Aviso

Pues, la cosa es que si quieren encargarme traducciones, de canciones y así, pueden pagar por paypal al mail mizumi_himutako1619@hotmail.com si son del extranjero, y por transferencia si son de Chile (consultar datos a través del mismo mail). 2 dólares por canción.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Malice Series One-shot - Buscando consuelo (Especial Navideño)

Otro one-shot de Sodom =D Otra vez, no diré cuando se sitúa ni dónde XD Este es un cuento de navidad, que me pidieron que escribiera para la revista Yaoi para la que escribo, aunque no sé si quedó tan navideño la verdad XD Es parte de una lista de temas para escribir-dibujar. Luego subiré la lista. También puede que haga un dibujo para esta historia n.n


****************


"Buscando consuelo"
by Himutako Mizumi

Etiquetas: yaoi, sobrenatural Rating: M (relaciones sexuales)



              La nieve cae igual que lo ha hecho todos estos últimos días. No puedo decidir si me gusta o no. Mis manos vagan por el marco de la ventana. Está helado. Puedo decir que eso no me gusta con decisión, al menos. Me recuerda a los días en que caminaba sin rumbo bajo la nieve, con las puntas de los dedos y los pies congelados. La vista se me nublaba. Muchas veces caí de cara al suelo por el cansancio y el hambre. Para sobrevivir, vendía mi cuerpo. No son días que quiera recordar. Por eso, el frío no me gusta.

-          Ya llegué, Félix.

              Pero todo eso ya no importa. Ya no estoy rodeado de blanca nieve. No puede alcanzarme desde atrás del vidrio del ventanal. Estoy en un hogar cálido. Y el hombre que me recogió de la calle está atravesando esa puerta, anunciándose como todos los días.

-          Bienvenido. – me acerco a él y le doy un beso en los labios suavemente. Él me toma de la cintura y me corresponde.
-          No deberías andar así, aunque estés en la casa. Está bien que te hayas hecho resistente al frío, pero te resfriarás si sólo andas con ropa interior y una bata de seda.
-          Pero a ti te gusta verme así, ¿verdad?
-          No puedo negar eso…

              Él deja unas bolsas de plástico en el suelo y vuelve a besarme, jugando con el borde de mis calzoncillos de forma inconsciente. Aun así no puedo concentrarme. ¿Qué tendrá en esas bolsas? Me separo un poco de él para preguntarle, para su desagrado.

-          ¿Esto? Son compras para la cena de hoy. ¿No te acuerdas? Hoy es navidad.
-          Navidad… Vaya, no lo recordaba para nada…
-          Supongo que no habías planeado nada, después de huir de tu casa.
-          No… de seguro papá me hubiera sacado más dinero para poder beber todo lo que quisiera, eso sí.
-          Ya no hablemos de eso.

              Me dice él, notando que me estaba poniendo raro. Me toma del rostro y me mira directamente a los ojos. El color verde de sus irises parece hipnotizarme por unos segundos, y sus susurros me atraviesan el alma como fantasmas.

-          Ya no necesitas venderte, ni para tu padre ni para sobrevivir. Me tienes a mí. Ahora tú eres mío, y yo te daré todo lo que quieras.
-          Sí… - me acurruco contra su pecho, sintiendo la misma calidez que percibí cuando me recogió de la calle. Realmente este hombre es mi salvación.
-          Sólo no debes dejarme, no me dejes nunca…

              Sus labios pasean por mi cuello. ¿Cómo podría dejarlo? Él es mi salvador, la persona que amo. Haría lo que fuera por él. No necesita cerrar la puerta con llave para que yo no huya: yo me quedaré aquí. Siempre estaré aquí para ti, mi amor…

-          Una piel tan hermosa no debería tener tantas marcas…
-          No puedo borrarlas… aunque esté contigo, el pasado no va a desaparecer…
-          ¡Sí lo hará! – él me toma bruscamente de los hombros y me mira con decisión. El pecho se me oprime un poco al verlo así. – Perdóname. Para mí esas marcas no están ahí. Tú eres sólo mío. Ahora y para siempre.
-          Para siempre… - susurro encantado. Sus labios rozan los míos y nuestras respiraciones un poco agitadas se entrelazan.
-          No te soltaré jamás… nunca…

              Su boca me devora rápidamente. Los labios me duelen con lo brusco de sus besos, pero se siente tan bien. Sus brazos no me dejan ir. No dejarán que vuelva a la vida que llevaba antes. ¿Qué importa si no pudiera volver a salir de aquí? No me espera nada bueno allá afuera. Y menos algo mejor que lo que tengo ahora. Nada puede ser mejor que esto. Mi amor, me haces sentir tan bien, tan seguro, tan querido…

              Él me toma en brazos y me lleva hasta la cama, dejándome recostado allí. Luego se va a buscar las bolsas que traía y las coloca sobre ella también. De una de ellas saca un adorno en forma de bolita, de color rojo, con unos muérdagos atados en la base y unos arreglos dorados. Él lo afirma en mi pelo, como un prendedor. Luego acaricia mi rostro, apartando algunos de mis cabellos rubios.

-          Listo. Se ve hermoso.
-          ¿Eso no debería ir en un árbol? – le digo riendo.
-          No, se ve más lindo en ti. Tú serás lo único que admiraré.
-          Jaja, tonto. – le doy un beso rápido y ahora yo miró dentro de las bolsas. – ¡Waa, pastel! ¡Nunca he comido pastel de navidad!
-          Supuse que no. Por eso quise traer para ti, para que comiéramos juntos.

              Todo lo que quise tener, este hombre me lo da. Galletas de jengibre decoradas como Santa Claus, un pequeño pastel de navidad, un regalo de contenido desconocido, envuelto en papel rojo brillante, campanas y adornos que va poniendo por todas partes… No es que sea tanto, la verdad. No es un gran lujo, pero qué importa eso. Es mucho más de lo que haya tenido jamás. Y él me lo está dando, que es lo más importante. Nunca había vivido una festividad así. Nunca había vivido una festividad de verdad, estando feliz. Una lágrima cae por mi mejilla, pero la seco rápidamente para no preocuparlo. Puede que no sepa que es de alegría.

-          ¿Así está bien? – me pregunta él, mientras pone una guirnalda en la entrada de la habitación.
-          Sí, amor, todo está hermoso. – él corresponde mi sonrisa.

              Dios, tanta felicidad tiene que ser un pecado. O tal vez pienso así porque no había estado feliz así jamás. Pareciera que todo va a esfumarse en cualquier momento. Por eso tengo algo de miedo. La vida ha sido muy dura conmigo, pero… no me quitará todo el día de navidad, ¿verdad? ¿Verdad?

-          Félix, ¿qué pasa? Estás temblando. – él se me acerca preocupado. - ¿Tienes frío?
-          No, estoy bien… - aun así, él saca el tapado de la cama y nos envuelve a ambos con él. Es tan cálido, estamos tan cerca…
-          ¿Mejor? – yo asiento lentamente, y él me da un beso en la nuca.

              Las horas pasan y no nos movemos de ahí. Parece que él tenía pensado hacer una cena con pavo y todo, pero desistió de la idea. Prefirió quedarse ahí conmigo, envuelto en esa manta. Y se lo agradezco. No estoy muy estable como para que se aleje de mí, aunque sea un segundo. Creo que en cualquier momento todo se va a desmoronar. Me pregunto como se sentirá él.

              Y entonces, noto que me está apretando contra él, mientras me muestra varios regalos pequeños que me compró. Me aprisiona con fuerza. Levanto la vista para mirarle el rostro. Y lo comprendo: él también tiene miedo. Miedo de que esto se termine. Miedo a que yo desaparezca de repente, como me ha dicho antes. Por eso cierra la puerta con llave cuando sale. Por eso en cuanto llegué se cambió a un piso más alto en el edificio. Todo para asegurarse de que yo no me vaya. Tonto. Lo que menos quiero es irme de aquí.

              Por eso lo beso de repente, y él parece no entender. Me alejo un poco para poder arrodillarme frente a él, y le indico que se siente en el borde de la cama. Parece que ahora sí notó que quería, y me hace caso de inmediato. Rápidamente abro el cierre de su pantalón y saco de ahí lo que quiero.

-          Félix, pensé que no haríamos esto hoy… es navidad, después de todo…
-          Un poco de cariño no es nada malo. No hay porque hacerlo hasta el final. Sólo necesito complacerte un poco.
-          Pero el sólo hecho de que estés aquí me complace… Ahh…

              No habla más porque he metido su pene en mi boca y lo comienzo a acariciar con mi lengua. En estos momentos igual agradezco haber estado con todos esos viejos asquerosos. Al menos gracias a ese “trabajo” que realicé para sobrevivir, ahora sé bastante sobre como complacer a un hombre. Sólo que ahora lo hago con total gusto. Sí, es realmente diferente hacerlo con alguien a quien amas. La primera vez que lo hice con él me sorprendí mucho por ello. Jamás me había sentido así de bien.

              Maldición. Cuando hacía esto con otros hombres antes sólo sentía asco, pero hacérselo a él, no sé porqué… me pone ansioso… Muevo mis caderas sin poder evitarlo. La ropa interior me molesta, hasta duele un poco. ¿Por qué esto me excita tanto?

-          Jeje… ¿necesitas ayuda? – niego con la cabeza, aún con “eso” dentro de mi boca. – Oh, entonces puedes hacerlo tú mismo. Me gustaría ver eso.

              Siento que cavé mi propia tumba. Pero con el problema que tengo ahora no me importa mucho, la verdad. Con una mano, quito esa molesta ropa interior, dejando libre mi erección. Ah, mucho mejor… Comienzo a acariciarme como puedo, más concentrado en hacer que él se corra.

- Ah… qué visión más hermosa… - no puedo evitar sonrojarme cuando dice eso. – Pero le falta algo.

              Yo lo miro interrogante. De inmediato, él se mueve un poco, y noto como uno de sus dedos se introduce dentro de mí. No puedo evitar gemir sonoramente, sacando su erección de mi boca por unos segundos. Se debe ver tan extraño como me aferro a “eso” mientras trato de normalizar mi respiración.

-          Eres tan adorable. Esas mejillas rojas, con ese cabello dorado, son el mejor adorno de navidad, realmente.
-          No… no digas eso… ¡Ah…!
-          Jaja, pero es verdad. Y si no vamos a hacerlo hasta el final, como dices por ahora, al menos te haré sentir bien también.
-          Cómo que… “por ahora”… ¡Ah…!

              Trato de concentrarme de nuevo, pero es difícil con tres dedos moviéndose dentro de mí de esa forma, y mi mano que no deja de acariciar mi erección instintivamente. Vuelvo a tomarlo dentro de mi boca, y lo succiono con fuerza. Pero creo que no lograré mi objetivo antes de que él lo logre. Es demasiada estimulación. Mi cuerpo se estremece, y mi semen es desparramado por el suelo. Poco después siento como el de mi amado se vierte por mi garganta, y lo trago instintivamente. No es que sepa bien, realmente, pero amo tragarme eso, no sé porqué. Y a él le gusta verme tragarlo.

-          Mi hermoso Félix… - él me toma de la mano y me guía a subirme a la cama con él. Me acuesto a su lado como me es indicado. – Aún me queda un regalo que darte.
-          ¿Sí? ¿Qué es? No necesitas darme tantos regalos, lo sabes.
-          Lo sé, pero esto realmente quería dártelo.
-          Vaya, ahora tengo más interés.
-          Espera.

              Él busca un paquete en una bolsa. No es muy grande, pero me llama mucho la atención por alguna razón. Escucho un susurro en mi mente que me dice: “Eso es importante. Es lo que esperabas… ¿o no?” Y luego una risa. Dios, no me molestes ahora…

-          Aquí está. – él abre el paquete y saca de él una caja bastante plana. – Ábrelo.
-          ¿Me compraste joyas? No tenías que hacer eso. No soy una chica.
-          Pero se ven lindas en ti. Además, esto no es una joya cualquiera.

              Miro lo que está dentro de la caja y me sorprendo. Es una gargantilla dorada, con una piedra verde en el centro. Es hermosa, pero mirarla hace surgir algo extraño en mi pecho. Es algo bueno, es algo malo… Es alegría y es ansiedad al mismo tiempo. ¿Por qué? “Te lo dije” suena la voz en mi cabeza.

-          ¿Te gusta?
-          Sí, es hermosa. – y no miento, sí me gusta. Pero hay algo extraño, algo que no puedo explicar. – La atesoraré mucho.
-          Claro que sí. Y la usarás todos los días.

              Él aparta un poco mis cabellos que han crecido de más por estar tanto tiempo en la calle, y encaja esa gargantilla en mi cuello. El sonido del broche detrás de mi cuello hace saltar mi corazón. Ansiedad, mucha ansiedad… ¿Buena o mala ansiedad? No lo sé. Creo que ambas. Pero de todos modos sonrío. Es un regalo de mi amado. Es una muestra de que le pertenezco. Soy suyo, ¿verdad? Nunca me va a dejar, ¿verdad?

-          Feliz navidad.

              Recibo un delicado beso en la frente y luego uno en los labios, y yo repito esa misma frase con cariño, nuevamente al borde de las lágrimas. Es la primera navidad que vivo de verdad, una a la que se le puede llamar “festividad”. Y espero que sea la primera de muchas.

              Mi amado se ha quedado dormido en mis brazos. Debe estar agotado del trabajo y de todas las compras que hizo hoy. Ya lo despertaré después, cuando ya tengamos que cenar alguna cosa. Aunque se enoje, yo mismo prepararé la cena mientras duerme. Nunca he cocinado algo tan elaborado, pero siguiendo su libro de recetas no puede ser tan difícil. Sin embargo, no tengo energías para ponerme de pie ahora, por lo que me quedo un rato más sentado en la cama, a su lado, y me llevo unas galletas de jengibre a la boca. Son tan deliciosas. Desde ahora amaré este sabor.

-          Disfrútalo por ahora. Busca consuelo en él por ahora.

              Detengo todo mi movimiento. Otra vez esa voz, ahora más clara que antes. Es mi propia voz, sonando dentro de mi cabeza. ¿Cuántas veces la habré escuchado a lo largo de mi vida? Cuando vivía con mi padre, cuando luchaba por sobrevivir, cuando estaba por morir en la calle… Una voz que me decía que debía continuar, que hay cosas más horribles que lo que estaba viviendo en ese momento… Pensé que dejaría de oírla ahora que soy feliz. Pero no fue así.

-          Ya estamos donde siempre, ¿no?

              Puedo verlo claramente en mi reflejo en el espejo frente a mí. Me mira sonriendo con malicia. Es idéntico a mí, claramente, ya que sólo es otra parte de mí, pero sus globos oculares son de color negro en vez de blanco. Claro que sólo yo puedo verlo. Si alguien más mirara ese espejo sólo vería mi reflejo, con mi misma cara de incomodidad.

-          Ahora empezarás a vivir realmente. A ser feliz… y a sufrir de verdad. No te molestaré mucho hoy, pero tenía que advertirte: no te confíes. No podrás relajarte, o lo vas a perder. O más bien, vas a verte involucrado en un espiral de vivencias que no vas a querer tener. O, al menos, que no serán como querías que fueran. Así que no tengas muchas expectativas, pero si aspiraciones. Sedúcelo, no lo dejes ir, tal y como él intentará desesperadamente que no salgas de aquí. Sólo así podrás vivir un poco más tranquilo. Créeme; sé porqué te lo digo.

              No sé como una parte de mí sabe cosas que yo mismo no sé. Veo como se despide con la mano y mi reflejo vuelve a la normalidad. Suspiro con angustia, tratando de calmarme. Acaricio los cabellos de mi amado, mientras mi otra mano afirma mi corazón que late disparado. No te preocupes. No va a pasar nada. Mañana será otro día.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario