Otro one-shot de Sodom =D Otra vez, no diré cuando se sitúa ni dónde XD Este es un cuento de navidad, que me pidieron que escribiera para la revista Yaoi para la que escribo, aunque no sé si quedó tan navideño la verdad XD Es parte de una lista de temas para escribir-dibujar. Luego subiré la lista. También puede que haga un dibujo para esta historia n.n
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"Buscando consuelo"
La nieve cae igual que lo ha hecho
todos estos últimos días. No puedo decidir si me gusta o no. Mis manos vagan
por el marco de la ventana. Está helado. Puedo decir que eso no me gusta con
decisión, al menos. Me recuerda a los días en que caminaba sin rumbo bajo la
nieve, con las puntas de los dedos y los pies congelados. La vista se me
nublaba. Muchas veces caí de cara al suelo por el cansancio y el hambre. Para
sobrevivir, vendía mi cuerpo. No son días que quiera recordar. Por eso, el frío
no me gusta.
-
Ya
llegué, Félix.
Pero todo eso ya no importa. Ya no
estoy rodeado de blanca nieve. No puede alcanzarme desde atrás del vidrio del
ventanal. Estoy en un hogar cálido. Y el hombre que me recogió de la calle está
atravesando esa puerta, anunciándose como todos los días.
-
Bienvenido.
– me acerco a él y le doy un beso en los labios suavemente. Él me toma de la
cintura y me corresponde.
-
No
deberías andar así, aunque estés en la casa. Está bien que te hayas hecho
resistente al frío, pero te resfriarás si sólo andas con ropa interior y una
bata de seda.
-
Pero
a ti te gusta verme así, ¿verdad?
-
No
puedo negar eso…
Él deja unas bolsas de plástico en
el suelo y vuelve a besarme, jugando con el borde de mis calzoncillos de forma
inconsciente. Aun así no puedo concentrarme. ¿Qué tendrá en esas bolsas? Me
separo un poco de él para preguntarle, para su desagrado.
-
¿Esto?
Son compras para la cena de hoy. ¿No te acuerdas? Hoy es navidad.
-
Navidad…
Vaya, no lo recordaba para nada…
-
Supongo
que no habías planeado nada, después de huir de tu casa.
-
No… de
seguro papá me hubiera sacado más dinero para poder beber todo lo que quisiera,
eso sí.
-
Ya no
hablemos de eso.
Me dice él, notando que me estaba
poniendo raro. Me toma del rostro y me mira directamente a los ojos. El color
verde de sus irises parece hipnotizarme por unos segundos, y sus susurros me
atraviesan el alma como fantasmas.
-
Ya no
necesitas venderte, ni para tu padre ni para sobrevivir. Me tienes a mí. Ahora
tú eres mío, y yo te daré todo lo que quieras.
-
Sí… -
me acurruco contra su pecho, sintiendo la misma calidez que percibí cuando me
recogió de la calle. Realmente este hombre es mi salvación.
-
Sólo
no debes dejarme, no me dejes nunca…
Sus labios pasean por mi cuello.
¿Cómo podría dejarlo? Él es mi salvador, la persona que amo. Haría lo que fuera
por él. No necesita cerrar la puerta con llave para que yo no huya: yo me
quedaré aquí. Siempre estaré aquí para ti, mi amor…
-
Una
piel tan hermosa no debería tener tantas marcas…
-
No
puedo borrarlas… aunque esté contigo, el pasado no va a desaparecer…
-
¡Sí
lo hará! – él me toma bruscamente de los hombros y me mira con decisión. El
pecho se me oprime un poco al verlo así. – Perdóname. Para mí esas marcas no
están ahí. Tú eres sólo mío. Ahora y para siempre.
-
Para
siempre… - susurro encantado. Sus labios rozan los míos y nuestras
respiraciones un poco agitadas se entrelazan.
-
No te
soltaré jamás… nunca…
Su boca me devora rápidamente. Los
labios me duelen con lo brusco de sus besos, pero se siente tan bien. Sus
brazos no me dejan ir. No dejarán que vuelva a la vida que llevaba antes. ¿Qué
importa si no pudiera volver a salir de aquí? No me espera nada bueno allá
afuera. Y menos algo mejor que lo que tengo ahora. Nada puede ser mejor que
esto. Mi amor, me haces sentir tan bien, tan seguro, tan querido…
Él me toma en brazos y me lleva
hasta la cama, dejándome recostado allí. Luego se va a buscar las bolsas que
traía y las coloca sobre ella también. De una de ellas saca un adorno en forma
de bolita, de color rojo, con unos muérdagos atados en la base y unos arreglos
dorados. Él lo afirma en mi pelo, como un prendedor. Luego acaricia mi rostro,
apartando algunos de mis cabellos rubios.
-
Listo.
Se ve hermoso.
-
¿Eso
no debería ir en un árbol? – le digo riendo.
-
No,
se ve más lindo en ti. Tú serás lo único que admiraré.
-
Jaja,
tonto. – le doy un beso rápido y ahora yo miró dentro de las bolsas. – ¡Waa,
pastel! ¡Nunca he comido pastel de navidad!
-
Supuse
que no. Por eso quise traer para ti, para que comiéramos juntos.
Todo lo que quise tener, este
hombre me lo da. Galletas de jengibre decoradas como Santa Claus, un pequeño
pastel de navidad, un regalo de contenido desconocido, envuelto en papel rojo
brillante, campanas y adornos que va poniendo por todas partes… No es que sea
tanto, la verdad. No es un gran lujo, pero qué importa eso. Es mucho más de lo
que haya tenido jamás. Y él me lo está dando, que es lo más importante. Nunca
había vivido una festividad así. Nunca había vivido una festividad de verdad, estando
feliz. Una lágrima cae por mi mejilla, pero la seco rápidamente para no
preocuparlo. Puede que no sepa que es de alegría.
-
¿Así
está bien? – me pregunta él, mientras pone una guirnalda en la entrada de la
habitación.
-
Sí,
amor, todo está hermoso. – él corresponde mi sonrisa.
Dios, tanta felicidad tiene que
ser un pecado. O tal vez pienso así porque no había estado feliz así jamás.
Pareciera que todo va a esfumarse en cualquier momento. Por eso tengo algo de
miedo. La vida ha sido muy dura conmigo, pero… no me quitará todo el día de
navidad, ¿verdad? ¿Verdad?
-
Félix,
¿qué pasa? Estás temblando. – él se me acerca preocupado. - ¿Tienes frío?
-
No,
estoy bien… - aun así, él saca el tapado de la cama y nos envuelve a ambos con
él. Es tan cálido, estamos tan cerca…
-
¿Mejor?
– yo asiento lentamente, y él me da un beso en la nuca.
Las horas pasan y no nos movemos
de ahí. Parece que él tenía pensado hacer una cena con pavo y todo, pero
desistió de la idea. Prefirió quedarse ahí conmigo, envuelto en esa manta. Y se
lo agradezco. No estoy muy estable como para que se aleje de mí, aunque sea un
segundo. Creo que en cualquier momento todo se va a desmoronar. Me pregunto
como se sentirá él.
Y entonces, noto que me está
apretando contra él, mientras me muestra varios regalos pequeños que me compró.
Me aprisiona con fuerza. Levanto la vista para mirarle el rostro. Y lo
comprendo: él también tiene miedo. Miedo de que esto se termine. Miedo a que yo
desaparezca de repente, como me ha dicho antes. Por eso cierra la puerta con
llave cuando sale. Por eso en cuanto llegué se cambió a un piso más alto en el
edificio. Todo para asegurarse de que yo no me vaya. Tonto. Lo que menos quiero
es irme de aquí.
Por eso lo beso de repente, y él
parece no entender. Me alejo un poco para poder arrodillarme frente a él, y le
indico que se siente en el borde de la cama. Parece que ahora sí notó que
quería, y me hace caso de inmediato. Rápidamente abro el cierre de su pantalón
y saco de ahí lo que quiero.
-
Félix,
pensé que no haríamos esto hoy… es navidad, después de todo…
-
Un
poco de cariño no es nada malo. No hay porque hacerlo hasta el final. Sólo
necesito complacerte un poco.
-
Pero
el sólo hecho de que estés aquí me complace… Ahh…
No habla más porque he metido su
pene en mi boca y lo comienzo a acariciar con mi lengua. En estos momentos
igual agradezco haber estado con todos esos viejos asquerosos. Al menos gracias
a ese “trabajo” que realicé para sobrevivir, ahora sé bastante sobre como
complacer a un hombre. Sólo que ahora lo hago con total gusto. Sí, es realmente
diferente hacerlo con alguien a quien amas. La primera vez que lo hice con él
me sorprendí mucho por ello. Jamás me había sentido así de bien.
Maldición. Cuando hacía esto con
otros hombres antes sólo sentía asco, pero hacérselo a él, no sé porqué… me
pone ansioso… Muevo mis caderas sin poder evitarlo. La ropa interior me
molesta, hasta duele un poco. ¿Por qué esto me excita tanto?
-
Jeje…
¿necesitas ayuda? – niego con la cabeza, aún con “eso” dentro de mi boca. – Oh,
entonces puedes hacerlo tú mismo. Me gustaría ver eso.
Siento que cavé mi propia tumba.
Pero con el problema que tengo ahora no me importa mucho, la verdad. Con una
mano, quito esa molesta ropa interior, dejando libre mi erección. Ah, mucho
mejor… Comienzo a acariciarme como puedo, más concentrado en hacer que él se
corra.
- Ah… qué visión
más hermosa… - no puedo evitar sonrojarme cuando dice eso. – Pero le falta
algo.
Yo lo miro interrogante. De
inmediato, él se mueve un poco, y noto como uno de sus dedos se introduce
dentro de mí. No puedo evitar gemir sonoramente, sacando su erección de mi boca
por unos segundos. Se debe ver tan extraño como me aferro a “eso” mientras
trato de normalizar mi respiración.
-
Eres
tan adorable. Esas mejillas rojas, con ese cabello dorado, son el mejor adorno
de navidad, realmente.
-
No…
no digas eso… ¡Ah…!
-
Jaja,
pero es verdad. Y si no vamos a hacerlo hasta el final, como dices por ahora,
al menos te haré sentir bien también.
-
Cómo
que… “por ahora”… ¡Ah…!
Trato de concentrarme de nuevo,
pero es difícil con tres dedos moviéndose dentro de mí de esa forma, y mi mano
que no deja de acariciar mi erección instintivamente. Vuelvo a tomarlo dentro
de mi boca, y lo succiono con fuerza. Pero creo que no lograré mi objetivo
antes de que él lo logre. Es demasiada estimulación. Mi cuerpo se estremece, y
mi semen es desparramado por el suelo. Poco después siento como el de mi amado
se vierte por mi garganta, y lo trago instintivamente. No es que sepa bien,
realmente, pero amo tragarme eso, no sé porqué. Y a él le gusta verme tragarlo.
-
Mi
hermoso Félix… - él me toma de la mano y me guía a subirme a la cama con él. Me
acuesto a su lado como me es indicado. – Aún me queda un regalo que darte.
-
¿Sí?
¿Qué es? No necesitas darme tantos regalos, lo sabes.
-
Lo
sé, pero esto realmente quería dártelo.
-
Vaya,
ahora tengo más interés.
-
Espera.
Él busca un paquete en una bolsa.
No es muy grande, pero me llama mucho la atención por alguna razón. Escucho un
susurro en mi mente que me dice: “Eso es importante. Es lo que esperabas… ¿o
no?” Y luego una risa. Dios, no me molestes ahora…
-
Aquí
está. – él abre el paquete y saca de él una caja bastante plana. – Ábrelo.
-
¿Me
compraste joyas? No tenías que hacer eso. No soy una chica.
-
Pero
se ven lindas en ti. Además, esto no es una joya cualquiera.
Miro lo que está dentro de la caja
y me sorprendo. Es una gargantilla dorada, con una piedra verde en el centro.
Es hermosa, pero mirarla hace surgir algo extraño en mi pecho. Es algo bueno,
es algo malo… Es alegría y es ansiedad al mismo tiempo. ¿Por qué? “Te lo dije”
suena la voz en mi cabeza.
-
¿Te
gusta?
-
Sí,
es hermosa. – y no miento, sí me gusta. Pero hay algo extraño, algo que no
puedo explicar. – La atesoraré mucho.
-
Claro
que sí. Y la usarás todos los días.
Él aparta un poco mis cabellos que
han crecido de más por estar tanto tiempo en la calle, y encaja esa gargantilla
en mi cuello. El sonido del broche detrás de mi cuello hace saltar mi corazón.
Ansiedad, mucha ansiedad… ¿Buena o mala ansiedad? No lo sé. Creo que ambas.
Pero de todos modos sonrío. Es un regalo de mi amado. Es una muestra de que le
pertenezco. Soy suyo, ¿verdad? Nunca me va a dejar, ¿verdad?
-
Feliz
navidad.
Recibo un delicado beso en la
frente y luego uno en los labios, y yo repito esa misma frase con cariño,
nuevamente al borde de las lágrimas. Es la primera navidad que vivo de verdad,
una a la que se le puede llamar “festividad”. Y espero que sea la primera de
muchas.
Mi amado se ha quedado dormido en
mis brazos. Debe estar agotado del trabajo y de todas las compras que hizo hoy.
Ya lo despertaré después, cuando ya tengamos que cenar alguna cosa. Aunque se
enoje, yo mismo prepararé la cena mientras duerme. Nunca he cocinado algo tan
elaborado, pero siguiendo su libro de recetas no puede ser tan difícil. Sin
embargo, no tengo energías para ponerme de pie ahora, por lo que me quedo un
rato más sentado en la cama, a su lado, y me llevo unas galletas de jengibre a
la boca. Son tan deliciosas. Desde ahora amaré este sabor.
-
Disfrútalo
por ahora. Busca consuelo en él por ahora.
Detengo todo mi movimiento. Otra
vez esa voz, ahora más clara que antes. Es mi propia voz, sonando dentro de mi
cabeza. ¿Cuántas veces la habré escuchado a lo largo de mi vida? Cuando vivía
con mi padre, cuando luchaba por sobrevivir, cuando estaba por morir en la
calle… Una voz que me decía que debía continuar, que hay cosas más horribles
que lo que estaba viviendo en ese momento… Pensé que dejaría de oírla ahora que
soy feliz. Pero no fue así.
-
Ya
estamos donde siempre, ¿no?
Puedo verlo claramente en mi
reflejo en el espejo frente a mí. Me mira sonriendo con malicia. Es idéntico a
mí, claramente, ya que sólo es otra parte de mí, pero sus globos oculares son
de color negro en vez de blanco. Claro que sólo yo puedo verlo. Si alguien más
mirara ese espejo sólo vería mi reflejo, con mi misma cara de incomodidad.
-
Ahora
empezarás a vivir realmente. A ser feliz… y a sufrir de verdad. No te molestaré
mucho hoy, pero tenía que advertirte: no te confíes. No podrás relajarte, o lo
vas a perder. O más bien, vas a verte involucrado en un espiral de vivencias
que no vas a querer tener. O, al menos, que no serán como querías que fueran.
Así que no tengas muchas expectativas, pero si aspiraciones. Sedúcelo, no lo
dejes ir, tal y como él intentará desesperadamente que no salgas de aquí. Sólo
así podrás vivir un poco más tranquilo. Créeme; sé porqué te lo digo.
No sé como una parte de mí sabe
cosas que yo mismo no sé. Veo como se despide con la mano y mi reflejo vuelve a
la normalidad. Suspiro con angustia, tratando de calmarme. Acaricio los
cabellos de mi amado, mientras mi otra mano afirma mi corazón que late
disparado. No te preocupes. No va a pasar nada. Mañana será otro día.
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