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viernes, 11 de octubre de 2013

[Fanfic] Baroque - Cocteau-Head / The Fool Story

El Paraíso de “C”

Silencio… Un suave, cálido verde… Un invernadero de vidrio.

Estando frente al laboratorio de los clones, ese chico de cabello azul oscuro y mirada triste se me acerca cautelosamente. Me pregunto que quiere ahora: ya le dije que mi trabajo es no dejar entrar a nadie. Inesperadamente, me acerca un “parásito de alas” con sus manos. Esos malditos… Lo lanzo lejos, sorprendiéndolo. Aunque me mires con aún más tristeza que antes, es tu culpa… por mostrarme esa horrible cosa. Una vez más vienen los recuerdos a mi mente. Inevitablemente recuerdo cómo fue me hice incapaz de ver ese tipo de insectos…

Un día, mi jefe, un hombre rubio de grandes alas falsas, me llama para darme un nuevo trabajo. No pensé que me reasignarían tan pronto; recién estaba protegiendo otro lugar.

-          Quiero que vayas a resguardar a un sujeto que llegó hace poco. No tienes porque hablar con él si no quieres. Sólo déjale comida y asegúrate de que esté a salvo.
-          ¿Quién es? ¿Qué vino a hacer este sujeto a la Orden? – siempre me han intimidado esos ojos rojos. Y eso que yo no me intimido fácilmente.
-          No es tu trabajo saber eso. Ahora ve a hacer tu trabajo. Está en los invernaderos.
-          Entendido.

En realidad no me importa mucho. Sólo pregunté por preguntar. El jefe sabrá lo que hace. Pero, ¿en los invernaderos? Generalmente cuando llega alguien para hacer experimentos, se les encierra en piezas pequeñas o directamente en los laboratorios. ¿Por qué en los invernaderos?

Me dirijo para allá. Después de andar un poco, lo veo. Dentro de uno de los invernaderos de vidrio se encuentra un hombre joven, menor a mí como en unos 5 o 6 años. Tiene el cabello negro, y seguramente, si no estuviera amarrado, le llegaría a los hombros. No puedo ver su rostro, ya que está de espaldas, pero puedo notar que está regando las plantas.

¿Qué…? ¿Qué es esto…? Necesito... necesito acercarme más...

Abro la puerta de metal e ingreso en el invernadero. Trato de llegar al lado de mi protegido sin hacer ruido, no sé porque. Sin embargo, él parece haberse dado cuenta de mi presencia. Voltea lentamente para saludarme. Dios, que ojos tan bonitos…

-          Buenos días. – verde… verde agua… - Usted debe ser el guardián del que habló el señor rubio, ¿no?
-          Eh… - no me sale la voz. Me aclaro la garganta. – Sí, soy el ángel centinela. Vengo a… vengo a asegurar tu bienestar. – su risa suave llega a mis oídos.
-          Mucho gusto, señor centinela. Me quedaré aquí por un tiempo, así que espero que nos llevemos bien.

Waa… que sonrisa más bonita. Creo que hasta ahora nunca me había fijado en la sonrisa de alguien. Rodeado de todas estas plantas, parece como una especie de elfo o algo así.

-          ¿Por qué estás aquí? El Arcángel no me explicó nada.
-          Él tampoco debe saberlo bien. Supongo que no quiso decirle algo de lo que no estaba seguro.
-          No necesitas tratarme de usted. Soy tu guardián, después de todo.
-          Trataré de tenerlo en cuenta.

Evadió mi pregunta. Sólo saqué en claro que ni el Arcángel lo sabe. Es extraño que alguien como él acepte a alguien en la Torre sin siquiera saber sus motivos para estar aquí. Parece querer saber siempre todo lo que sucede a su alrededor.

Bueno, ya le preguntaré de nuevo en otra ocasión. Él deja de mirarme para ocuparse de sus plantas otra vez. Presiento que este encuentro no será como cualquiera.


Un mundo invertido… Un hilo que ata a los dos juntos…

-          Me acabo de dar cuenta de que ayer no te pregunté tu nombre.
-          No tengo nombre, centinela. O sea, tengo, pero aquí me llaman C.H.
-          ¿C.H.? Bueno, suelen nombrar a los experimentos por sus iniciales aquí. – Así que sí es un experimento después de todo. - ¿No me puedes decir tu nombre?
-          Es mejor que no, señor ángel.

   Otra vez. ¿¡Por qué nunca responde a mis preguntas!? Soy una persona fácilmente irritable, lo sé, pero es que realmente quiero saber más de él. ¿Acaso voy a tener que llamarlo “C” de ahora en adelante? Eso no me gusta para nada.

-          ¡Mira esto, centinela!

Parece que sí, ya que no puedo darme el lujo de torturarlo para que responda. Mi deber es protegerlo. Por otra parte, él tampoco me ha preguntado mi nombre nunca. Tal vez él no quiere saber de mí como yo de él.

   Un poco triste (no se porqué), me acerco a ver que es lo que quiere ahora. Me sobresalto un poco cuando noto que lo que tiene en las manos es un bicho del porte de una tarántula, con aún más patas que una. ¿Qué diablos es esto?

-          Son parásitos. Así les dicen aquí, o al menos eso dijo el Arcángel. Mi deber aquí es cuidarlos. Son tan bonitos.
-          Ah... Pero no es sólo por eso que estás aquí, ¿no?

No me responde. En vez de eso, vuelve a concentrarse en el insecto. No puedo evitar seguirlo con la mirada. Todos sus movimientos están impregnados en gracia. Aunque sólo esté cambiando a esos bichos dorados de una planta a otra. Se sube a una escalerita para revisar a los parásitos de arriba. Se ve tan elegante… tan frágil…

-          ¿Por qué tomaste el trabajo de centinela?
-          Mmm… ¿Porque soy muy hostil, tal vez? Soy muy alto y ancho, y mi expresión huraña me hace perfecto para ello. O al menos eso me dijeron.
-          Ja ja, no lo dudo. – su risa es tan agradable que llega a ser sobrenatural.
-          Además estoy acostumbrado a matar desde hace tiempo.

Por primera vez hay un cambio fugaz en su actitud serena. Tal vez si no fuera yo quien lo observaba, hubiera pasado desapercibido.

-          Vaya, no te ves como ese tipo de persona. – su voz sigue calmada como siempre.

Claro, ninguno de los dos sabe nada sobre el otro. ¿Por qué no puedo saber más sobre él, aunque le pregunte? ¿Por qué nunca me pregunta nada? Me hierve la sangre de sólo pensarlo. Dijo “ese tipo de persona”… Así que el concepto de “matar” es significativo para él… ¿Tendrá algo que ver con la razón por la cual está aquí?

De repente lo veo resbalar de la escalera en que se encontraba. Me apresuro a atraparlo en mis brazos.

-          Waa, sí que eres grande.
-          Ten más cuidado.

Me doy cuenta de que lo estoy sosteniendo de la cintura (sorprendentemente delgada) y de la mano derecha. Me asombra que no aleje su mano ni apriete la mía. Simplemente me deja sostenerlo sin protestar. Es tan suave y su cuerpo desprende un irresistible aroma a flores. Que sensación más agradable…

-          ¡Mira! Estamos unidos por hilos.

Salgo de mi ensimismamiento cuando lo oigo reír. Es verdad, los hilos que desprenden los parásitos se han enredado en nuestras manos. Como hilos rojos del destino…

Cierro los ojos, sintiendo por primera vez en mi vida una calidez indescriptible dentro de mi pecho. Creo que es la primera vez que siento algo por alguien que no es ira. No quiero separarme de él. Es como si este invernadero fuera un mundo independiente, inverso al mundo real, hecho sólo para nosotros dos…


Sabiduría llamada ignorancia… En un sentido, era inocente; en otro, era tonto.

-          Siento que te lo he preguntado mil veces y siempre evades mis preguntas.
-          ¿Para qué necesitas saber por qué me quedo a vivir aquí?
-          Para saber más de ti. Porque quiero.
-          Que demandante eres.
-          ¡No evadas mis preguntas!

Lo tomo fuertemente de los brazos, seguramente haciéndole daño. Parece sorprendido por unos segundos, pero luego sigue igual de tranquilo que siempre.

-          ¿¡Por qué nunca me preguntas nada!? ¿¡Por qué no me contestas!? ¿¡Es que no te interesa lo que sucede allá afuera!? ¡Están sucediendo muchas cosas, por si no lo sabías!
-          Estás teniendo problemas allá afuera.

No lo había notado. Sí, estoy estresado. Sabía que las mutaciones humanas estaban sucediendo fuera de la Torre Neural, nosotros mismos las investigamos, pero ahora que empezaron a darse dentro de la Orden de Malkuth, todo está hecho un caos. Hasta la doctora Angelicus ha sufrido mutaciones, en sus brazos y en sus ojos. El Arcángel es el único que parece tranquilo y controlado como siempre.

Pero él no me pregunta nada. Sólo, para mi sorpresa, me abraza y me susurra con su voz serena de siempre “Tranquilo…”, mientras acaricia mi espalda suavemente, con sus manos de hada. Sí, esto es lo que necesita una persona tan propensa a la ira como yo. Mi respiración se va calmando lentamente. Mi ritmo cardiaco comienza a bajar.

-          Eres un idiota… - el perfume a flores me invade.

Y al mismo tiempo tienes una sabiduría que yo no tengo. Apartándote del mundo has alcanzado una paz interna impresionante. No hay nadie en este mundo que mantenga más la serenidad que tú, una tranquilidad preciosa, admirable…

Sin embargo, también eres un tonto. Con esto no vas a escapar de lo que sucede allá afuera. Algún día el desastre llegará a tu reino de cristal. Aun así, tu inocencia es tan hermosa…


Él se distorsionó sin saber sobre el mundo exterior…
Sólo… tranquilamente, sin ningún miedo o duda.

   ¿Es mi idea o su piel se está haciendo cada vez más blanca? No, más transparente. Como vidrio. Pasados los días se ve cada vez más extraño. Tiene esa misma aura que han tenido aquellos que han mutado. Me preocupa. Pero a él no parece importarle, como todo hasta ahora.

-          ¿Desde cuando creas burbujas con las manos? – le pregunto cuando lo veo formar una al frente de él y agrandarla hasta hacerla explotar.
-          Je je, no sé, pero es divertido.

Forma muchas burbujas a su alrededor. La luz del sol que entra por el techo de cristal provoca que se vean diferentes colores en ellas. Nunca había visto una distorsión tan bella y tan tranquila. No hay un solo rastro de temor en él.

-          Ven, vamos a jugar con los parásitos.

Ni siquiera le molesta tomarme de la mano, ahora que éstas se han vuelto anormalmente grandes, al igual que mis pies. No me veo tan deforme, porque sigo siendo gigante en general, pero aun así es extraño. A alguien que ha estado encerrado y no ha presenciado nunca una distorsión (y que ni siquiera sabe que existen) debería causarle miedo.

A él no le causa miedo nada. Es como un hada dentro de su propia jaula. Como una criatura mística de un bosque, baila tranquilamente, descalzo, entre las burbujas causadas por su distorsión, mientras canta una canción desconocida para mí, con su voz armoniosa de siempre.

No… es una mariposa que está encerrada por su propia voluntad.


Un barroco que no puede ser atado por nadie…
Envuelto cómodamente en su mundo, había una sola… entidad externa.

   Aun así, no pude soportarlo por mucho tiempo. Me enloquece saber que él vive en su propio mundo. Un mundo al que yo no pertenezco. ¿Por qué no puedo ser parte de tu distorsión? ¿Por qué no puedo… tenerte?

   Exploté de repente, cuando lo vi alejarse para buscar esos jugos que suele preparar de vez en cuando. “No te alejes de mí” “No me dejes atrás” esos pensamientos me devoran la mente. “Quiero poseerte”

   Me mira con duda cuando lo tomo del brazo con fuerza. Esta duda se transforma en sorpresa cuando lo lanzó bruscamente sobre la mesa donde realiza sus mezclas, botando todos los frascos con jugos en el proceso. Permanece en silencio. Supongo que quiere examinar la situación primero. No voy a dejar que pienses en nada.

   Rápidamente me deshago de los pantalones que trae bajo la túnica y separo sus piernas. Quiero que sea mío. Todo de él. Los labios que ahora mismo devoro por primera vez. La suave piel traslucida que acaricio. La mirada acuosa que aun ahora persiste serena. Quiero que todo sea mío. Incluso las manos que se deslizan por mi espalda…

   No, no vas a tratar de tranquilizarme ahora. Agarro firmemente sus manos y las aprisiono con una sola de las mías. Si me abraza, seguro que me envolverá otra vez ese perfume que me tranquiliza. Ahora no, no será así. Más cuando pareciera que su perfume habitual se está transformando en un afrodisíaco para mí.

   Él, por otra parte, no hace nada. No se resiste, no grita ni se queja. Tan sólo me mira con los ojos entrecerrados, sin apartar la vista nunca, y gime suavemente. Esto sólo me anima más a seguir. Tan bello, como una muñeca, me está aceptando.

   Y aun así, ¿por qué siento que no he obtenido nada? Me está entregando su cuerpo por caridad. Para que descargue mi frustración en él. Aún no obtengo su interés, los secretos que guarda dentro de él y que no se los entrega a nadie, ese corazón que está cerrado con un candado, igual que su propia existencia dentro de esta jaula de cristal.

   Mientras continuo penetrándolo brusca y rápidamente me doy cuenta… aunque satisfaga mis deseos más bajos, nunca dejaré de ser un extranjero aquí…


Más allá de la puerta firmemente cerrada, escucho una voz llamándolo…
Más allá de la vista, con su espalda contra la puerta…
Una sombra de un ser alado apareció por un instante y desapareció…

   Después de dejarlo tendido sobre la mesa, desmayado, con el abdomen manchado con mi semen, me dirijo a la puerta. Pero no puedo salir. Algo me dice que no lo haga.

   Mis ojos se abren desmesuradamente. Detrás de la puerta puedo notar una sombra. ¿Qué? ¿Alguien nos oyó? ¿Alguien nos vio? Es una sombra con alas, grandes alas de ángel. ¿El Arcángel? No… está no es su presencia. Un escalofrío me recorre la espalda. No recuerdo haber sentido esta presencia nunca. O… ¿o sí?

   Un segundo después, la sombra ha desaparecido.
   ¿Hay alguien más vigilando a “C”?


En un momento dado… sus entrañas y exterior se revirtieron.
Encerrando el mundo desordenado que rebalsa información inútil…
Él había desaparecido en su delirio.

   Me preguntaba si se habría enojado conmigo. Ese día lo abandoné cuando se encontraba desmayado. Pero no fue así. Al día siguiente, él actuaba como si nada hubiera pasado. Y yo me aproveché de eso. Durante los siguientes meses, cada vez que me sentía frustrado, fuera o no por su causa, lo forzaba a tener sexo conmigo. Ni siquiera tenía que sentir ira o algo parecido para tomarlo violentamente. Lo deseaba demasiado, y él se dejaba hacer. Nunca decía nada, pero parecía disfrutarlo (después de todo, siempre terminaba corriéndose, una y otra vez). Su cuerpo parece acostumbrado a ese tipo de trato. ¿Quién habrá tocado su piel antes que yo? ¿Qué clase de experiencias habrá vivido con esa persona? Mejor no pienso en esas cosas. Siento que pierdo el control otra vez.

   Pero hoy hay algo diferente. ¿Qué? Detengo mi andar repentinamente. ¿Qué pasó con el invernadero? Las paredes no son como las recuerdo, como eran ayer. ¿Dónde quedó el vidrio? ¿Por qué las paredes ahora se ven hechas de… carne palpitante? Supongo que si no fuera como soy, esto me daría asco.

   Me acerco y tanteo la pared. Es cálida y algo viscosa, como un corazón gigante latiendo. Hasta se aprecian algunas venas entre lo que parece ser músculo y otros tejidos. ¿Es que “C” está dentro de… esta cosa? Comienzo a entrar en pánico. Tengo que encontrar la puerta ya. Empujo hacia adentro, hasta abrir una puerta.

   Dentro de lo que fue alguna vez un invernadero, las paredes siguen cubiertas de enredaderas y otras plantas. Veo como los parásitos que “C” cuida salen corriendo, formando un camino que parece un mar alrededor de mis pies. Avanzo como puedo entre ellos. Hace tanto calor… ¿Qué diablos está pasando?

   Entonces lo veo. “C” está entre todas esas plantas, y se ve diferente. Su piel ya no parece piel: está hecha de vidrio o de burbujas. Lo veo rodearse de una burbuja gigante creada por sus propias manos, y empezar a elevarse.

-          ¡¡NOOOO!!

Corro hasta él y lo tomo del brazo firmemente, trayéndolo a la tierra. Él me mira, un poco sorprendido de mi desesperación, pero luego vuelve a su habitual sonrisa tranquila. ¿¡Es que no tienen ningún sentido del peligro!?

-          ¿¡Qué estás haciendo!? ¿¡Te quieres alejar de aquí!? ¿¡De mí!?
-          Ha llegado la hora, mi centinela. La hora de marcharme.

No entiendo de qué habla. ¿¡Qué está pasando!? ¿Por qué mi voz… flaquea de esta forma? Siento que voy a morir en cualquier momento. El corazón se me sale por la boca. Mi pulso se dispara. Y él sigue tan tranquilo. ¿Qué voy a hacer?


Él se convirtió en un ciudadano del paraíso, una distorsión secreta…
Pero, una historia que no ha sido escrita es igual a una que nunca existió.
 Aunque puede que ese haya sido su deseo…

   Caigo de rodillas al suelo. Mis piernas no soportan mi peso. ¿Por qué tengo tanto miedo? Nunca antes me había sucedido algo parecido, ni siquiera la primera vez que mi vida estuvo en peligro. Nunca.

-          ¿A qué te refieres…? La hora de marcharte…
-          Eso mismo, centinela, debo irme. No puedo quedarme aquí por más tiempo.
-          ¿¡POR QUÉ!?

Lo zarandeo brutalmente, pero él sólo cierra los ojos. La razón no es lo que importa, en verdad. “Tan sólo no te vayas”, quiero decirle… El corazón me va a estallar, y él parece notarlo de alguna manera, ya que pone una de sus manos sobre mi pecho. En su rostro aparece una expresión que nunca había visto en él: una sonrisa triste, profundamente triste.

-          Pensé que esto sería más fácil. No creí que conocería a alguien como tú. - ¿Eh? – Planeaba quedarme aquí hasta morir, pero ya no podrá ser así.
-          ¿Por qué…?
-          No quiero que me veas convertido en un monstruo. Prefiero que me recuerdes como me veías ayer, antes de que dejara mis entrañas atrás.
-          ¿Estás paredes… son tus extrañas? – asiente levemente cuando yo observo a mi alrededor. – Pero yo… no quiero que te vayas. No voy a dejar que te vayas.
-          Lo siento… pero lo decidí desde antes de llegar aquí. Ya no le haría daño a nadie más. Nadie volvería a verme como un monstruo. Dejaría todo atrás, incluyendo mi cuerpo y todas mis memorias.
-          ¿Qué sucedió que decidiste eso? ¿¡Por qué aun ahora no me cuentas nada!?
-          No llores, por favor, de verdad no quería hacerle daño a nadie. Menos a ti…

Me abraza, escondiendo su rostro en mi hombro. ¿Estoy llorando? No recuerdo haber llorado nunca en mi vida, incluso cuando era niño. ¿Por qué me destroza tanto la idea de no verlo más? Nunca había necesitado nada ni a nadie. Pero él, sólo a él, lo necesito más que a cualquier otra cosa.

-          ¿Por qué tenías que ser tú quien me llamara la atención…?
-          Yo también me enamoré de ti.

Me besa suavemente en los labios, mientras algunas lágrimas caen por sus mejillas. Yo me encargo de que sea el beso más apasionado que haya dado jamás. Pero al separarnos, él empieza a escurrirse entre mis manos. Trato de alcanzarlo, mas mi cuerpo no se mueve como quiero. De hecho, mi cerebro, mis nervios no funcionan bien. He oído de distorsionados que pueden controlar los nervios de otros a voluntad. Al soltarse, noto que su piel se siente como jabón. Uno con olor a flores…

-          ¡Entonces, ¿por qué creaste un paraíso sólo para ti!? ¿¡Por qué te vas como si nada después de desordenar todo mi mundo!?

No me dice nada. Ya no caen lágrimas de sus ojos. Hasta la única muestra de preocupación verdadera que me ha entregado es tan efímera…

-          Tengo un regalo de despedida para ti. Ten. – deposita algo en mis manos. – Es un “parásito de alas”. Cuando quieras deshacerte de algo, él se lo llevará por ti.
-          ¿…Qué quieres decir con esto…? - ¿Te estás deshaciendo de mí? – Nunca me dijiste nada de ti… Ni siquiera supe tu nombre…
-          Mi nombre es… - me susurra una palabra al oído. Una que nunca olvidaría. - Es lo único de mí que puedo darte. Serás el único que recordará ese nombre de ahora en adelante.

Se aleja cada vez más de mí. Y yo no puedo hacer nada: mi cuerpo sigue sin moverse como quiero. ¡Maldición! ¡¡No te vayas!! ¡¡No me dejes!!

-          Logré dejar todo atrás. Logré que nadie supiera lo que pasó. Logré que nadie recordara mi existencia. Menos tú… Sólo quiero que tú recuerdes todo lo que vivimos juntos. El paraíso que cree aquí, que creamos juntos. Sigue protegiendo esta torre, hasta que no exista nada más de nosotros dos.

No… No, por favor… Nunca había querido pedir algo con tanto fervor. Por favor, Dios Absoluto, haz que no se vaya… haz que no me deje. Pero lo inevitable sucedió. Él se levantó en el aire, rodeado de una burbuja que lo protege, y comenzó a alejarse. Mis grandes manos y pies, que ahora comprendo que son más grandes “para atraparte mejor”, no cumplen su cometido. No puedo correr como quiero. No puedo alzar mis brazos hacia él como quiero.

Cierro los ojos y no puedo evitar ver la sonrisa que ya no está frente a mí. Retumba en mis oídos su forma armoniosa de cantar. Cada una de las frases que me dijo. Observo cada momento que vivimos juntos. En mi piel quedó la remembranza del tacto de sus manos. Y ese olor a flores que no me dejará jamás…

La mariposa está dejando su jaula y no puedo volver a atraparla. Nunca fue mío. Su historia quedará encerrada para siempre en su memoria, sólo allí. Como si nunca hubiera existido. No podía ser participe de ella: así lo había decidido él desde el principio. Tan sólo puedo gritar, desde el fondo de este corazón que se rompe en pedazos, ese nombre que nunca más volvería a pronunciar. Esa sería la prueba de que ese nombre sólo me pertenece a mí, tal y como su historia sólo le pertenece a él.

¡¡¡CHRIS…!!!

3 comentarios:

  1. me gusto u.u *o* un amor prohibido k fue realidad me gusto el final fue trizte pero el desarrollo fue genial sige asi espero otro.
    me tomo muxo tiempo leerlo pero me encanto =D

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    1. Gracias =D Subiré una historia nueva en algún momento. Estas dos ya las tenía terminadas, sólo que esta la tenía que corregir un poco n.n

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