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viernes, 6 de septiembre de 2013

Sodom - Capítulo 01

Imagen del Capítulo 1:  Este es uno de los primeros dibujos que hice de esto. Quienes se encuentran en él son los protagonistas: Gaderiel Schwarz (pelo verde) y Amano Jinjirou (pelirojo). 


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Sodom ~ Tsumibito no Miyako
by Himutako Mizumi

Capítulo 1: “La serpiente retorna a su nido”

Rating: M. (por: relaciones sexuales)


-          Ese viejo maldito... - me oigo susurrar.

Mi cabello rojo cae sobre mis ojos por el peso del agua. Aprieto los puños con rabia.

-          Jin-chan. - lo llama un señor de avanzada edad, casi calvo y de gran volumen corporal.
-          ¿Sí, okyaku-sama?

Se acerca con su actitud amable de empleado. Aunque no le agradara ese señor que frecuenta tanto el casino, debe tratarlo como a cualquier otro cliente.

-          Ya te he dicho que me llames por mi nombre, Jin-chan.
-          ¿Qué necesita, Sudou-sama?

Ese hombre lo toma de la cintura y lo acerca para preguntarle como funciona la máquina tragamonedas en cuestión. A pesar de la molesta cercanía, le explica serenamente lo que quiere saber. Hasta que siente una gran mano acariciar con descaro su trasero, para luego ver una sonrisa desagradablemente pervertida en el rostro de Sudou. Pero Jin, como buen profesional que es, le explica tranquilo y luego se aleja con disimulo y respeto. Lo único que delata su incomodidad es el ligero sonrojo en sus mejillas.

-          ¡Ese viejo! ¿Cómo se atreve a tocarme así? Todavía tengo la sensación asquerosa de esa gorda mano en mi trasero... Llegaré a bañarme cuando salga...

Vuelvo a lavarme el rostro para enfriar la ira. ¡Ese viejo, Sudou, se aprovecha de mi condición de croupier para toquetearme descaradamente! Que asco, que asco... Toco mi trasero para ver si con mi tacto se va en algo la sensación del suyo. Algo tonto, sí, pero da igual. Quiero quitarme el asco. Al hacer eso, paso mis manos por mi bolsillo derecho, del cual caen un par de pequeños dados negros.

-          Ah...

Al caer al suelo, los números dorados de los dados marcan doble seis. Esos dados... ¿Por qué tiene que invadirme la nostalgia cada vez que veo estos dados? Primero que nada, ¿por qué los sigo trayendo conmigo? Me agacho para lanzarlos nuevamente, para verlos caer otra vez en doble seis. Es el último regalo que me dio ese desgraciado antes de irse. El último regalo material que me dio. Sabía que no me gusta hacer trampas y que gano honestamente mi dinero aun en un casino. Sabía que no los iba a utilizar jamás.

-          Son para que los lleves siempre contigo y pienses en mí cuando los veas.

-          ¡Claro! ¡Y ahora cada vez que los veo recuerdo la cara de ese condenado!

Tranquilo. Tienes que guardar la calma. Eres especialista en eso. No decía él: “Me encanta tu cara de póker”. Pues de algo que sirva lo que él decía. Vamos, cara de póker. Al menos con el enojo de recordarlo a él se me olvidó el asco por el incidente de Sudou. Tengo que tener calma. Ese señor aprovechado seguramente estará esperándome afuera del casino, como siempre. Y tendré que darle alguna excusa para no aceptar sus invitaciones, como siempre. No quiero pensar en que sucedería si accediera a sus habituales peticiones.

-          Ay, asco, asco...

Sacudo la cabeza, esperando que así se alejen las desagradables imágenes mentales. Es hora de enfrentar a ese viejo otra vez. Recojo esos dados negros y los guardo nuevamente en mi bolsillo derecho. Me seco la cara con la toalla verde que está a mano y reviso mi perfecta cara de póker en el espejo. Todo listo.


Afuera, como predije, me espera Sudou. ¿Que acaso no puede rendirse ese pervertido? Su sonrisa me perturba, pero sigo firme sin expresar nada en mi rostro.

-          Jin-chan, te estaba esperando. - como si no lo supiera. No puede ser más obvio.
-          ¿Por qué me espera, Sudou-sama? - el tono amable de mi voz es lo más hipócrita del mundo.
-          ¿Aceptarás hoy mi invitación a cenar? - “a cenar” dice él.
-          Lo lamento, Sudou-sama, pero hoy tengo que ir a buscar a mi hermano menor. Es el día en que se queda conmigo.
-          Pero tu hermanito puede esperar. Siempre me rechazas por él. Y eso que sólo es una cena amistosa. - sí, claro. ¿Cree que soy tonto, acaso?
-          No puedo hacerle eso a mi tía. Ya le prometí que se quedaría hoy conmigo.

De repente, Sudou me toma del brazo con firmeza, tratando de disimular la brusca acción frente a la gente que sale del lujoso casino. ¿Qué quiere ahora? ¿Me va a obligar a ir con él? Que se atreva. Así voy a tener una excusa para fracturarle el brazo.

-          ¡Ya he esperado suficiente y he tratado de ser caballero! ¡Vas a venir de todos modos conmigo!

Justo cuando me preparo para romperle el brazo, interrumpe una voz masculina que se dirige a nosotros. Esa voz... ¿Quién es? Siento que el corazón me da un vuelco al recordar.

El momento en que la serpiente regresó.

-          Lo siento, cerdo, pero ese conejito se viene conmigo.
-          ¿Conejito...?

Esa molesta voz, que no oía desde hace dos años. Desde que él se fue, dejándome con esos dados cargados. El maldito de largo cabello verde oscuro nos observa con una sonrisa arrogante desde el inicio de la ancha escalera para entrar al casino.

-          Gaderiel...
-          Veo que recuerdas mi nombre, Jin. - lo veo subir cada escalón con seguridad.
-          ¿Qué haces aquí?
-          No te pongas a la defensiva tan pronto. - dice riendo.

No había notado que mi cuerpo se ha tensado automáticamente, a medida que disminuye la distancia entre nosotros. Pareciera que todo desaparece. Sólo está él frente a mí, con su traje elegante y su mirada dorada clavada en la mía, desafiándome. Hace tiempo que no sentía esta sensación...

-          ¿Quién es este entrometido?

También había olvidado el problema con Sudou. Antes de que pueda contestar, el recién llegado responde.

-          Gaderiel Schwarz, un jugador profesional.
-          ¿Por qué el señor jugador profesional se mete en conversaciones ajenas?
-          Ignórelo, Sudou-sama, él ya tiene que irse.
-          Pero si acabo de llegar.
-          ¡Cállate, Gaderiel!
-          No te pongas nervioso, Jin. Vine a buscarte para irnos a casa. Tu hermano está esperando.

¿Qué? ¿Qué está hablando? No lo veo hace dos años, ¿y de repente tenemos que irnos a casa juntos? ¿A cuál? ¿A mí casa? Además él no conoce a mi hermano. Debe haber notado la confusión en mi cara, porque su sonrisa se acentúa. Maldito, hace tanto que no veía esa sonrisa...

-          ¿Irse a casa? ¿Viven juntos?
-          Claro. Somos amantes, después de todo. ¿No lo sabía?
-          Deja de interrumpir, Gaderiel.
-          ¿Alguna vez había visto a Jin siendo tan cercano con alguien? - hasta cuando va a meterse en el asunto. ¡Vete! - No creo, porque no tiene amigos. Con el único con quien es cercano es con su querido hermanito pequeño.

Por lo que le he contado, porque nunca a visto a mi hermano, por lo que no puede saber exactamente como me comporto con él. Y sí, no tengo amigos. ¿Y qué?

-          No te enojes con la verdad.
-          Ya sé.
-          Aunque, como siempre, te ves lindo picado. - dice riendo.
-          ¿Amantes? - interrumpe Sudou. - ¿¡Amantes, dijiste!?

Mierda, no lo negué. ¿Por qué no lo negué? Si está claro que no lo somos. Él se fue, y me dejó tirado aquí. ¿¡Por qué parezco una mujer despechada pensando eso!?

-          ¿No tiene cosas que hacer, señor? Jin se tiene que ir ahora. Con su permiso.
-          ¡Oye, espera! ¡Jin-chan!

Sin que yo lo note, mientras me golpeaba internamente por mis pensamientos de nena, Gaderiel me toma del otro brazo y me aleja rápidamente de Sudou, dejándolo gritando solo. Aturdido aún por la situación, Gaderiel logra llevarme hasta un lujoso automóvil negro.

Está empezando a atraparte nuevamente. Huye cuanto antes.

-          ¿Qué pretendes, Gaderiel?
-          Te salvé de ese viejo asqueroso, ¿cierto? - me abre la puerta de copiloto de su vehículo. - Puedes agradecérmelo ahora.

Me empuja dentro y, con una velocidad impresionante, se sube al otro lado. ¿Qué se cree, obligándome a subir a su auto? Oigo como pone en marcha el motor.

-          ¿Agradecerte qué? Yo podría haberme defendido solo. - lo iba a hacer.
-          Sé que eres capaz de defenderte. Lo sentí muchas veces en mi cuerpo antes. - responde riendo.
-          Te lo merecías.
-          Pero ya que te ayudé igual, tienes que compensarme, ¿verdad?

Él sabe que tengo esa norma personal. Siempre devolver lo que hacen por mí. Cuando son cosas malas, ahí me lo pienso más. Trato de no ser vengativo, pero muchas veces no me resulta. Maldito, sabe que no puedo negarme ahora.

-          ¿Qué quieres? Recuerda que tiene que ser equitativo.
-          Salvé tu integridad física, y mental también. Dime que no te morirías de asco si ese viejo gordo te toqueteara.
-          ¿Más de lo que lo hace habitualmente? Urgh, claro que sí. - nuevamente sacudo los pensamientos horrorosos de mi mente.
-          Lo hace habitualmente, ¿eh? Mmm...

Ese silencio indica algo malo, lo sé. Pero creo que es para Sudou, no para mí. ¿O también lo es para mí? Un escalofrío me recorre la espalda. Y no me atrevo a preguntar porque sé que evadirá dar una respuesta.

-          Veo que te has hecho incluso más rico que antes.
-          Sí, volví con más dinero.

Ahí está. Respuesta afirmativa, que no da más información que un sí. No ha cambiado en nada y, sin embargo, lo conozco tan poco...

Nostalgia. Quería que volviera a mi lado.
En realidad, estaba dispuesto a dejarme atrapar…

-          ¿Qué quieres entonces?
-          Primero tienes que ir a cenar conmigo. Tuve que rechazar una invitación a cenar por ti, así que tienes que acompañarme.
-          ¿Una invitación? ¿Quién te invitó a cenar?
-          Mmm... ¿Quién habrá sido?

Odio sus respuestas ambiguas, sobre todo cuando las da riéndose así, cínicamente. Un amigo, una amante, su madre, ¿quién? No imagino que tenga amigos, y menos que vaya a cenar con un familiar. ¿Tendrá madre viva, partiendo por eso? Así que la opción más probable es una amante. ¿Será hombre o mujer? Porque ya sé que a este depravado bisexual no le importa.

-          No te lo pienses mucho. Igual no lo vas a descubrir.
-          No te rías de mí. Tengo que pensarlo, ya que nunca me cuentas nada.
-          Jeje, que eres lindo.

No me gusta que me diga lindo así. Siento que me está menospreciando. Pero no le respondo nada. Ambos permanecemos en silencio hasta parar frente a un restaurante muy elegante y seguramente muy costoso. ¿Por qué me trajo a un lugar tan caro?

-          Vamos, Jin-chan. - lo oigo decir, luego de abrirme la puerta de su automóvil y tenderme la mano.

Lo ignoro y llego a la entrada del restaurante por mi cuenta, logrando que suelte una risita divertida por mi reacción. Soy un hombre. No soy una dama; no necesito que me abra la puerta.

Él me sigue hasta la puerta, donde nos recibe un camarero con apariencia de mayordomo. Nos mira de pies a cabeza, seguramente juzgando nuestra vestimenta. Gaderiel está con terno negro, obviamente lo van a aceptar. Tal parece que mi uniforme negro de croupier también califica como elegante, porque me dejan entrar junto con él. ¿Es mi idea, o se miraron extraño por unos segundos, Gaderiel y el camarero?

En realidad, no sé que hubiera hecho de saber que todo era controlado por él.

Nos llevan a una mesa ya preparada para la cena, cerca de los ventanales traseros. Puede admirarse un bello jardín, con una fuente de agua cristalina en el centro del paisaje. La luna brilla alta en el cielo. Siento que el suelo se mueve al mirarla. Un mal presentimiento. ¿Qué le pasa a la noche hoy? Varios lirios blancos florecen por aquí y por allá. Rosas rojas, llenas de espinas... No puedo dejar de mirar esas espinas.

-          Ya trajeron tu comida, Jin. - minutos después salgo del trance al que me sometieron las espinas de las rosas rojas.
-          ¿En qué momento...?
-          ¿...Pedí la comida? Cuando mirabas por la ventana como hipnotizado.
-          ¿Y no me preguntaste que quería?
-          No te enojes, todavía recuerdo las cosas que te gustan y las que no.

En frente de Gaderiel hay un plato con una gran langosta que desprende vapor, rodeada de varias ensaladas. De mí, hay un plato de udon con muy buen aspecto.

-          Ohh...
-          Tienes hambre, ¿no? - siento que me sonrojo por parecer tan niño.
-          No me dejan comer en horas de trabajo, en el casino. Aunque los clientes me ofrecen tragos, así que sed no tengo. Cuesta que entiendan que no me gusta el alcohol, eso sí.
-          Verdad que eres débil al alcohol. Jeje, que tierno.
-          ¡No te burles! Las personas no necesitan alcohol en sus organismos para vivir. Tú eres el que está mal.
-          Pero el vino hace bien. Tiene antioxidantes.
-          ¿Pediste vino para tomar?
-          Claro. Quiero que te mantengas bien, Jin-chan.
-          Deja de llamarme así. Y, ¿cómo puedes comer langosta?
-          Que a ti no te guste no significa que a nadie deba gustarle.

Dios, como odio esa sonrisa perpetúa en su rostro. Él empieza a echarle vino a mi copa. Supongo que tendré que tomarlo luego de comer el udon. Sería horrible mezclar ambas cosas. Él comienza a comer sin dar las gracias. Lo miro feo unos instantes, y él ni se inmuta. Ya sé que originalmente es de Alemania, pero se crió en Japón, así que no hay excusa para que no de las gracias.

-          Itadakimasu. - digo en un tono más alto, para hacérselo notar. Él tan sólo se ríe suavemente.

Pasa un rato en el que ninguno de los dos dice nada. Sólo comemos mirándonos de vez en cuando. O más bien es él el que me observa cada cierto tiempo. Yo sólo le devuelvo la mirada tratando de no parecer incómodo. ¿Qué tanto me mira? No creo que me saque mucha información de esa manera. Me pone nervioso... ¡Deja de mirarme! Lo veo sonreír burlonamente. ¿Habré dejado notar algo de mi impaciencia en mi cara? No lo creo. Soy experto en no demostrar emociones. Pero, por alguna razón, con él, sólo con él, esa máscara se deteriora un poco...

Al terminar de comer, Gaderiel empieza con su copa de vino. Me alienta con la mirada a que haga lo mismo. No debería... no debería tomar alcohol y él lo sabe. Pero me ciega el orgullo. ¿¡Quién dice que no puedo!? ¿¡Eh!?

-          No deberías tomar, ¿recuerdas? Eres débil contra el alcohol.
-          No tengo otra alternativa. Me estás retando.
-          Ja ja, ¿siempre te dejas llevar por los desafíos?
-          Sólo cuando de trata de ti. No voy a dejar que alguien como tú me gane y se burle de mí.
-          Je... sólo conmigo, ¿eh?

Siento que dije algo que no debía. Pero ya no hay manera de echarme atrás. Sería más sospechoso aún. Decido quedarme callado y dejarlo pensar lo que quiera. No voy a darle la satisfacción de confirmarle algo. Tomo un trago largo de ese vino de alta calidad. Tiene buen sabor, pero siento de inmediato el efecto del alcohol en mi cuerpo. Pestañeo tres veces para pasar el mareo.

-          No caigas con un solo trago, Jin. Todavía hay mucho que tomar. - sonríe él, señalando la botella de vino casi llena, a un lado de la mesa.
-          No te preocupes, Gaderiel. Todavía puedo seguir tu juego por un largo rato.

Lo cual fue una gran mentira. Tres copas y ya me siento totalmente ebrio. Me siento mareado y al mismo tiempo libre de decir y hacer lo que quiera. De acuerdo a eso empiezo a actuar. Aún tengo cierta conciencia de lo que hago, pero no me importan mucho las consecuencias de mis actos.

-          ¿Cómo te sientes, Jin?
-          ¿Cómo crees, desgraciado? - mi cabeza cae sobre mis brazos apoyados en la mesa. Él simplemente se ríe.
-          Eso fue rápido. Es porque te tomas al seco todo lo que te sirvo. – repito la acción que él nombró. - ¿Ves?
-          ¡Déjame! Tú me dijiste que tomara… tú me retaste y es tu culpa…

Nunca desafíes a quien no puedes ganarle.
Debería haber aprendido eso en ese entonces.
Pero no me alejé a tiempo. Ahora ya es muy tarde.

Maldito hipo que no me deja hablar correctamente. Sí, es su culpa. Todo siempre es su culpa. Que ahora esté así. Que Sudou se haya llevado una impresión equivocada. Que haya estado estos dos años pensando en donde está y porqué se fue. Que estuviera distraído todo el tiempo pensando en ese último día que pasamos juntos. Esa última noche que pasamos juntos…

Siento mis mejillas sonrojarse. Al menos puedo decir que es efecto del alcohol, y en parte es verdad. La otra parte, él no tiene por que saberla.

-          ¿Vamos, Jin? Parece que ya se te pasó la mano con el vino otra vez.
-          ¡No te rías! Ahh… - mi cabeza cae encima de la mesa. – Llévame a mi departamento… ya no quiero verte más…
-          ¿Ah sí? Bueno, vamos a tu departamento.
-          “Vamos” es mucha gente. – lo miro molesto, pero él sólo se ríe nuevamente. – Sigo viviendo en el mismo lugar…
-          Lo sé.

¿Eh? ¿Lo sabe? ¿Cómo lo sabe?

-          ¿Ahora andas averiguando cosas de mi vida? – no puedo evitar preguntarlo. Creo que es efecto del alcohol también.
-          Claro. Sé muchas cosas sobre ti.

Aléjate de la serpiente que te acecha, antes de que ya no puedas hacerlo.

Trato de no demostrar ansiedad, pero mi autocontrol está desmoronándose. Por lo que lo único que atino a hacer es pararme de la mesa y tratar de salir de ese lugar. De alejarme de él. No sé nada de él, pero mi instinto me dice que es un hombre peligroso, no sé porque. Sin embargo, él me sigue de inmediato como si nada, y me conduce, siempre con su sonrisa confiada, a las puertas de su automóvil.

-          ¿Tú huiste de mí y ahora yo no puedo huir de ti? Esto es… demasiado injusto…
-          Yo no huí, Jin. En verdad tenía cosas que hacer.
-          Dime cuales.
-          No puedo decírtelo.

Frunciendo el ceño, sin poder controlarme, lo golpeo en las costillas con mi codo. ¿¡Por qué nunca me dice nada!? Él parece saberlo todo de mí (aunque yo no le cuente nada) y yo, nada del él. ¿Por qué? ¡Es tan injusto…!

Aun así me subo a su vehículo, refunfuñando cosas incoherentes. Él se sube al otro lado, el puesto del conductor, y parte en marcha hacia mi departamento. Sí, conoce el camino. Antes de irse al lugar que fuera al que fue (ni eso sé), solía seguirme desde mi trabajo hasta mi departamento. Nos conocimos en el casino que es mi trabajo. Yo, un croupier; él, un jugador profesional. Era obvio que algún día nos encontraríamos.

Cruzábamos siempre este camino. Muchas veces él se detuvo a medio camino para besarme sin mi permiso, sin llegar nunca a tocarme de verdad. Pero la noche antes de que partiera de mi lado, justo esa noche, él sí lo hizo…

Ahora mismo estamos en frente de la puerta de mi apartamento, igual que esa vez. Como si supiera lo que estoy pensando, Gaderiel pone una de sus manos en mi cintura, atrayéndome hacia él.

-          ¿Quieres abrir la puerta tú? ¿O lo hago yo? – esa misma frase que usó ese día, sabiendo ambos lo que íbamos a hacer.
-          ¿Aún… aún tienes llave? – mi voz flaquea. No puedo evitar recordar esa noche.
-          Claro. – su voz susurrándome al oído me hace temblar ligeramente.

Lo aparto un poco para buscar la llave. Al tratar de abrir, mi mano tiembla y no puedo hacer encajar la llave en la cerradura. Gaderiel me toma de la muñeca y sostiene mi mano hasta que logro abrir. No sé porque, pero el simple contacto de su mano me hace sentir calor… un calor inmenso en todo el cuerpo. Y el área que ha tocado me arde, como si estuviera en llamas. Es doloroso…

Él entra antes que yo, como si fuera su casa y no la mía. Lo miro molesto, para luego regañarlo por su intromisión.

-          Tranquilo, Jin. Todo lo que es tuyo es mío.
-          ¡Eso no es así! – me acerco para golpearlo, pero el alcohol me ha quitado las fuerzas.
-          El alcohol destruye tu cara de póker. Esa que me encanta.
-          Perdón por no ser así ahora. Después de todo, no es como que yo te guste de verdad. – lo sé. Sé que él está jugando conmigo. Como siempre lo hizo.
-          Je je, aun estando así me gustas, Jin-chan.
-          No me… no me digas así…

Se está acercando demasiado. Retrocedo lo más que puedo, pero choco con una de las paredes, como es de esperarse. Él aprovecha para acorralarme también con uno de sus brazos. Su otra mano se ocupa de acariciar mi rostro de una forma extraña.

-          Te extrañé. En serio.

No puedes escapar de esta serpiente.

Mentiroso. Sé que está mintiendo, como siempre. Pero por alguna razón ahora no me importa. ¿Será el alcohol? Tal vez no. Porque esa noche no estaba bajo los efectos del alcohol, y aun así dejé que hiciera conmigo lo que quisiera. Son esos ojos. Esos ojos dorados de pupilas alargadas, iguales a los de una serpiente. Eso es: Gaderiel es una serpiente, y no me puedo resistir a sus tentaciones.

Sin moverme, dejo que tome mis labios. Lo hace despacio, con paciencia, como si quisiera saborear el momento. O tal vez es porque eso es lo que yo quiero que lo percibo así. Quiero que este momento no acabe nunca, no sé porque. ¿Por qué estoy siendo tan sincero conmigo mismo? Porque estoy ebrio, lo sé. Pero es mejor así. No quiero que escape ahora. No quiero que escape como antes.

De repente introduce su lengua dentro de mi boca agresivamente. Siempre me ha llamado la atención como su lengua es tan larga, tan hábil. Dios, esto se siente tan bien. Trato de devolver el beso, pero no puedo. No me deja; me está dominando por completo. Yo sólo voy perdiendo la fuerza en las piernas, y caigo lentamente al suelo cuando él se separa de mí. No, no te vayas… No puedo alcanzarte ahora.

Para que no se fuera… Para que no me abandonara…

Creo que el pánico se hubiera apoderado de mí si él no se hubiera agachado a mi lado para levantarme en sus brazos. Normalmente me enojaría que hiciera algo así, pero esta vez no. Tal vez si lo dejo hacer todo lo que quiera sin enfadarme, él se quede a mi lado. Es un pensamiento muy idiota que no puedo apartar de mi cabeza.

-          Estás muy dócil hoy. – me dice luego de lanzarme a la cama.
-         
-          Y callado. Como una muñeca. Una hermosa muñeca. – me siento ansioso cuando lo veo posicionarse sobre mí. – Que rostro más hermoso.

Me lame la mejilla, dejando un rastro ardiente al paso de su larga lengua. Lo veo sorprenderse cuando nota que aunque sus manos acaricien mi pecho, yo no me muevo para protestar. Al no obtener respuesta, comienza a desabrochar mi desordenada camisa. Siento el aire helado chocar con mi cálida piel.

-          ¿Harás lo que yo quiera? – no respondo, sólo le evito la mirada. – Tomaré eso como un sí. Aunque me gustaría que me miraras a los ojos.

Así lo hago. Eso lo que él quiere, después de todo. Gaderiel ríe divertido, para luego detenerse a pensar, creo. Luego de unos segundos, se tira a un lado de la cama.

-          Termina de desvestirte. Enfrente de mí.

Sométete a la voluntad de la serpiente. Ya no hay salida, de todos modos.

Dije que haría lo que quisiera, pero se está aprovechando. Bueno, era de esperarse, siendo él. Aun ebrio, siento algo de vergüenza (mucha menos de la habitual, pero es algo). Pero no quiero que se vaya. No quiero que desaparezca de mi vida. Así que lo obedezco, con el rostro totalmente sonrojado. Mis ropas caen enfrente de él, y sus ojos de serpiente me observan como si estuvieran devorándome. Vamos, no te quedes ahí: haz algo, di algo, lo que sea.

-          Ven aquí. – me indica, luego de que termino con mi tarea. Me acerco, y él me recibe sobre su cuerpo. – No, al revés, tus caderas sobre mi rostro.
-          ¿Eh?
-          Vaya, por fin emites un sonido.
-          ¿Por qué… por qué quieres eso?
-          Porque tengo que prepararte. – no estaba preparado para oír eso. – Y porque quiero que tú uses tu deliciosa boca sobre mí.
-          Ahí… ¿ahí bajo?
-          Claro, Jin. Eres tan inocente todavía. Me alegro. Eso quiere decir que ningún otro hombre te ha tocado además de mí.

Detecto un brillo bestial en sus ojos al decir esa frase. Un escalofrío me recorre la espalda. No es que tenga miedo ni nada, pero prefiero obedecerlo, por más vergonzoso que sea. Porque no quiero que se vaya. Porque quiero que me toque más.

En cuanto mis caderas se acercan a su rostro, él toma mis glúteos con sus manos y los separa. Me sobresalto al sentir su larga lengua trabajar sobre mi entrada.

-          Vamos, tú también haz tu trabajo.

Intento concentrarme. Bajo el cierre de su pantalón, dejando una gran erección al descubierto. El sólo verla me causa deseos de meterla dentro de mi boca. No es como que me suceda esto seguido, así que no debería sentirme como una puta. Es sólo él… siempre ha sido sólo él.

Meto la punta de su erección en mi boca, comenzando automáticamente a succionar. Dios, no sé porque me encanta tanto hacerle esto. Normalmente lo negaría hasta la muerte, pero ahora no puedo parar. Tan dura y caliente… Mis caderas tiemblan ligeramente, y la lengua de Gaderiel no me ayuda a detenerme.

-          ¿Tanto te gusta chupármela, muñeca? – sin poder controlarme, asiento con la cabeza, aún con el… pene de Gaderiel en mi boca. – Je je, esa es mi muñeca obediente.

No sé porque, pero me excita aún más oírlo hablar así. Como si fuera suyo. Como si fuera su esclavo. Siempre me ha gustado, pero jamás se lo diré, ni siquiera ahora. Tal vez no estoy lo suficientemente ebrio para ello. Es demasiado para mí, incluso ahora.

Mantén el orgullo por ahora. Así le será más interesante destrozarte.

Y esa maldita lengua sigue humedeciendo mi entrada hábilmente, hasta que la siento introducirse en mi interior. No puedo evitar tirar la cabeza hacia atrás, dejando de atender a Gaderiel. Los gemidos escapan incontrolablemente de mi boca. Es que es imposible contenerme. Su lengua es… es una maravilla. Se mueve como si fuera un animal; ancha y cálida, explora mi interior. En serio es increíblemente larga, es anormal. Pero la imposibilidad no me importa ahora. Nada me importa ahora, más que seguir sintiendo esa lengua experta dentro de mí.

Gimo aún más fuerte cuando esa misma lengua presiona mi próstata. Y él lo nota, el desgraciado, por lo que sigue con su trabajo ahí incansablemente.

- No, no… déjame… ¡Ahhh! ¡Dios, es tan delicioso…! ¡Ahhh, Gaderiel!

Mi cuerpo no puede más. Un calor inmenso se apodera de mi cuerpo y un espasmo violento lo sacude. Mi semilla cae sobre el abdomen de Gaderiel.

Estoy agotado, pero me apresuro a quitarme de encima de él de todas formas. No puedo quedarme aplastándolo así. Y no puedo cerrar los ojos; lo miro todo el tiempo. Porque… porque puede desaparecer en cualquier momento…

-          Tranquilo, pequeño, estoy aquí.

Creo que se da cuenta de lo que pienso. ¿¡Por qué el alcohol causa que sea tan obvio todo en mí!? A él le gusta que yo sea poco expresivo, y junto cuando debo serlo, no lo soy. ¿Y qué es eso de pequeño? Él es 5 años menor que yo. No tiene derecho a decirme así. Pero dije que no iba a reclamar. No lo haré. Si no, puede irse. Siento como mi cuerpo tiembla al verse envuelto por el pánico de nuevo.

-          Ja ja ja eres tan hermoso. – deja de burlarte. El alcohol también me pone sensible, pero todavía tengo algo de autocontrol. Creo. Espero. – Quédate aquí, quieto.
-          No soy quien se va a ir. Eres tú.
-          ¿Yo? No me voy a ir.
-          Te fuiste antes…
-          Ya te dije que tenía cosas que hacer. Deja de reprocharme. – me toma del rostro, para luego de subirse sobre mí de nuevo, con la cabeza en mi pecho.
-          …Ya averiguaré que hacías.
-          Lo sabrás. – me sorprende oírlo decir eso. – Todo a su tiempo.

¿Eso significa que debo ser paciente? Está bien. Todo a su tiempo. Me pregunto cuanto más podré aguantar. Dios, mis ojos se cierran solos. ¡No! ¡No quiero! ¡Él se va a ir…!

-          No… ¿no vas a hacerme nada?
-          Si te refieres a penetrarte, no, no lo haré.
-          ¿Por qué…?
-          ¿Tanto quieres que lo haga? Ja ja ja. No, mi amor. Estás ebrio.
-          ¿Desde…? – no, no te duermas. - ¿Desde cuándo te importa que esté ebrio tu acompañante…?
-          No me importa. Pero contigo sí. Porque eres diferente.

Deséalo. Deséalo tanto que tengas que rogarle.

Porque soy diferente… Se refiere a que me prefiere con la cara de póker, supongo. Con los demás eso no le pasa. Sólo le gusta una cara de mí. La mitad de mí, aun cuando con los otros puede estar de cualquier forma. Me duele un poco el pecho…

-          Eso es. Duerme ahora. Me gusta verte dormir. Estás indefenso para mí.
-          No… no quiero… te vas a… alejar de mi lado… - mis ojos se entrecierran inevitablemente. Malditos sean el alcohol y el cansancio.
-          Shh… - uno de sus dedos se posa sobre mis labios. Puedo sentir algo cálido y escamoso recorrer mi cuerpo. ¿Qué es…? – No me voy a ir ni tú tampoco. Aunque así lo desees. Porque en esta vida voy a poner fin a todo lo malo, todo lo que nos ha hecho daño.
-          ¿Qué…? ¿De qué estás hablando…?
-           
-          Está bien que no sepas nada por ahora. Todo a su tiempo. Mi conejo… mi conejito…

Sus labios recorren mi cuello, dejando ardor por todas partes. Un ardor placentero, angustiante. Nostálgico. Su voz también suena nostálgica. Todo es tan extraño.

Nostalgia. La primera señal que de que algo estaba mal.
“Todo lo que nos había hecho daño.”

Ya casi no puedo ver. Mi cuerpo no se puede mover. Estoy totalmente envuelto en algo escamoso, pero muy agradable. Placentero y angustiante, igual que sus besos, igual que su tacto y su voz. El pánico se apodera de mí una vez más. Cierro los ojos completamente y comienzo a perder la conciencia.

Tal vez hubiera sido mejor que escapara cuando pude hacerlo…




5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias n.n Subiré cada mes un cap (supuestamente, xq tengo q publicarlo a principio de mes en la página de una revista yaoi XD)

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  2. gracias si lo subes estare encantado de leerlo tu imaginacion si que vuela =D

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  3. Y ahora aparesco a comentar xD De verdad, de verdad que me había olvidado mi cuenta luego de que formatearon mi latptop y buscando entre papeles viejos la encontré (siempre anoto todo >w<). Pero ahora que estoy aquí, no estaré ni un día sin ver tu blog. Me encanta la historia, y la seguiré leyendo !! (fan N° 1)

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