso de ti. Desde que me aceptaste así, lo noté.
-          ¿Le molesta? – pregunto preocupado. – Si es algo que le molesta, puedo intentar cambiarlo.
-          No, tontito, me fascina. Es lo que te hace interesante y lo que me hace quererte. Tengo suerte que justo tus únicos sentimientos sean sólo para mí.

     Nuevamente sella mis labios con los suyos, ahora con más fuerza y pasión que antes, la cual yo devuelvo el doble. Para ser sinceros, yo también creí que era extraño. Cuando veía las miradas de placer sádico de Armando y Kitsune-san, me preguntaba porque yo no sentía lo mismo que ellos al ver a Sudou así. También me preguntaba porque no sentía culpa o dolor por lo que pasaba. Simplemente estaba ahí, con unos únicos sentimientos por Kitsune-san, que me llevaban a obedecerlo y a estar feliz con todo lo que pasaba.

Tal vez Sudou tenía razón. Tal vez yo era el que daba más miedo.
Porque eso significaba de que era capaz de casi todo.
Ahí fue cuando me di cuenta de que era un verdadero psicópata.

2 comentarios:

  1. >w< Quien diría que Yoshio sería el más cruel (por decirlo asi) Me gusta como es de perrito faldero y solo le importa Kitsune, que tierno.

    Aunque me esperaba la narracion del trio xD

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    1. Sí que es como un perrito faldero XD También encuentro lindo que sea así >w< Iba a escribir la parte del trío, pero me iba a quedar muy largo el cap si la hacía XD Tal vez haga algún mini cap extra con eso, o simplemente lo dejaré para después XD

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