(Versión corregida)
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Sin retorno
por Himutako Mizumi
Siempre había sido conveniente tener una habitación personal en la que
había sido su casa antiguamente. Así podía regresar cuando quisiera…O cuando lo
necesitara. Esa es su situación actual. Por alguna razón necesitaba ver a su
hermano menor, aquel con el que compartía sangre y algo más. Para su
preocupación, éste no se encontraba en la mansión esta noche. Otra vez. Por lo
que le habían contado sus hermanos mayores, bastante molestos por cierto,
Vincent salía por las noches más a menudo de lo que ellos quisieran. Y él que
lo va a ver personalmente, aunque aún no sabe la razón. Qué estúpido es.
Repentinamente escucha un ruido fuera de su puerta. ¿Quién podía ser tan
tarde? No creía que fuera alguno de sus hermanos mayores. Ninguno estaría
rondando por ahí en la noche. Tampoco cree que sea Elliot, considerando que
ahora dormía con su sirviente, y éste le impediría ir a “molestar a quienes ya
están descansando”. Él único que podría estar llegando a esa hora de la noche,
y además irrumpir en su pieza, es…
“Nii-san…”
Claro que es él. Puede ver parte de sus cabellos rubios asomarse por el
borde de la puerta entreabierta. Normalmente se molestaría por el atrevimiento
de su hermano, aun cuando se ha vuelto una costumbre desde que eran niños que
Vincent se colara en su cuarto en medio de la noche, pero ahora lo había ido a
buscar por su cuenta, esperando poder verlo al menos unos segundos, antes de
volver con Oz y los demás.
Y ahora está ahí frente a él, con una mirada que no sabe como interpretar. De
inmediato nota que no vale la pena hacerse el dormido, así que se sienta en la
cama para observarlo mejor. Frunce el ceño sin poder evitarlo. Su hermano menor
trae el cabello medio revuelto y ropa desarreglada. ¿Hasta qué hora pensaba quedarse
con esas mujeres, haciendo quizás qué cosas? Todas esas mujeres… tocan a su
hermano.
“¿Estás despierto, nii-san?” lo oye susurrar. “Una de las sirvientas me
dijo que habías llegado en la tarde.”
“…” Si quiere ocultar su rabia, es mejor que no le responda. Sí, había
pasado la tarde allí esperándolo, hasta que se hizo demasiado tarde y decidió
esperar hasta mañana.
“Me apresuré a venir a tu cuarto en cuanto me lo dijo.” Lo ve dar unos
pasos hacia él. “¿Puedo dormir contigo, nii-san? Como antes…”
Como antes… ¿Qué es “como antes”? ¿Cuando él sentía miedo de cómo Vincent
se le acercaba con una muñeca destrozada y una tijera en las manos? ¿O cuando
él mismo se le acercaba con intenciones de sentir el calor corporal tan
reconfortante que éste le brindaba? Sí, él anhela esta última opción. Por eso vino
hasta aquí, tal vez. Por nada en particular: tan sólo quiere sentir a Vincent
cerca de él.
Así que le ofrece un espacio al lado de él en la cama, apartando la sábana.
Una sonrisa satisfecha se forma en los labios de su hermano menor. Éste comienza
a desprenderse de sus ropas en frente de él. Y él no puede evitar quedarse
mirándole. Es increíble la gracia con la que realiza una tarea tan simple como
esa. Las prendas caen al suelo rápidamente. Desarma el moño que apenas amarra
su cabello, y lo deja correr por sus blancos hombros libremente. Es realmente
bello.
Pero esos pensamientos lo llevan a otros, menos agradables. Esa habilidad
superior que tiene para desvestirse… ¿Cuántas veces habrá llevado a cabo esta
acción en frente de extraños, lejos de él? ¿Cuántos habrán visto esa piel
blanca que ahora se encuentra medianamente expuesta? Esos hombres y mujeres…
tocan a su hermano.
Finalmente decide quedarse sólo con la camisa que trae puesta. A saltitos
pequeños se acerca a la cama, para luego acostarse a su lado y cubrirse con los
cobertores. Ahora puede verlo sonreír feliz a su lado. Esa sonrisa de alegría
genuina que sólo muestra a su lado… ¿Será así de verdad? Eso quiere creer. ¿Por
qué? No lo sabe y, por ahora, prefiere no pensar en eso. Aun así, se ve tan
bello cuando sonríe de verdad… Aunque está demasiado cerca. Eso es peligroso.
“¡Quería ver a nii-san!” expresa en un susurro alegre.
“¿Entonces por qué no estabas aquí?” Espera… ¿le iba a reclamar? ¿Aun cuando
sabe que es lo que suele hacer casi diariamente?
“¿Eh? ¿Me estabas esperando? Me haces feliz.”
“A nuestros hermanos no les gusta lo que haces, Vince. Deberías dejar de…”
pero no puede continuar. No se atreve a hacer explícito ese asunto.
“Dejar de… ¿qué, Gil?”
Siente el cuerpo contrario apegarse al suyo. Instantáneamente le recorre un
escalofrío ante la cercanía. Quiere que lo diga. ¿Por qué?
“Dejar de… de pasar la noche con tantas mujeres diferentes…” por fin lo
dijo.
Vince, sin embargo, deja salir una risita divertida. “Pero, Gil, no sólo
son mujeres.”
Ese comentario, por alguna razón, le hace hervir la sangre. ¿Por qué? ¿Qué
tan diferente puede ser para él que se acueste tanto con mujeres como con
hombres? Unos hombres que no son él.
“¿Qué pasa con eso, nii-san?” trata de concentrarse otra vez. Después de
todo, no tiene ninguna razón para enojarse más por esa razón.
“Que no está bien para la familia. Ya sabes que puedes hacer lo que quieras
con tu vida. Eres libre. Pero trata de no perjudicar el nombre de la familia.
Después de todo, ellos nos recibieron cuando no teníamos a dónde ir.”
“¿Es esa la única razón?”
No, no lo es. ¡Deja de acostarte con
otros! ¡Deja de entregarte a otros hombres! quiere decir, pero las palabras
no salen de su garganta.
“Si nii-san me lo pide, podría considerarlo.” frunce el ceño. Considerarlo,
dice…
“Al menos cuídate, Vince.”
“¿Te preocupas por mí? Qué felicidad.” No es una broma, aunque sonrías así.
“Pero yo estoy bien, no te preocupes. Lo que hago no tiene importancia.”
“¿Por qué no la tendría?” se está sintiendo un poco ofendido. ¿Acaso el
hecho de que a él le moleste no tiene importancia?
“No la tiene.”
Se ve tan seguro. Ante esa respuesta, Gilbert no puede hacer más que
apartar la mirada. Pero, para su pesar, el menor se le acerca aun más, con una
sonrisa diferente a la anterior. Es una sonrisa ligeramente… ¿triste? ¿Por qué?
Sus labios se acercan peligrosamente a los suyos, pero su cuerpo no reacciona.
“Pero ¿sabes, nii-san? Ninguno de ellos me puede satisfacer.” siente su
rostro enrojecer cuando oye esa frase. “Sólo nii-san puede…”
Es entonces cuando siente otros labios sobre los suyos. El contacto es
suave al principio, paciente. El mayor no puede reaccionar aún. El otro
aprovecha su situación para adentrar su lengua en la boca contraria, explorando
lentamente. Pasan unos segundos así hasta que Gilbert reacciona por fin, pero
lo único que atina a hacer es tomar firmemente el cabello de Vincent e inclinar
su cabeza hacia arriba para besarlo profundamente. Lo siente reír contra sus
labios cuando comienza él a tomar el control con desesperación. Pasados unos
segundos así, Gilbert se detiene al sentir las manos de su hermano colarse por
entre sus ropas.
“¡Vincent! ¡No hagas eso!” le advierte en un susurro, para no despertar a
los demás en la mansión.
Vincent simplemente suelta una risita. “Mmm… pero fuiste tú quien tomó las
riendas recién.”
“¿¡Ehhh…!?” Tiene razón. Por eso no puede evitar sonrojarse
escandalosamente.
Esto sólo causa que el otro vuelva a reír, esta vez con ternura. “Eres tan
adorable, nii-san.”
Vuelve a besarlo, ahora con más dedicación, lentamente. Y Gilbert cierra
los ojos, recibiendo ese cariño sincero. Sí, era esto lo que quería. Por esta
razón, envuelve a Vincent entre sus brazos, tratando de devolver esa calidez. Sin
embargo, su gesto parece sólo impacientarlo, a juzgar por la forma en que sus
manos tocan su piel bajo sus ropas de dormir.
“Nii-san…” Ese tono de súplica al que no puede resistirse. “Tócame, por
favor… No importa cuantos me toquen, sólo nii-san me hace sentir de verdad…”
Gilbert se sorprende cuando su hermano se sitúa sobre él, sin parar de
besarlo. ¿Qué estoy haciendo? sigue
preguntándose, pero no puede negarse a la tentación. Sentir las caderas de
Vincent moviéndose contra las suyas, los besos, las caricias… Es demasiado
estimulante.
“¡Vince…!”
Tampoco puede negarse cuando Vincent muerde su labio inferior ligeramente, degustando
su sangre. Las manos de ambos sobre la blanca piel del otro, recorriendo,
explorando, recordando… Sí, extrañaba esto. El tabú con su hermano.
Recorre el cuello del menor con sus labios, succionando, dejando marcas.
Frunce el ceño al notar que ya hay marcas en la piel de su hermano, marcas
hechas por otros. Le hacen hervir la sangre y los maldice mentalmente por
atreverse a tocarlo. Por eso no puede evitar morderle el cuello con fuerza,
obteniendo un fuerte gemido como respuesta. Aunque claramente debe haber
dolido, Vincent no le reclama porque, como él sabe, le gusta ser tratado así por
él. Brusca y pasionalmente.
“Nii-san…” Gilbert sube la mirada al notar el cambio de voz. Un tono
curioso. “A ti también te gusta como te tomo en mi boca, ¿verdad?”
“¿¿Eh??” Puede sentir como su rostro se sonroja violentamente.
Espera… a ti ¿también? ¿A quién más se refiere? Vincent parece darse cuenta
de sus pensamientos, a juzgar por la siguiente frase.
“Cuando volví a la mansión, Ernest me estaba esperando en la entrada para
retarme por salir hasta tarde casi todas las noches.”
“Ajá.” Bien hecho, Ernest. Él también debería regañarlo firmemente, a ver
si aprende que no tiene que dejar que extraños le hagan el amor.
“Y bueno… le dije… cosas, y él se enfureció más.”
“¿Cosas?”
Vincent suelta una risita divertida. “Le insinué que estaba celoso.”
“¿¡Celoso!?” ¿Por eso está reaccionando así? ¿Por… celos? No… Sólo quiere
proteger a su hermano menor. Por más desequilibrado que esté mentalmente, sigue
siendo su hermano menor.
“Ay, ¿tan raro es que pudiera estar celoso de mí? Yo creo que no.”
Su risa burlona sólo logra molestarlo más. “¡Es tu hermano, Vincent!”
“¿Hermano? Que yo sepa, sólo tengo un hermano, y ese eres tú, Gil. Tú mismo,
que estás acostado junto a mí, casi sin ropa. Él mismo que acaba de dejar
marcas en mi cuerpo.”
“Urgh…”
No quería pensar en eso. Sabe que es incorrecto. Trata de recapacitar, de
reunir todo autocontrol para alejarse de Vincent, hasta que escucha lo que en
realidad él quería contarle.
“Bueno, Ernest se enojó más y me tomó del cabello, me obligó a arrodillarme
frente a él y me mandó a chupársela.”
“¿¿¡¡AHH!!??”
“Shh, Gil, están durmiendo, no grites.”
¿¡Y lo dice como si fuera lo más cotidiano del mundo!? ¡¡Vincent
Nightray!! ¡No puedes andar
entregándote hasta a tus hermanos mayores! Segundos después el pensamiento de mejor mira lo que haces tú primero lo
golpea mentalmente. Urgh…
“Parece que la pasó muy bien, para su propia vergüenza. No pudo resistirse
a obligar a su hermanito menor.”
Lo escucha reírse burlonamente del que es su hermanastro, como si no
hubiera nada de malo en el asunto y sólo se tratara de una anécdota chistosa.
Sabía que tenía el juicio deformado, pero no pensó que sería para tanto. Qué
inocente había sido.
“Vincent Nightray, mírame a los ojos.” le dice, tomándolo de los hombros
con firmeza.
“¿Sí, Gil?” Su decisión se ve ligeramente perturbada al sentir una acaricia
en su pecho. Trata de concentrarse nuevamente.
“Tienes que detenerte. No puedes darle… sexo oral... a tu hermano mayor,
aunque no tenga tu misma sangre. Está mal.”
“Pero nii-san, ¿a ti no te gusta? Como lo hago con mi boca.”
Esa sonrisa y ese gesto seductor lo están matando. Al verlo así, lo único
que atina a pensar es en agarrarlo del cabello y obligarlo a hacerlo, igual que
su hermano Ernest. Pero tiene que controlarse, tiene que hacerlo.
“No me… desvíes el tema.”
Más encima parece divertirse con sus esfuerzos de parecer serio. “¿O es que
quieres que sólo te tenga a ti en mi boca?”
“Ah…” No sabe qué decir. ¿Y si realmente ese es el problema?
“Parece que a Ernest no lo estaban complaciendo bien esas sirvientas. Me
divertí mucho viendo la cara de satisfacción que le provoqué. Aunque el muy
engreído pensó que me humilló haciendo eso, el que se humilló en verdad fue él.”
“Sí… tal vez es eso.” Vincent lo mira sin entender a qué se refiere. “No quiero
que nadie más te toque, Vince. No dejes que nadie más lo haga contigo, nadie
más que yo. Satisfáceme sólo a mí.”
No sabe por qué dijo esas palabras. Simplemente salieron de su boca antes
de que pudiera retenerlas. Y ahora Vincent lo mira con una expresión indescifrable.
Segundos después lo ve sonreír triunfante.
“Vaya, no pensé que me dirías eso. Si Gil me lo dice así, podría empezar a
considerar en serio esto de la fidelidad.” Por primera vez en toda la noche, su
risa suena un poco nerviosa. “Pero sólo si nii-san se queda conmigo para
satisfacerme también todo el tiempo.”
Ambos saben que eso no va a pasar. Gilbert volverá con Oz y los demás a la
mañana siguiente y Vincent retomará sus salidas nocturnas. Nada cambiará. Sin
embargo, ambos quieren creer que es posible, al menos en estos instantes en que
comparten una misma cama.
Tan inestable. Tan vulnerable. Aun cuando pase el mayor tiempo posible con
su señor Oz, no puede abandonar a su hermano menor. Tiene que protegerlo, tiene
que estar ahí para él. Como siempre, es su deber cuidar de Vincent. Suyo y de
nadie más. No va a dejar que le quiten ese puesto tan importante en la vida de
su hermano. Es el lugar irreemplazable que tiene.
“Por ahora… Por ahora simplemente estemos juntos. No necesito nada más.
Mientras pueda estar con Gil, mientras pueda serte útil, yo estoy bien.”
Palabras que le llegan al corazón. Porque sabe que son totalmente sinceras,
a diferencia de la mayoría de las cosas que dicen esos engañosos labios. Las
delicadas acaricias en su espalda le causan escalofríos reconfortantes. Alguien
que sólo piensa en él. Alguien que lo valora más que a nada en el mundo. Que
podría hacer cualquier cosa por él. Un sentimiento mortalmente peligroso, pero
que no puede dejar de desear.
“¿Por qué me quieres tanto? Incluso de antes de que nos reencontráramos…”
“¿Por qué no querría a nii-san? Eres mi mundo. No hay nadie más encantador
que tú.”
Empiezan a envolverse en un abrazo más apretado. Se besan entre cada frase.
Se acarician sin parar. No pueden separarse, no en este momento.
“Después de todo, tú sabes algo de nuestro pasado que yo no sé.” Tenía que
romper la magia. Como siempre, no puede evitar inquirir, aunque sabe cuál será
la respuesta.
“¿No te lo dije? Gil, yo haría cualquier cosa para protegerte. Es mejor que
no sepas nada.”
“Pero…”
Un dedo sobre sus labios detiene sus palabras. “Shh… no pienses más en eso.”
Pero no quiere que tenga que cargar él solo con el pasado de ambos, como
sea que haya sido. Eso quería decirle, pero sus palabras son cortadas
definitivamente. Son reemplazadas por un gemido cuando siente las caderas de
Vincent frotarse contra las suyas. Apartando esos pensamientos desagradables de
su cabeza, las toma entre sus manos con fuerza, apretando su trasero. Lo oye
gemir contra sus labios.
“Quiero… satisfacer a nii-san con mi boca…”
Dejando de lado el mal recuerdo sobre Ernest, sólo puede asentir como si
estuviese hipnotizado, totalmente excitado. Vincent ríe ligeramente de su
reacción. Rápidamente se posiciona sobre él, curiosamente con las caderas sobre
su rostro.
“Satisfáceme a mí también, Gil.”
Eso hace. Separa ligeramente las piernas de su hermano y comienza a lamer
su entrada con dedicación. Siente que se pone más duro al oírlo gemir
sonoramente y al sentir su respiración agitada sobre su dolorosa erección. Para
su tranquilidad (casi), el menor también comienza con lo suyo, tomando de
inmediato su erección en toda su boca.
Y vaya que sí tiene habilidad para esto. Su lengua se mueve con maestría
por todos los rincones de ese trozo de carne palpitante, y su boca lo succiona
como nada en este mundo. Bueno, tal vez su trasero. No le extraña que Ernest
haya quedado tan satisfecho. Otra vez recordando eso. Le hierve la sangre
nuevamente, y no puede evitar el impulso de empujar con una mano la cabeza de
Vincent, para obligarlo a acariciarlo con su garganta. Lo oye ahogarse un poco,
lo cual lo excita de sobremanera. Aun así, Vincent no le reclama por la brusca
acción y sigue con su tarea feliz, lo cual lo excita todavía más.
“Más, nii-san, lámeme más…”
Así lo hace, porque quiere oír más esos gemidos ahogados contra su
erección. Dios, qué delicioso. Mete su lengua lo más profundo que puede por su
entrada, lo que causa que la boca de Vincent se comprima aún más. No puede
resistirlo. Se corre en su boca sin previo aviso.
“Está bastante espeso, ¿eh?” Vincent lame sus propios labios, tragando un
poco más de semen.
“No tenías porque… tragártelo todo.”
Lo oye reír nuevamente. “Si no lo hiciera, sería un desperdicio.”
Esos gestos hacen que se excite nuevamente. ¿Por qué diablos tiene que ser
tan sensual? Es su hermano menor. No debería ser así.
“Qué bueno que aún tienes tanta energía.” Gilbert se sonroja al notar, al
igual que su hermano, su erección todavía latente. “Como es de esperarse de
nii-san~”
Con movimientos felinos, vuelve a aproximarse a él y se posiciona sobre él.
Acerca sus labios a su oído, lamiéndolo suavemente, para luego susurrarle.
“Ya me preparaste lo suficiente. Penétrame pronto, ¿sí?”
Con esa instrucción basta, no necesita más. Toma sus caderas y lo sienta bruscamente
sobre él, penetrándolo hasta el fondo de un sólo movimiento. Inmediatamente, un
grito ahogado escapa de la boca del menor, y el mayor no puede evitar jadear un
poco por el placer.
“Shh… No hagas tanto ruido. Los vas a despertar.”
“Es que… nii-san está dentro de mí… ¡Se siente tan bien…!”
Tiene razón, se siente increíblemente bien. Vincent lo aprieta como nada en
este mundo, y está tan húmedo y cálido… Al diablo si esto es algo prohibido.
Como siempre, cede a la tentación que ese pequeño demonio le ofrece, y termina
haciendo el amor con su hermano sin poder negarse. ¿Haciendo el amor? Sí,
podría decirse que sí. Lo que más desea ahora es recibir el amor incondicional
de su hermano, y, de paso, hacerle sentir que no está solo, y que no debe estar
con nadie más que con él.
“¡Mis caderas se mueven por si solas…! Nii-san es el mejor… Nadie más me
hace sentir así…”
“¡Ah… Vince…!” Dios, sí que es bueno en esto. Al menos la experiencia que
tiene, por más que la odie, la agradece y disfruta en estos momentos.
“¡Ah! Ahí, Gil… házmelo, más fuerte… por favor…” Vincent lame su cuello
suavemente, invitándolo a caer más profundo en el pecado.
¿Cómo va a negarse a esa petición? Lo toma de las caderas y lo penetra con
fuerza, arañándolo un poco en el proceso. Pero a él no le importa que sea tan
poco delicado. Es más: le gusta, le encanta. Gime su nombre y mueve sus caderas
al mismo ritmo que él. Con desesperación, con lujuria, con… amor.
“Eres maravilloso, Gil…”
Vincent lo llena de besos. Besos de mariposa. Se sienten tan bien, tan
reconfortante, tan cómodo. Sus manos suaves acariciándolo, esas caderas
majestuosas moviéndose sobre él. Todo es perfecto. Es en momentos como éste en
que se siente amado, realmente necesitado. No necesita nada más.
Pero la magia tiene que terminar algún día, junto con sus energías. Se
siente próximo al clímax y nota que su hermano también, por sus gestos y la
forma en que lo está apretando. Conoce tan bien este irreemplazable ritual.
“¡Ya no puedo más, nii-san…! ¡Se siente demasiado bien…!”
“¡Yo tampoco puedo mucho más, Vince…!”
“Córrete dentro, Gil. Lléname con tu semen, por… ¡por favor…!” Apenas puede
hablar y eso le excita aún más.
Vincent es el primero en correrse, vertiendo sus cálidos fluidos sobre los
vientres de ambos. La presión sobre su pene obliga a Gilbert a correrse
también, llenando a su hermano con su semen, tal como éste le había pedido.
“Ah… está tan caliente… me siento tan feliz…”
Vincent se acuesta sobre él, con la respiración agitada. Su piel blanca
brilla con el sudor. Se ve tan sensual. Aun agotado, comienza a llenarlo de
besos nuevamente. Ya no importa nada. Gilbert le acaricia el cabello. Sabe que
cuando la noche termine ambos se separarán, pero quiere estar con él lo más
posible. Ahora. Lo necesita.
Vincent se incorpora para susurrarle unas palabras, que en su suave voz
parecen un encantamiento.
“Nii-san, te amo… No nada más importante que tú…”
Aun cuando sigue sonriendo y su expresión está llena de lujuria, también se
ve un poco triste. Lo toma del cabello con delicadeza, sin salir de dentro de
él, y toma sus labios con cuidado, para tratar de alejar esa tristeza. ¿Por qué
siempre que estaban juntos, las emociones de Vincent, quien siempre se ve como
si nada le afectara, se desbordan? Se ve tan alegre, tan lleno de amor, pero
también demuestra miedo, tristeza, desesperación…
Vincent le corresponde el beso con ternura. Cuando se separan, un hilo de
saliva los une. Sus ojos heterocromáticos brillan como si fuera a llorar. Sin
embargo, las lágrimas no caen. Él jamás lloraría frente a él. ¿Por qué se ve
así? ¿Es por qué carga con el pasado de los dos, aquel que no desea revelarle
por nada? ¿O es algo más? Algo aún peor…
“Te amo…” vuelve a decir, con la voz entrecortada. “No importa si no te
quedas porque yo…” y no dice más. Sus palabras mueren en su boca.
“¿Qué pasa…?” Presiona la cabeza del menor contra su pecho con fuerza.
Le sorprende que trate de separarse de él. Le sorprende la angustia que
parece apoderarse de él. “No tienes que hacer esto… No tienes que protegerme… Y
yo… yo ni siquiera debería estar aquí.”
“Tranquilo, yo estoy aquí. Aunque me vaya, siempre volveré a tu lado. Lo
sabes, ¿verdad?”
No entiende de qué habla, pero debe hacerlo sentir seguro. Es su deber como
hermano mayor.
“Deberías quedarte siempre allá, con ellos.”
No lo está mirando. Su mente está en otro lugar. ¿Dónde estás, Vince? ¿Qué
lugar es ese al que tu hermano no puede entrar?
“¿Por qué dices eso? ¿No dices que me amas?”
“¡Por eso…!”
Pero cuando su vista se encuentra por fin con la de él, nuevamente no dice
nada más. En vez de eso, baja la mirada y trata de sonreír otra vez.
“Olvídalo, ¿sí? Disfrutemos que estamos juntos. Eso es lo único que me
queda.”
“Vince…”
Y así pasó la noche. Lo hicieron una y otra vez hasta el amanecer. Jamás
dejaron de acariciarse y besarse. Necesitaban grabar en el otro lo que sentían,
aun sabiendo que todo era efímero. No podían separarse, pero no podían estar
juntos. Un terrible romance de hermanos.
A la mañana siguiente, Gilbert se había marchado. Dejó una cinta de las que
usaba para amarrar su cabello atada a una nota. Decía que lo necesitaba, pero
que debía volver con Oz y los demás. Que ese era su hogar y debía entenderlo, pero
que lo que más añoraba era que Vincent fuera con ellos también, hacerlo parte
de su hogar. Para nunca tener que separarse de él nuevamente.
“Al fin y al cabo, ellos son más importantes que yo, ¿no, Gil…?”
Vincent se sienta en la cama y apoya su mano en su frente, entre sus desordenados
cabellos rubios. “Así está bien… Así es perfecto…”
Está solo, puede dejarlo salir. Frente a alguien más no podría hacerlo,
menos frente a su hermano. Ya estaba decidido: borraría su existencia de este
mundo. Por el bien de Gil, él nunca existiría. Para nunca tuviese que sufrir.
Así de grande era su amor por él. No le importa dejar de existir, ¿verdad? Por
eso, él no merece nada. Estas noches son sólo un consuelo temporal, porque ya
no puede retroceder.
“Yo no puedo ir a la luz que encontraste, Gil. Nunca volvería a hacerte
sufrir… Por eso yo…”
No puede evitar que las lágrimas y los sollozos salgan. Ya no necesita
aparentar. Él es un hombre muerto. No importa con quienes estuviese. No importa
lo que hiciera. Los Baskerville van a borrar su existencia, y Gil nunca
sufriría. Está decidido. Entonces, ¿por qué no puede dejar de llorar?
“Te amo, Gil…”
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